Limonada rosa

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—¿Ella sabrá cómo hacerlo? —inconscientemente, mis pensamientos encuentran su sonido en el exterior.

Intento descansar mientras veo la televisión sentada en el sofá, pero mi mente parece estar de viaje en otro espacio y maquinando en otras cosas, ignorando por completo lo que ocurre en la pantalla frente a mis ojos.

—¿Hacer qué? —escucho a Briggitte preguntar a mis espaldas —. ¿De quién hablas? —tenía que ser curiosa por naturaleza.

—Eh... nada. Solo estaba pensando en la nueva pasante de mi trabajo, parece un poco inexperta —me invento e intento sonar creíble.

—Ah, ya veo —asiente y sigue su trayecto hacia la cocina.

Afortunadamente aquella respuesta había sonado lo suficientemente convincente para Briggitte como para pasar de largo el tema y no hacer más preguntas.

—¿Qué putas estoy pensando? —murmuro una vez que Briggitte ha pasado de regreso a su habitación —. Cada día estoy peor —me regaño a mí misma en un intento de eliminar de mi cabeza cualquier pensamiento impuro con respecto a Montes.

Y es que nuestras sesiones de besos son cada vez más duraderas y mucho más intensas. Lo quiera o no, tengo varias noches fantaseando con un plano en el que ella y yo hacemos mucho más que solo besarnos, pero, por una u otra razón, al final siempre termino absteniéndome de hacer algún movimiento.

La última vez que nos vimos físicamente fue en casa de Gala, una semana después de lo del crucero; su padre había salido de la ciudad por un par de días con su hermano y había dejado a su hija a cargo del hogar y por ende de su tan preciado jardín. Montes me contó que ella no era la mejor ni una experta en la jardinería, y yo mucho menos, pero aun así me ofrecí para ayudarla con las plantas. De igual manera estaba aprovechando para tener más tiempo a solas con ella.

Salí del apartamento mentalizada para un encuentro nada fuera de lo común; vería a Gala, hablaríamos y reiríamos un rato, tal vez tomaríamos una bebida para refrescarnos mientras trabajábamos y haríamos el mejor esfuerzo para cuidar de las plantas de Arath. No obstante, cuando llegué y me recibió estando en el porche de su casa supe que me sería bastante complicado concentrarme en el hilo de la conversación, si es que teníamos una, con ella luciendo tan extremadamente sexy. Soy débil, lo admito.

Observé a Gala recargada debajo del marco siguiente a los escalones de la entrada, tenía puesto unas botas negras y guantes de jardinero, un overol holgado de mezclilla azul y un top deportivo blanco debajo; uno de los botones del overol estaba suelto, por lo que parte de su bendito abdomen quedaba a la vista. Su cabello rojo vino  estaba atado en un moño desprolijo, varios mechones se escapaban por los lados. Era notable que había estado trabajando en el jardín, tenía manchas de tierra en la ropa y pequeñas gotas de sudor rodaban por su cuello.

Creí que mi sentido de la vista estaba recibiendo demasiada estimulación hasta que en el rostro de la mujer frente a mí apareció una sonrisa ladeada y entendí que esa era mi perdición, la mayor de mis debilidades. Un sinfín de fantasías se dispararon en mi mente.

—Hey —Montes saludó haciendo un gesto con la cabeza y sin desaparecer su sonrisa.

—H-hey —mi voz tembló al hablar. Es extraño, por lo regular no soy yo la que tartamudea.

—¿Cómo estás?

—Bien —respondí intentando que mis ojos no se desviaran hacia su abdomen por milésima vez desde que llegué —. Hoy hace mucho calor —en sentido literal y figurado.

—Bastante —Gala simuló abanicarse con la mano —. ¿Entramos? —asentí.

Era la segunda vez que entraba a su casa; la primera vez no había prestado mucha atención en los detalles de las habitaciones aparte de la de Gala. En general, la casa tiene un aspecto rústico, acogedor y con decoraciones que reflejan la personalidad de las personas que la habitan. Pasamos por la sala, vi varias fotos de Gala y sus padres en algunos muebles; ella se parece más a su madre. Rara vez, Gala menciona a su mamá; en ocasiones he querido preguntar, pero siento que es demasiado personal, tal vez más adelante podamos hablar del tema con más confianza y naturalidad.

I Like Your Mom | Garime G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora