Este capítulo contiene descripciones y menciones de temas sensibles que pueden ser fuertes para algunos lectores, se recomienda discreción
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|LEVI|
—Muchas gracias por darme una segunda oportunidad, no tiene idea lo agradecido que estoy.
—No es nada, entiendo tu situación.
—¿Situación?
—Ven, vamos afuera, está fresco y hace un bonito día.
Eren había decidido darme otra oportunidad. Esta vez, contactó directamente conmigo en lugar de llamar a Hange. Acepté de inmediato, quería remediar mi error para hacer feliz a mi amiga. Nos sentamos en la acera, enfrente de un parque casi vacío por el horario, fue mucho más informal de lo que imaginé.
—Dime, Levi —el hombre se sentó a mi lado en la banca y se quitó sus lentes de sol. —¿Hace cuanto que estás intentando dejar de fumar?
—Oh... —sus palabras me tomaron por sorpresa, no esperaba que fuera tan directo. —¿Fue tan obvio?
—De hecho no, mi novia fue la que se dio cuenta —Eren sonrió divertido.
—No recuerdo haber visto a su novia en la entrevista, señor —era obvio que no asistió ninguna otra mujer, pero comenzaba a dudar de mi propia mente después de todo lo que sucedió.
—Claro que no, ella no estaba ahí —soné como un completo idiota, lo noté en su tono de voz. —Pero cuando se lo comenté mencionó que yo me comportaba igual o incluso peor los primeros días que intentaba dejarlo.
—¿Pasaste por esto?
—Sí, es una mierda —agachó la cabeza en señal de tristeza, pero su sonrisa se mantuvo intacta. —Mi novia me ayudó muchísimo, lo dejé por ella y me siento mucho mejor ahora.
—Parece ser una mujer encantadora.
—Lo es, un ángel caído del cielo —su mirada cobró vida una vez más al mencionar a su pareja, se notaba que le tenía muchísimo aprecio. —¿Y tú? ¿Por qué lo dejas?
—Una chica...
—Ah, eres de los míos.
—Se podría decir que si —le sonreí, era reconfortante hablar con alguien que había pasado por lo mismo que yo estaba atravesando en ese momento. —Es muy rara, pero me gusta. Cuando nos besamos por primera vez casi vomita por el sabor a cigarro que había en mi boca.
El hombre se echó a reír, era como tener a un padre dándome consejos. A pesar de que ambos éramos adultos, él se veía de alguna forma más madura que yo, sentí una ola de confianza irradiar de él que casi hizo que le cuente toda mi vida en solo un segundo.
