El camino a la casa de Caín no fue desagradable. Me sentía segura a su lado y eso, me estaba aterrando. Pero no hice nada para tranquilizar ese pensamiento. Caín no dejaba de parlotear de lo que me había perdido en la isla mientras no estaba. De como madre se había vuelto loca cuando desaparecí y que se había encerrado en aquel rancho de dos pisos.
Eso me hizo quedarme más tranquila, al menos ella estaba bien y viva.
—¿Cuando te independizaste? —pregunté al llegar a su pequeña casa. Caín se hizo a un lado para que pudiera pasar y cerró la puerta detrás de él.
—Hace unos meses. Papá y Celia vienen a visitarme cuando pueden. —asentí sin prestarle mucha atención ya que estaba concentrada en analizar cada punto del lugar.
A pesar de no tener mucho, Caín tenía lo necesario para vivir. Y vivía bien. El lugar no era tan grande, era para una sola persona. Me imaginé lo cómodo que debía estar la sabandija esta.
—¿Tienes hambre? —preguntó y se encaminó a su refrigerador buscando comida para darme.
—En realidad, no. —negué—. No quiero estar aquí por mucho tiempo. Debo volver cuanto antes. —vi sus intenciones de hablar así que me le adelanté—. Te ofreciste a ayudarme, eso vas a hacer. Así que no me hagas perder tiempo.
Hice un ademán de acercarme a la puerta pero Caín se puso frente a esta, cerrándome el paso. Le fruncí el ceño tomando distancia con él. No pareció importarle ya que si expresión no cambio.
—Ya esta anocheciendo. Sabes lo peligrosa que es la isla de noche. —hizo una pausa—. Espera hasta mañana. —lo mire desconfiada—. No intentaré nada. —alzó las manos—. Tienes que descansar, nena. Estoy seguro que estás cansada del viaje.
Suspiré, tratando de resistirme a sus juegos. No debía confiar en él, pero ya estaba aquí y él tenía razón. Ya estaba oscuro afuera, y no tenía dónde pasar la noche. La suerte parecía no estar de mi lado y asentí a su propuesta. Caín saltó de alegría y me tomó de la mano para guiarme a su habitación.
—Duerme en la cama. Yo dormiré en el sofá. —quise renegar pero Caín no me dejó—. No seas terca. Te veo en la mañana. —se acercó y dejó un beso en mi frente antes de irse.
Me limpié donde me había besado y suspiré pesadamente. Durar un día en la isla, o hasta más no estaba en mis planes. Ben y los demás debían estar vueltos locos si es que no les dio un infarto al descubrir que había vuelto a donde prometí jamás volver a poner un pie. Jay me llamaría hipócrita, pero era para un bien mayor. Para mí bien.
Me recosté en la cama y traté de dormir, pero solo di vueltas en esta. Me faltaba el calor de Ben. Me faltaba Ben. Me pareció confuso eso pues toda mi vida estuve sin Ben, hasta ahora. Necesitaba oír su voz, sentir su respiración, ver de nuevo sus ojos.
Tenía que volver a Auradon cuando antes, o me iba a volver loca.
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