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3 de Marzo de 2018
|LEVI|
No recuerdo cuando me quedé dormido, pero desperté con un dolor de cabeza inexplicable.
Me senté en mi cama y un extraño sentimiento de incomodidad invadió mi ser. Suelo amanecer solo y sin nadie a mi lado todos los días, pero esta vez ese lugar vacío junto a mí, me hundió el alma.
Caminé hasta el baño para lavarme los dientes. La boca me apestaba por todos los cigarrillos que fumé anoche, pero a pesar de eso, volví a prender uno nuevo tan pronto como terminé de enjuagarme la boca.
Paseé un poco por mi departamento, el objetivo era preparar mi desayuno, no obstante ese sentimiento de incomodidad seguía dentro de mí. Mi casa siempre estaba sola, sin embargo, esta vez la soledad me volvía loco; mi cuarto suele ser muy silencioso, no obstante, esa falta de ruido ahora me resultaba extraña. Todo estaba exactamente igual, así era cada día, pero por en esta ocasión, esa normalidad era demasiado irritante para mí.
No desayuné, en su lugar me tiré a la cama y miré al techo durante varias horas con la mente en blanco. No hacer nada fue la solución a mi locura mañanera.
De pronto, giré mi cabeza por tan solo unos segundos y mi atención se centró en un collar de plata que descansaba en la mesita al lado de mi cama. Fruncí el ceño y gateé por mis sábanas hasta tener en mi mano dicho objeto, lo reconocí al instante.
Liddy había olvidado su collar. No le tomé mucha importancia el principio, pero ese dije color azul en forma de corazón con el logo de Vivianne Westwood en el centro me atrapó al instante. Lo miré y analicé durante unos minutos, sabía que lo mejor era llamar a Liddy y devolver su collar, pero... No quería hacerlo.
Me justifiqué admirando la belleza de dicho accesorio. Era tan bonito que no me gustaría regresarlo. Aunque en el fondo sabía que no era nada más que un simple collar de imitación que podría comprar en cualquier feria, me convencí a mí mismo de que ese era lo mejor que había visto en toda mi vida solo para no sentirme tan mal por no devolverlo.
Lo coloqué al rededor en mi cuello con la intención de que no se perdiera en caso de que Liddy realmente lo necesite, si eso sucede no voy a dudar en dárselo, después de todo, le pertenece a ella.
Volví a dar una vuelta por mi casa, pero esta vez con un poco más de energía. Noté un gran cambio en mi forma de ver las cosas. Por alguna razón, ya no le tomaba importancia a dicha soledad en mi casa, solo disfruté del silencio y la tranquilidad que mi hogar me otorgaba. Preparé mi desayuno con una sonrisa en el rostro y me senté a beber mi té con tostadas delante de mi gran televisión mientras disfrutaba de esa compañía inexistente.
Sin embargo, mi alegría no duró mucho. El sonido de mi teléfono vibrando me sacó de mi nube de felicidad falsa. Era Annie. Atendí la llamada a regañadientes y bajé el volumen de mi TV para poder escucharla claramente.
