NEW YORK
Le despertó la sirena de una ambulancia. Le gustaba su apartamento en Lexington, pero se hallaba demasiado cerca del hospital Lenox Hill y las sirenas eran el sonido habitual. Eran las siete de la mañana y por primera vez en mucho tiempo, no tenía ningún motivo para levantarse. Nada ni nadie le esperaba en ningún sitio, ni siquiera el trabajo. Comenzó a notar las primeras punzadas de un incipiente dolor de cabeza. Sentía ganas de llorar al recordar su actual y patética situación, pero sabía que eso no solucionaría nada. Suspiro al pensar que nada podía ir peor, o al menos eso creía. Pronto descubriría lo equivocada que estaba. Se sintió sola y desprotegida, había perdido todo por lo que había luchado y lo que había conseguido con trabajo e ilusión. No tenía muchos amigos, pues en los años de universidad había sido poco sociable, era lo que se denominaba un ratón de biblioteca. De ahí que mientras sus compañeros se especializaban en una época concreta de restauración ella lo hacía en tres, Arte Oriental, Arte Egipcio y Arte Medieval.
Aprendió a amar las antigüedades desde niña junto a su abuelo paterno. Sam Shepard era dueño de una tienda de antigüedades en Jamestown, Virginia. Le gustaba pasar las tardes observando a su abuelo en el taller de restauración devolviendo su inicial belleza a marcos o joyeros antiguos, mientras le contaba la historia, mitad cierta, mitad inventada del objeto en cuestión. Hizo prácticas como becaria en el Museo Metropolitano de New York. Dadas las recomendaciones de sus profesores y sus especialidades, le ofrecieron un puesto, pero para sorpresa de muchos lo rechazó sin dudarlo. Prefería trabajar como lo hacía su abuelo, pero Sam Shepard no le permitió que se quedara en Jamestown junto a él. Sabía de su capacidad innata y su profesionalidad y le aconsejó que se quedara en New York para encontrar su propio destino entre las maravillas ancestrales.
Por fin consiguió un trabajo en una tienda en la Avenida Madison, "Hunters". En un principio la propietaria Helen Hunter le contrató como ayudante de su restaurador, pero pronto se dio cuenta de que su currículo se quedaba corto haciendo alusión a las capacidades que ella poseía para catalogar, datar y restaurar cualquier objeto que cayera en sus manos.
Helen Hunter era una elegante y sofisticada neoyorquina con una dilatada vida, además de muy rica, pero no por eso poco profesional. La primera vez que le llevó a una subasta en"Jacobs" quedó patente la capacidad de su joven ayudante en tales menesteres. Desde entonces Christine era la encargada de asistir a todas las subastas. Acabaron siendo muy buenas amigas, hasta el punto de hacerla su socia por un módico precio de cien dólares. Helen Hunter no tenía familia y sabía que la tienda no estaría en mejores manos que las suyas cuando ella faltara. Christine se alegraba de que Helen no pudiera ver cuán equivocada estaba. Hacía dos años que había fallecido en un accidente con su Ferrari, en el transcurso de unas vacaciones. "Odiaba los coches rápidos." Con ellos había perdido a sus padres y a su amiga. De esa forma se convirtió en la dueña de la tienda de antigüedades Hunters. Helen le había legado su parte... ahora lo había perdido todo.
Fue al baño en busca de un analgésico para la cabeza, se miró en el espejo. "Christine Shepard, eres un auténtico desastre".
El sonido del teléfono le sacó de la espiral de pensamientos catastróficos que se avecinaba.
* * * * * * *
JAMESTOWN
Richard Daniels observaba el teléfono de su despacho. Llevaba cinco minutos sin poder decidirse a levantar el auricular. El tipo de llamada que se disponía a realizar nunca era agradable, pero esta se le hacía particularmente dolorosa. Al fin cogió el teléfono y marcó el número que tenía delante. Escuchó un par de veces el tono de llamada. Contuvo la respiración esperando que no contestara nadie pero no corrió con suerte. Una voz femenina se escuchó al otro lado.
ESTÁS LEYENDO
LA FIGURA CHINA
ActionSólo ella podía descifrar los mensajes que su abuelo le había dejado. Sólo ella podía descubrir por qué había sido asesinado.