La tia Eme nos sirve nuestra última cena

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Nuevo capítulo amigos mios, duda, ¿que opinan hasta ahora de Jade y Jake?

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Cuando me di cuenta, ya estaba lista para irme en un nuevo viaje, otra vez. Suspiré y guardé una última cosa en mi mochila antes de dirigirme junto al pino donde los demás me esperaban, un libro de mitología escrito en griego nunca vendría mal a alguien que apenas estaba aprendiendo de aquel mundo, ¿no?

Caminé donde Grover, Annabeth, Jade y Percy. El niño cabra iba con pies falsos y pantalones para hacerse pasar por humano, y la chica llevaba un cuchillo de bronce bajo la manga y su gorra de los Yankees que la volvía invisible.

La castaña jugaba con una daga que tenía un rubí en el mango.

Observé el pino mientras Quirón nos decía algo a lo que no puse mucha atención. Aquel majestuoso árbol anteriormente había sido una niña, me contaron algunos campistas, una pobre niña semidiosa que no logró llegar al campamento a tiempo, y que al morir su padre, Zeus, se había apiadado y la convirtió en un árbol que ahora nos protegía a todos. Genial, ¿no? Lo de todos los días, niños cabras y niñas que sus padres convierten en árboles.

Me pregunté si yo moría, ¿mi padre me convertiría en un coral o solo sería una alga marina? ¿Quizá una estrella marina?

Percy: no digas eso --le dice a su hermana.

Luke nos detuvo antes de podernos ir. Quirón nos había presentado con Argos, el vigilante del campamento. Y Luke nos tendió a Percy y a mí unas zapatillas que parecían bastante normales e inofensivas, pero ¡cómo no! Toda cosilla inocente podría matarte un día, y esas zapatillas no eran la excepción. Cuando el hijo de Hermes dijo una palabra, «Maya», a las zapatillas le salieron dos alitas blancas en los talones y comenzaron a volar. Y aunque a Grover le pareció divertido, Percy y yo nos asustamos y dimos un respingo en nuestro lugar. Yo jalé a Annabeth para usarla como escudo humano, Jade se hace a un lado.

-¡Esas cosas son de la muerte!--exclamé en un susurro, y Luke solo me dirigió una sonrisa de lado. Fruncí el ceño. Le tengo miedo a las alturas, ¿será que si no digo nada no salen esas alas? —toqué las zapatillas con un dedo algo desconfiada pero no quería ser muy descortés así que las metí en mi mochila y le di las gracias. Apenas nos alejásemos del campamento me encargaría de arrojar esas cosas bien lejos, o quizá se las de a Annabeth que parece desear cualquier cosa proveniente de Luke como un perrito que espera un premio por portarse bien.

Annabeth se sonroja de vergüenza.

-Pero ¿dónde tengo la cabeza? -exclamó Quirón. No puedo dejar que te vayas sin esto le dijo a Percy, y sacó algo del bolsillo del abrigo y se lo entregó. Era una pluma desechable normal, corriente y muy muggle, de tinta negra y con tapa.

-Madre mía —dijo Percy con tono irónico -. Gracias.

-Es un regalo de tu padre. Lo he guardado durante años, sin saber que te estaba destinado. Pero ahora la profecía se ha manifestado claramente. Eres tú.

-Claro, olvídense de la otra hija del dios de los mares —dije con burla yo, me crucé de brazos fingiendo indignación hacia Percy que me miró apenado. Solté una pequeña risita—. Anda, no te creas, yo tengo mi tridente y creo que tú eres demasiado flacucho como para levantarlo -me burlé y le guiñé un ojo divertida. Percy negó con la cabeza.

Cuando Percy destapó su bolígrafo este se convirtió en una espada que según Quirón se llama Anaklusmos.

En fin, que al final acabamos en un auto conducido por Argos hacia la parte oeste de Long Island. Parecía extraño ir de aquel modo considerando que cuando llegué estaba yo sola y debí correr y defenderme de una Benévola que intentaba asesinarme lenta y dolorosamente, y ahora estaba yendo camino a una posible muerte con Percy, Annabeth, Jade y Grover sentados a mi lado como si fuésemos amigos de toda la vida. Además de eso, ahora podía admirar un poco más la ciudad de lo que lo hice al llegar: cada edificio, el movimiento en las calles, las personas en los otros autos, cada niño en su restaurante de comida rápida favorito... en conclusión, que no se parecía nada el mundo muggle mortal en comparación al mundo mágico en el que crecí durante casi trece años, y mucho menos al mundo griego que aún no conocía ni por la mitad.

LEYENDO Cassidy Weasley y Los Elegidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora