CALLEJÓN SIN SALIDA

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JAMESTOWN

                      Esperaban información de la Universidad de Georgia. Christine revolvía distraídamente los papeles de la mesa del despacho cuando encontró la foto de Richard y Sam.

-John. ¿Que tal se te dan los jeroglíficos?

-La verdad es que no muy bien.

-Pues a mi normalmente muy bien - comentó Christine - pero la verdad es que con este estoy...bloqueada.

John miró la foto y sonriendo se la entregó a su amigo.

-La verdad es que este no me parece tan... enigmático.

Christine y Richard se miraron con cara de sorpresa. ¿Qué era lo que se les había pasado por alto?

-¿Qué es lo que veis?

-Sam y yo en mi velero.

-¿Y?

Esta vez fue Christine quien contesto - el símbolo del infinito .

-¿Y qué os sugiere?

-¿Qué mi amistad con Sam a pesar de su muerte será infinita?

John sonrió.

-Muy bien amigo, sigue por ahí. Ahora, si no os importa, he de dejaros para volver a comisaría. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio - dijo despidiéndose con un a sonrisa.

Cuando al fin se quedaron solos el policía la acorraló a Christine  flanqueándola con las manos a cada lado.

-¡Hola!

Ella sonrió sin mucha convicción.

-¿Te apetece una cena tranquila en mi casa?

-La verdad es que sí.

Él le beso ávidamente. Llevaba tiempo anhelando disfrutar de más momentos íntimos, pero las circunstancias no habían sido en absoluto propicias. Sonó el teléfono de ella.

-No contestes - le susurró mientras le besaba el cuello.

Se separó a duras penas de él para coger el teléfono. Mientras, Richard se colocaba a su espalda cogiéndole de la cintura sin dejar de besarle el cuello. Cuando miró el teléfono vio que era Sheldon Russel. Richard soltó un bufido de frustración.

-Hola Russel.

Escuchó en silencio mientras miraba a Richard apoyado en la mesa con los brazos cruzados en el pecho y el ceño fruncido.

-No, lo siento pero ya tengo planes ineludibles para la noche.

Seguía sin dejar de mirar a Richard.

-De acuerdo. Sera mañana.

Colgó el teléfono y se colocó entre las piernas del policía colgándose de su cuello. Su ceño no se suavizó, pero ella sintió como la tensión del cuerpo de aquel imponente hombre se desvanecía.

-Me gustaría que mañana me acompañaras a comer con Sheldon Russel.

Él suspiró.

- Prometo ir pero no te aseguro que no le rompa la cabeza a ese engreído.

Ella sonrió.

-No creo que haga falta.

*  *  *  *  *  *  *

NEW YORK

                        Sal Kelson salió del club de golf y se dirigió al  coche  en el que le esperaba DiCarlo. 

LA FIGURA CHINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora