Lo que pasa en las vegas se queda en las vegas

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En un rato subo otro capitulo
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Le pasan el libro a Nico para que leyera, este se queja pero aun así lo hace.

El dios de la guerra nos esperaba en el estacionamiento del mismo restaurante donde cenamos. Y yo entiendo que debo tener cuidado con lo que digo a los dioses pero Ares... me estaba causando el implacable deseo de darle unos buenos golpes por su bromita con el escudo para que cayéramos en la trampa que era para él.

-Bueno, bueno -dijo-. No os han matado.

-Sabías que era una trampa -le espeté.

Ares sonrió maliciosamente-. Seguro que ese herrero lisiado se sorprendió al ver en la red a un par de críos estúpidos. Das el pego en la tele, chaval -le dijo a Percy quien le arrojó su escudo.

-Eres un cretino -le espetó mi hermano furioso causando que Annabeth y Grover contuvieron el aliento mientras yo sonreía de lado y asentía en muestra de mi apoyo ante aquello.

Jade por su parte al estar más lejos se reía discretamente.

Ares sólo agarró el escudo y lo hizo girar en el aire, este cambió de forma y se convirtió en un chaleco que el dios de la guerra se colocó por la espalda.

-¿Ves ese camión de ahí? -Dijo para luego señalar un tráiler de dieciocho ruedas aparcado en la calle junto al restaurante-. Es vuestro vehículo. Os conducirá directamente a Los Ángeles con una parada en Las Vegas.

El camión llevaba un cartel en la parte trasera, que apenas y pude leer: «AMABILIDAD INTERNACIONAL: TRANSPORTE DE ZOOS HUMANOS. PELIGRO: ANIMALES SALVAJES VIVOS».

-¿Qué rayos...? -murmuré yo. A ver, que sí, que Ares había quedado en darnos transporte, pero no pensé que el transporte sería... bueno, esa cosa que no me parecía la adecuada para llevar animales.

-Estás de broma -dijo Percy.

Ares chasqueó los dedos. La puerta trasera del camión se abrió-. Billete gratis, pringados. Dejen de quejarse. Y aquí tienes estas cosillas por hacer el trabajo.

Sacó una mochila de nailon azul y se la lanzó a Percy. Contenía ropa limpia para todos, veinte dólares en monedas metálicas, una bolsa llena de dracmas de oro y una bolsa de galletas con relleno doble.

-No quiero tus cutres... -empezó Percy.

-Gracias, señor Ares -saltó Grover, dedicándole su mejor mirada de advertencia a Percy-. Muchísimas gracias.

Probablemente era un insulto mortal rechazar algo de un dios, pero Ares..., él definitivamente no ganaría un concurso de popularidad familiar si el voto final dependiera de Percy o de mí.

El chico se echó la mochila al hombro y siguió viendo al dios con enojo. Pidió a Ares por la parte del trato en la cual a cambio del escudo el dios le daría información de su madre, y así lo hizo. Resultaba que la señora Jackson no estaba muerta, tan solo la tenían como rehén.

-¿La tiene? ¿Qué quieres decir? -Preguntó mi hermano alterado y agitado.

-Necesitas estudiar los métodos de la guerra, pringado. Rehenes... Secuestras a alguien para controlar a algún otro -explicó Ares con sorna.

-Nadie me controla.

Se rio-. ¿En serio? Mira alrededor, chaval.

Y quizá, insultar a un dios sí era verdaderamente malo. Cuando Percy insinuó que Ares había sido cobarde al no ir él solo por su escudo, este le dio una especia de... amenaza, en la cual aseguraba que en sus próximas peleas no debería descuidar su espalda.

LEYENDO Cassidy Weasley y Los Elegidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora