La inspiración pega fuerte cuando se trata de no tener nada que hacer más que actualizar
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Hazel: puedo leer? —pregunta a la vez que le pasan el libro.
Ares había hecho estallar un coche de policía, que era de esos sujetos muggles que cumplían el rol de aurores de una forma mucho más patética, y los mortales atribuyeron aquello a que había sido un secuestrador disparando un arma de fuego contra una tubería de gas rota.
Al final Percy terminó fingiendo un llanto frente a las cámaras diciendo que todo lo que quería era regresar a Nueva York con su padrastro. Así que la policía recolectó mucho dinero, más de lo necesario, y pudimos comprar los boletos de avión para llegar a Nueva York en tiempo record... claro que, tuvimos suerte de que nadie nos pidiera documentación o información porque yo no figuraba ni de cerca en algún registro de identidad muggle, pero eso no salvó a mis amigos nuevos de mi ataque de pánico ante la idea de volar.
Vale, puede parecer patético, pero es que... ¡odio las alturas! Además, Zeus me odia a mí y si vuelo estoy invadiendo su territorio, su reino, y las consecuencias de aquello ya las comprobé cuando intenté volar en escoba en Hogwarts. Todo el tiempo, desde el despegue en Los Ángeles hasta que aterrizamos en Nueva York, cerré mis ojos con fuerza mientras me aferraba gritando cada cierto tiempo en el oído de Annabeth. Aquella ave metálica daba más miedo que El-que-no-debe-ser-nombrado poseyendo a mi hermana y soltando un basilisco para matar a toda la escuela.
Y ni hablar de, lo que Percy y Annabeth llamaron, la turbulencia.
Pero para mi suerte y deseo de seguir viviendo un poco más, llegamos a salvo a Nueva York, sin ningún rayo golpeando y derribando el avión. Así que esquivando la prensa salimos del aeropuerto, nos separamos en la parada de taxis, Grover, Jade y Annabeth tomaron uno hacia el Campamento Mestizo, mientras que Percy y yo tomamos un taxi directo a Manhattan.
Treinta minutos más tarde entramos en el vestíbulo del edificio Empire State.
Nos acercamos al guardia y le dijimos-: Queremos ir al piso seiscientos.
El guardia leía un grueso libro con un mago en la portada. Que irónico, pensé con sarcasmo y un tanto cansada de todo esto. El libro debía de ser bueno, porque le costó lo suyo levantar la mirada.
-Ese piso no existe, chaval.
-Necesitamos una audiencia con Zeus —le dije yo ahora.
Me dedicó una sonrisa vacía-. ¿Una audiencia con quién?
-Ya me ha oído -exigí.
-Sin cita no hay audiencia, chica. El señor Zeus no ve a nadie que no se haya anunciado.
-Bueno, me parece que hará una excepción. -Percy se quitó la mochila y la abrió.
El guardia miró dentro el cilindro de metal y, por un instante, no comprendió qué era. Después palideció.
-¿Esa cosa no será...?
-Sí lo es, sí - le dije yo ahora— ¿Quiere que lo saquemos y...?
-¡No! ¡No! -Brincó de su asiento, buscó presuroso un pase detrás del mostrador y nos tendió la tarjeta— Insértala en la ranura de seguridad. Asegúrate de que no haya nadie más contigo en el ascensor.
Así lo hicimos. En cuanto se cerraron las puertas del ascensor, yo tomé la mochila de Percy porque se le notaba cansado de cargar con el rayo, y él metió la tarjeta en la ranura. En el tablero se iluminó un botón rojo que ponía «600». Lo apretó y esperamos, y esperamos. Se oía música ambiental, y al final con un «ding>> las puertas se abrieron. Salimos del ascensor directo al Olimpo.
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LEYENDO Cassidy Weasley y Los Elegidos.
Maceraun día llega a la mansión Black una carta diciendo que leerían la vida de un alumno sin saber que era la de cassidy. se sabrán secretos, amistades y amores. (ACTUALIZACIONES LENTAS)