cinco.

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Danae se encontraba inmóvil, completamente desconcertada por el comportamiento de los dos Na'vi que tenía frente a ella. No había esperado que la atraparan tan fácilmente, ni mucho menos que la tocaran de esa manera. El mayor de ellos, Neteyam, deslizó su mano desde el cabello de la pelirroja hasta su pecho, donde sus dedos se detuvieron sobre el bordado de su uniforme. La expresión en su rostro cambió al leer su nombre, especialmente cuando sus ojos se posaron en el apellido que lo acompañaba: Quaritch. Su ceño se frunció, pero Danae no podía saber que esa expresión no era simple curiosidad, sino una mezcla de desagrado y desconcierto al darse cuenta de quién era ella.

—Danae —pronunció Neteyam, su voz sonando como si el nombre lo hubiera cautivado, como si el sonido de las sílabas lo fascinara.

Los ojos de la joven se movían de un lado a otro, de Neteyam a Lo'ak. Ambos hermanos parecían gigantes a su lado; ella apenas alcanzaba la cintura de cada uno de ellos. Pero, en un gesto que la sorprendió, se inclinaron para quedar a su nivel, como si quisieran hacerla sentir menos vulnerable. Sin embargo, la atención de Neteyam no cedía. Sus manos se movían con curiosidad, explorando su cuerpo, como si intentara entender la naturaleza de aquella humana frágil y pequeña frente a él. Danae apenas había notado que Neteyam la había soltado, y fue solo cuando su mano se acercó peligrosamente a su pecho que ella reaccionó, deteniéndolo con ambas manos.

—No —dijo Danae, esta vez con más firmeza en su voz, su molestia reflejada en su tono.

Neteyam, sorprendido por la negativa de la humana, retiró su mano inmediatamente. Su expresión cambió, y, por un momento, pareció avergonzado, bajando la mirada. No había sido su intención incomodarla, pero su curiosidad lo había llevado demasiado lejos. Por otro lado, Lo'ak, quien había permanecido observando en silencio, se acercó, pero su gesto fue diferente. En lugar de explorar su cuerpo como lo había hecho su hermano, Lo'ak levantó una mano y acarició el cabello rojo de Danae con dos de sus dedos. La suavidad de aquellos mechones lo fascinaba, aunque lo que realmente deseaba era tocar su rostro. Sin embargo, la máscara de respiración que Danae usaba lo impedía, algo que le frustraba visiblemente.

—Hermosa —murmuró Lo'ak en voz baja, sonriendo mientras retiraba su mano del cabello de la chica.

Danae sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al escuchar esa palabra en el idioma de los Na'vi. Lo'ak había hablado en su lengua, por lo que ella había entendido perfectamente. Esa simple palabra provocó una confusión en su mente. ¿Cómo era posible que aquel Na'vi manejara su idioma tan bien? Era evidente que eran hijos de Jake Sully. Lo había intuido por sus rasgos, pero ahora estaba más que segura. Ambos debían de haber sido criados con el conocimiento de ambos mundos.

Para los hermanos Sully, Danae era una curiosidad única. Su olor no era el de cualquier otro humano, no era desagradable como el de los demás. Había algo en ella que les resultaba irresistible, algo que los empujaba a querer tocarla, explorar su delicada piel. Sin embargo, lo que no esperaban era que ambos sintieran lo mismo. La fascinación que compartían por Danae los incomodaba, aunque ninguno estaba dispuesto a retroceder.

De repente, una voz interrumpió el momento.

—¡Danae! —gritó la voz de Miles Quaritch, resonando a través del bosque. El coronel estaba buscando a su hija, acompañado por otros dos humanos que formaban parte de su equipo.

Danae sintió un alivio interno. Su padre había llegado en el momento justo, aunque la molestia de los hermanos Sully era evidente. Neteyam fue el primero en reaccionar, haciendo una seña a Lo'ak, indicándole que era hora de irse. Habían permanecido demasiado tiempo con la humana.

Lo'ak asintió a regañadientes, pero antes de retirarse, se inclinó una vez más hacia Danae. Su mano se deslizó con delicadeza sobre el cabello de la joven, y esta vez, antes de alejarse, le guiñó un ojo. Era un gesto aprendido de las películas humanas que solía ver con Spider y Norm, un gesto de coquetería que le parecía propio de los humanos, pero que también quería probar. El resultado fue inmediato: las mejillas de Danae se sonrojaron. Cuando los hermanos desaparecieron entre la vegetación, ella levantó una mano hacia su cabello, tocando el lugar donde Lo'ak la había acariciado por última vez. Sentía su corazón latir con fuerza, y una sensación de fascinación comenzó a crecer en su interior.

—Aquí estás —dijo Quaritch cuando finalmente llegó junto a ella, apagando el localizador que había estado utilizando para encontrarla. Su expresión reflejaba sorpresa al ver a su hija en ese estado—. ¿Sucedió algo? —preguntó, desconcertado por el silencio y la expresión extraña en el rostro de Danae.

Danae sintió un nudo en el estómago. No sabía cómo explicarle a su padre lo que acababa de pasar. Las palabras no salían de su boca, y una sensación de náusea y nervios la invadió. Por un momento, pensó en contarle la verdad, pero justo cuando iba a hablar, algo extraordinario ocurrió. Una atokirina', uno de los espíritus de las semillas del Árbol de las Almas, apareció frente a ella, flotando con delicadeza. Danae la miró con asombro. Sin embargo, su momento de asombro se interrumpió abruptamente cuando su padre espantó la semilla con un gesto brusco.

—No, padre... déjala —murmuró Danae, sus ojos fijos en la atokirina', observando cómo flotaba con delicadeza antes de desaparecer en la vegetación. Había algo en su brillo etéreo que la dejó momentáneamente hipnotizada, una calma inexplicable la invadió. Esa criatura parecía tener un propósito más allá de lo que alcanzaba a comprender en ese momento. Una sensación de conexión profunda, algo más allá de lo físico, empezó a hacerla dudar de las palabras que siempre había escuchado de su padre sobre los Na'vi.

Quaritch, por su parte, no prestó atención a la pequeña criatura. En su mundo, todo lo que no fuera útil para la guerra o la supervivencia era irrelevante. Golpeó el aire para espantarla, su mano grande y fuerte atravesando el espacio donde había estado la atokirina'. Danae sintió un ligero sobresalto en su pecho, un malestar que no pudo evitar.

—No fue nada —dijo Danae rápidamente, su voz sonando más firme de lo que esperaba—. Solo un animal. Se asustó y se fue.

Buscó su navaja en el suelo, pero ya no estaba. Probablemente se le había caído durante el forcejeo con los hermanos Sully. La ausencia de su arma le provocó una mezcla de inquietud y alivio. No quería tenerla en ese momento; no la necesitaba. Pero su padre no debía saber lo que realmente había ocurrido. No podía contarle que Neteyam y Lo'ak no solo la habían atrapado, sino que habían sido... diferentes. No había hostilidad en ellos, sino algo más suave, más curioso. Y ese último toque de Lo'ak... sus dedos recorriendo su cabello antes de desaparecer en la selva... la había dejado desconcertada.

Miles Quaritch la miró con desconfianza. No estaba del todo convencido de la explicación de su hija, pero decidió no presionar más. Sabía que Danae era fuerte, había crecido en un entorno hostil y no era fácil asustarla. Aun así, algo en su postura, en la forma en que miraba hacia la dirección en la que se había ido la atokirina', lo inquietaba.

—Volvamos a la base —dijo finalmente, dirigiéndose no solo a Danae, sino también a los soldados que los acompañaban. Su tono era firme, inapelable.

Danae asintió en silencio, aunque su mente estaba lejos, sumergida en sus propios pensamientos. Mientras caminaba delante de su padre, no pudo evitar lanzar una última mirada al lugar donde había visto la atokirina'. Era como si aquella pequeña criatura le hubiera dejado una señal, un mensaje sutil que no lograba descifrar del todo. Recordó las historias que Jake Sully le había contado alguna vez, cómo esas mismas criaturas se habían posado sobre él cuando conoció a Neytiri, una señal de Eywa, la Gran Madre. Danae no había creído en esas historias, al menos no del todo. Pero ahora, después de lo que acababa de vivir, algo dentro de ella había cambiado.

Cada paso que daba de regreso a la base se sentía pesado, no por el cansancio físico, sino por la confusión emocional. Sabía que los Sully no eran peligrosos, al menos no para ella. Esa certeza se instaló firmemente en su corazón. Neteyam y Lo'ak la habían tocado, la habían observado con una mezcla de fascinación y cuidado, como si fuera algo frágil y valioso. Era una sensación que jamás había experimentado, y ahora, no podía esperar al día de mañana con la esperanza de volver a verlos.

 𝐇𝐲𝐩𝐧𝐨𝐭𝐢𝐳𝐢𝐧𝐠 ;; 𝙽𝚎𝚝𝚎𝚢𝚊𝚖 𝚢 𝙻𝚘'𝚊𝚔 𝚡 𝚘𝚌 | +𝟷𝟾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora