Capitulo 18: Piercings a Escondidas?

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Millie se levantó de la cama, estirándose mientras sus ojos se dirigían al espejo que adornaba la pared de su habitación. Lucía su pijama suave y cómodo, y con una sonrisa tímida, levantó ligeramente la tela para ver su nuevo piercing del ombligo. La pequeña flor que había elegido brillaba delicadamente bajo la luz de la mañana. Se sentía emocionada y un poco rebelde, disfrutando de la sensación de tener algo nuevo y atrevido.

Bajó las escaleras de su casa, su hogar siempre tenía ese aire acogedor que le encantaba. Al llegar a la sala de estar, el aroma a desayuno recién hecho llenaba el aire. Boris, su padre, un fornido shiba inu, estaba en la cocina preparando una deliciosa mezcla de tostadas y huevos revueltos. Klaus, su otro padre, un elegante lobo ártico, estaba sentado en la mesa, leyendo el periódico y discutiendo algo casual con Boris mientras leía los titulares en voz alta.

—Buenos días, querida —dijo Klaus con su habitual tono suave, sin apartar la vista del periódico, pero sonriendo al escuchar los pasos de su hija.

—Buenos días, pequeña saltamontes —saludó Boris desde la cocina, dándole una mirada cómplice mientras volteaba las tostadas.

Millie se sentó en una de las sillas alrededor de la mesa y dejó escapar un suspiro alegre.

—¡Hola, papás! —respondió con entusiasmo, mientras Boris colocaba un plato lleno de tostadas frente a ella—. ¿Cómo están?

—Mejor que nunca, con un desayuno tan delicioso —respondió Klaus, cerrando el periódico y sonriendo a su hija—. ¿Y tú? ¿Cómo estuvo esa famosa fiesta?

Millie tomó una tostada y, mientras la untaba con mantequilla, decidió contarles todo sobre la fiesta, desde los disfraces hasta los momentos divertidos con sus amigos. Klaus y Boris escuchaban atentos, interesados en cada detalle. Pero cuando llegó al punto más importante, Millie tomó aire profundamente y sonrió con nerviosismo.

—Bueno, hay algo más que debería contarles —dijo, mirando de reojo a sus padres—. Ayer en la fiesta... me hice un piercing en el ombligo.

Boris y Klaus intercambiaron una mirada rápida de sorpresa, pero lejos de verse molestos, una sonrisa cómplice apareció en sus rostros.

—¿Un piercing? —preguntó Klaus, arqueando una ceja mientras su tono mantenía una mezcla de asombro y orgullo—. Bueno, bueno... ¿quién lo diría? Nuestra pequeña con un piercing.

—¡Quiero verlo! —exclamó Boris con entusiasmo, acercándose a la mesa para observar de cerca el nuevo look de su hija.

Millie, algo tímida pero emocionada, levantó un poco su pijama para mostrarles la pequeña joya en forma de flor. Boris sonrió ampliamente, mientras Klaus observaba con una mirada más reflexiva pero orgullosa.

—Te queda increíble, cariño —dijo Boris, sentándose junto a ella—. Realmente te queda genial, muy delicado y elegante, como tú.

Klaus asintió, todavía impresionado por la decisión de su hija. —Sí, debo admitir que me sorprende, pero tienes buen gusto. Es sutil, pero muy bonito.

Millie sonrió, sintiéndose aliviada y feliz de que sus padres reaccionaran de manera tan positiva. Había temido que pudieran enfadarse, pero su apoyo incondicional la hacía sentirse aún más segura de sí misma.

—Gracias, papás. Me alegra que les guste —dijo con una sonrisa más amplia, mientras continuaban desayunando juntos, compartiendo historias y risas como siempre lo hacían.

El día apenas comenzaba, y Millie sabía que tenía el apoyo y amor de su familia en cada paso que daba, incluso en los más atrevidos y llenos de pequeños actos de rebeldía.

"Rebeldes sin Causa"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora