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Enero, 2021Manhattan

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Enero, 2021
Manhattan

Nicole

Me envolví el abrigo más fuerte contra el viento frío de enero mientras caminaba por las calles de Manhattan. Las luces navideñas aún colgaban por todas partes, dando un brillo casi cálido a las aceras repletas de gente. Pero nada de eso me animaba. Mis pensamientos estaban en otro lugar. Más específicamente, en la reunión que estaba a punto de tener con mi madre.

Sabía que no iba a ser fácil. Nuestras comidas o cafés rara vez lo eran, especialmente cuando las conversaciones inevitablemente giraban en torno a temas delicados: mi padre, Ethan, o cualquier otra cuestión que arrastráramos del pasado como piedras en los zapatos.

El pequeño café donde siempre nos encontrábamos estaba apenas a dos cuadras de distancia. "Café Verona" era uno de esos lugares donde el aroma del café te envolvía desde antes de entrar. Me gustaba ese lugar; al menos era un espacio neutral, sin las presiones del pasado, aunque eso no hacía que las conversaciones fueran más fáciles.

Cuando llegué, vi a mi madre sentada en nuestra mesa habitual, junto a la ventana. Parecía absorta en su teléfono, con una expresión de concentración que solo desaparecía cuando estaba fingiendo que todo estaba bien. Me acerqué y le di un beso en la mejilla antes de sentarme frente a ella.

—Nicole, querida— dijo, levantando la vista —Llegas justo a tiempo.

—Sí, no está tan lejos de mi departamento— respondí, quitándome el abrigo y colgándolo en el respaldo de la silla.

Hice una seña al camarero para pedir un café con leche, mientras mi madre ya tenía su habitual té verde. Me incliné hacia atrás en la silla, observándola mientras revolvía el azúcar en su taza de manera casi obsesiva. Sabía que venía algo.

—¿Cómo va todo con tu gira?— preguntó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

No quería hablar de la gira. Y definitivamente no quería hablar de lo que implicaba ahora con Lando y ese estúpido contrato. Pero la pregunta era lo suficientemente superficial para empezar, así que respondí con la misma neutralidad.

—Va bien. John y yo estamos terminando de afinar detalles, los ensayos están en marcha.

Asintió con la cabeza, y la conversación avanzó durante unos minutos sobre cosas triviales, hasta que, inevitablemente, el tema cambió.

—¿Has hablado con tu hermano últimamente?— preguntó de repente, con ese tono suave pero inquisitivo que siempre usaba cuando quería llegar a un punto más profundo.

Me tensé al instante. Ethan. La relación con él había estado llena de altibajos desde que decidió unirse al ejército. Desde que había sido desplegado en zonas peligrosas, la comunicación se había vuelto escasa y cargada de tensión. Y cada vez que se mencionaba su nombre, algo en mí se retorcía de incomodidad.

—No mucho— admití, tomando un sorbo de mi café —Está ocupado, como siempre. Le he enviado mensajes, pero ya sabes cómo es.

—Deberías insistir más. Es tu hermano, Nicole.

Suspiré. Siempre la misma cantaleta. Como si yo fuera la única responsable de mantener la conexión familiar intacta.

—Él también puede llamarme si quiere, mamá. No es solo mi responsabilidad mantener el contacto— respondí con un tono más afilado de lo que pretendía.

Ella me miró con una leve expresión de desaprobación, pero continuó como si no hubiera notado mi cambio de actitud.

—Sabes cómo es Ethan. Siempre ha sido más reservado, y ahora con todo lo que enfrenta allá, debe estar más distante. Pero no deberías dejar que eso te impida estar para él.

—Yo estoy aquí, siempre lo he estado— respondí, tratando de mantener la calma, aunque podía sentir que la irritación empezaba a burbujear bajo la superficie.

Mi madre dejó su taza en la mesa con un golpe suave, su mirada perforándome.

—Eso dices, Nicole, pero parece que siempre estás demasiado ocupada con tu carrera o con lo que sea que esté pasando en tu vida. A veces me pregunto si realmente te importa lo suficiente como para hacer el esfuerzo.

Su comentario me tomó por sorpresa, y por un segundo, no supe qué decir. Las palabras se quedaron atascadas en mi garganta, mientras mi mente intentaba procesar el reproche disfrazado de preocupación.

—¿Cómo puedes decir eso?— pregunté finalmente, en voz baja pero cargada de emociones —¿Te olvidas de que fui yo quien estuvo aquí cuando papá... cuando todo se vino abajo? Yo fui la que te apoyó, la que estuvo aquí para Ethan también, cuando decidió marcharse. No puedes hacerme sentir culpable por seguir con mi vida.

Sabía que estaba hablando más alto de lo que debía. Varias personas en las mesas cercanas nos miraban de reojo, pero no me importaba. La frustración estaba ganando terreno.

Mi madre no retrocedió. Su expresión no cambió.

—No se trata de eso, Nicole. Lo sabes. Solo... no quiero que sigas alejándote de nosotros. Después de lo que pasó con tu padre, lo último que necesitamos es más distancia.

—¿Mi padre?— repetí con incredulidad, mi corazón acelerándose. Este era un tema que siempre me sacaba de quicio. Hablar de él como si aún tuviera algún derecho a ser parte de nuestras vidas —Él fue quien nos distanció, no yo. Si me alejé fue porque tuve que protegerme, no porque quisiera.

El silencio cayó entre nosotras. Sabía que no iba a ser una discusión que acabara bien. Nunca lo era. Hablar de mi padre era como pisar un campo minado. Y mencionar a Ethan solo hacía que el terreno fuera aún más inestable.

Mi madre suspiró profundamente, mirando hacia su taza de té como si buscara respuestas ahí.

—Lo sé, Nicole. Solo... no quiero perder a ninguno de ustedes. A veces siento que todo está a punto de desmoronarse.

—No va a desmoronarse— respondí, aunque ni siquiera yo lo creía del todo.

El camarero vino a retirar nuestros platos vacíos, y por un momento, ambos nos vimos obligadas a ponerle pausa a la conversación. Sentía una opresión en el pecho, una mezcla de culpa, enojo y cansancio. Este tipo de discusiones siempre terminaban igual, con ambas heridas pero sin resolver nada.

—Debería irme— dije, empujando mi silla hacia atrás.

—¿Ya?— preguntó mi madre, sorprendida —Pensé que podríamos hablar un poco más.

—Tal vez otro día— respondí, tratando de sonar lo más tranquila posible —Tengo cosas que hacer.

Me levanté antes de que pudiera detenerme. Tomé mi abrigo, lo puse rápidamente y me dirigí a la puerta sin mirar atrás. Sentía las miradas curiosas de los otros clientes, pero no me importaba. No podía quedarme allí ni un minuto más.

Cuando salí a la calle, el frío me golpeó en la cara, pero era una bienvenida distracción. Caminé con paso rápido, tratando de alejarme de la conversación, de los recuerdos, de todo. Pero no importaba lo rápido que caminara, esas palabras seguían resonando en mi cabeza.

Hablar de Ethan y de mi padre siempre sacaba lo peor en mí. Y, sin embargo, seguía esperando que, algún día, todo pudiera ser diferente. Que nuestras reuniones no estuvieran cargadas de tensión, que las heridas del pasado dejaran de sangrar.

Pero por ahora, lo único que podía hacer era seguir adelante.

London Boy | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora