capitulo 5

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El aire frío del invierno envolvía las calles de Musutafu, y la nieve caía suavemente, cubriendo todo con un manto blanco. Shouto, Fuyumi y Zuko caminaban juntos de regreso al apartamento, sus alientos formaban pequeñas nubes de vapor en el aire helado.

Los tres acababan de salir de la pequeña tienda de conveniencia que estaba a la vuelta de la esquina, cargando bolsas llenas de provisiones para la semana. Natsuo no había podido salir pues tenía unas tareas pendientes; además, no quería congelarse.

Fuyumi, siempre organizada, había llevado una lista mental de todo lo que necesitaban comprar, por lo que había sido la primera en ofrecerse para ir. Shouto no había querido quedarse con Natsuo, prefería estar siempre al lado de Zuko. El pequeño observaba cada detalle a su alrededor, disfrutando del paisaje invernal y de la libertad que Zuko les había traído. Zuko, con su presencia calmada y protectora, caminaba junto a ellos, asegurándose de que estuvieran a salvo y cómodos en el frío, usando su habilidad de fuego para mantenerlos calientes (había recuperado ese recuerdo la noche anterior y estaba ansioso por usarlo con sus hermanos).

Los tres habían dividido las compras para aliviar el peso y la multitud: Zuko llevaba las más pesadas, Fuyumi las medianas y Shouto las más livianas.

Sin embargo, a mitad de camino, Shouto se detuvo de repente. Zuko miró con curiosidad al pequeño y, con una pequeña mirada, se dio cuenta de que algo había captado la atención del niño. Buscó con la mirada qué era lo que tanto veía Shouto. Al mirar mejor en el callejón que tenían al lado, se dio cuenta de que cerca de un contenedor de basura había una pequeña caja de cartón, y dentro de la cajita, un gato mayor herido y asustado que se acurrucaba buscando calor. Estaba temblando de frío y miedo, sus grandes ojos verdes miraban a los tres con una mezcla de dolor y esperanza.

—Nee-san, Onii-chan, miren esto —exclamó Shouto, señalando la caja. Zuko no tuvo el corazón de decirle que ya se había dado cuenta.

Sin embargo, Fuyumi no. Ella se acercó rápidamente, su corazón se encogió al ver al pequeño animal en tal estado. Zuko, siempre sensible a las necesidades de los demás y de los más indefensos, también se arrodilló junto a la caja y extendió una mano con cuidado.

—Pobrecito —murmuró Fuyumi, acariciando suavemente la cabeza del gatito—. Está herido y congelado.

Shouto miró a Zuko con determinación en sus ojos bicolores; el pelinegro ya sabía lo que iba a pedir.

—Nii-chan, ¿podemos llevarlo a casa? No podemos dejarlo aquí en este frío —suplicó Shouto, haciendo ojitos de cachorrito, que desafortunadamente había aprendido de Izuku. Ese niño, por muy dulce que fuera, podía ser una mala influencia a veces.

Zuko observó al gato por un momento, sintiendo la desesperación y el miedo del pequeño animal. Sabía que no podían dejarlo allí, solo y herido, y mucho menos con ese clima, así que miró a Shouto y asintió con una sonrisa suave ante la pregunta del menor.

—Claro, Shouto. Lo llevaremos a casa y lo cuidaremos —respondió Zuko con una pequeña sonrisa. Fuyumi tomó las bolsas que Zuko había estado cargando.

Con muchísimo cuidado, Zuko levantó al gatito de la caja y lo sostuvo contra su pecho. El pobrecito, aunque estaba asustado, pareció relajarse un poco en los brazos de Zuko, quien, debido a su "Quirk", estaba caliente. También parecía como si supiera que estaba en buenas manos. Fuyumi y Shouto se turnaron para llevar las bolsas de compras mientras Zuko cargaba al gatito y lo iba calentando poco a poco.

Al llegar al apartamento, fueron recibidos por Natsuo, que parecía haber estado durmiendo y se sorprendió por el gato que traía Zuko en sus brazos. Shouto dejó las bolsas en el mesón, luego corrió a buscar un par de sábanas viejas en su habitación. Al regresar, las colocó en una caja que había encontrado en su cuarto también, creando una pequeña camita.

UN NUEVO DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora