Prólogo

669 72 2
                                    

En lo profundo del Reino Tierra, entre las aldeas más remotas del continente, el Príncipe Zuko caminaba entre la maleza, teniendo cuidado de los animales salvajes y venenosos que habitaban el bosque.

Se sentía frustrado, sabía que su destino era ayudar y enseñar Fuego Control al Avatar, pero claramente ni él ni su equipo lo querían cerca, y él lo entendía. No esperaba que, después de perseguirlos por todo el mundo, lo aceptaran rápidamente en su grupo.

Sin embargo, tenía la falsa esperanza de que, tras salvarlos del asesino “al que él mismo había contratado y lamentaba”, al menos le habrían dado un pequeño margen de aceptación. Por supuesto, ese no fue el caso. Nada había sido fácil para él: primero, perdió su verdadero destino, y ahora también su Fuego Control. En verdad, la vida lo odiaba.

—Estás demasiado lejos de tu casa, príncipe Zuko—comentó una voz masculina detrás del chico de cabello negro, provocando que se diera la vuelta sobresaltado y observara atentamente al grupo detrás de él, maldiciéndose por no haberlos notado—. ¿No deberías estar en el palacio?

—¿Quién eres?—Preguntó Zuko mientras desvainaba lentamente su dao y daba un paso atrás—. ¿Qué quieres?.

—Me ofende que no te acuerdes de mí —se quejó el hombre con una sonrisa burlona; sus compañeros también rieron—. Sin embargo, estabas casi muerto para el mundo, así que no me sorprende.

—General Buijing —murmuró Zuko con desdén mientras lo apuntaba con su dao—. ¿Qué haces aquí? Es muy raro verte fuera de tu oficina... ¿Te envió el Señor del Fuego?

—No, por supuesto que no, pero hay una recompensa impresionante por tu cabeza que es demasiado tentadora como para dejarla pasar —comentó el general en tono burlón mientras cruzaba los brazos y los dos soldados se preparaban para atacar—. Y estoy deseando que me asciendan.

—Sobre mi cadáver— Gruñó Zuko mientras adoptaba una postura de lucha.

—Oh, Dios —dijo Buijing con arrogancia mientras hacía una señal a sus compañeros para que atacaran—. Nadie espera que estés con vida.

Pronto, los dos soldados avanzaron siguiendo las órdenes de su general, con fuego en las manos. Sus ojos ardían con la intensidad de las llamas que controlaban. Zuko rápidamente adoptó una postura de batalla; su mirada era serena, pero sus músculos estaban tensos, listos para el combate. Miró hacia Agni, y no pasaría mucho tiempo antes de que su hermana Tui se escondiera.

El primer soldado lanzó una ráfaga de fuego que iluminó el oscuro bosque. Zuko esquivó con la gracia de un maestro de aire control; sus espadas brillaron bajo la luz de las llamas.

Con un movimiento rápido, se lanzó hacia adelante, sus espadas cortando el aire con precisión letal. El sonido del metal chocando contra el metal resonó cuando bloqueó el ataque del segundo soldado, golpeándolo en el casco. Se dio la vuelta para desviar una bola de fuego lanzada por el primer soldado.

Zuko se movía con la gracia de un bailarín y la ferocidad de un guerrero. Cada golpe de sus espadas estaba calculado, cada movimiento era una obra de arte en medio del caos. A pesar de estar en desventaja debido a su falta de control, su determinación no vaciló. Con un grito de guerra, desarmó al primer soldado, sus espadas brillaron con un destello plateado.

El soldado restante redobló sus esfuerzos y lanzó ataques coordinados. Zuko se defendió hábilmente y sus espadas crearon un escudo impenetrable. Con un giro rápido, desvió una bengala y luego contraatacó; sus espadas encontraron su objetivo. El segundo soldado cayó y solo quedó el general.

Zuko se mantuvo firme, respirando con dificultad. Con el rabillo del ojo, vio al general Buijing intentando escapar.

Intentó atacarlo con sus espadas pero recibió una bola de fuego en el hombro. Al girar la mirada, vio que se acercaban cinco soldados. Con una mueca de desesperación, se dio la vuelta y corrió con los soldados en su persecución.

UN NUEVO DESTINO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora