𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 26

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Hermione baja del dormitorio de las chicas, provista de bufanda, guantes y uno de los gorros de elfo llenos de nudos.

-¿No se abrigaran?- pregunto Hermione a Melania y Mysteria al verlas tranquilas.

-Ya te lo dije, el frio no me molesta- dijo Melania.

-A mi tampoco, las mujeres Addams somos mas resistentes al frio. Aunque podemos llegar al sentirlo en caso de enfermedad o estar embarazada- dijo Mysteria.

-Eso explica porque mi madre sintió frio cuando esperaba a Pubert- susurro.

-Ya me muero por conocer a Hagrid- dijo con una sonrisa.

-Te va a agradar, es un buen hombre, es malo guardando secretos cuando esta borracho pero tiene un buen corazón- dijo Hermione con una sonrisa-. Al menos pónganse una bufanda, tengo estas dos grises- extendiéndoselas pero ambas niegan.

-Vamos chicas, hace mucho frio- dijo Ron.

Harry baja con la Capa de Invisibilidad y el Mapa del Merodeador

-Vamos Dedos- dijo Melania.

Dedos salta a su hombro.

Salieron por la abertura del retrato y se apresuraron a cubrirse con la capa; Ron había crecido tanto y ahora estaba Mysteria que tenían que estar juntos, y Ron encorvarse, para que no le asomaran los pies por debajo.

-Esperen- dijo Mysteria tomando la capa y esta se agranda lo suficiente para caminar tranquilos-. Listo.

-¿Utilizaste Engorgio?, ¿Por que no se me ocurrió?- susurro Hermione.

-Gracias Mysteria- susurro Harry.

 Bajaron despacio y con cuidado las diferentes escaleras, y se detenían de vez en cuando para comprobar, con ayuda del mapa, si Filch o la Señora Norris andaban cerca, por suerte no.

-¿Ese celador nunca duerme?- susurro Mysteria.

-Créeme, todos nos preguntamos eso- susurro Ron.

Cruzaron el vestíbulo con sigilo y salieron a los silenciosos y nevados jardines. Bajaron por la ladera, donde la capa de nieve cada vez era más gruesa, y por fin llegaron frente a la puerta de madera de la cabaña. Harry levantó el puño y llamó tres veces, e inmediatamente se oyeron los ladridos de un perro.

-¡Somos nosotros, Hagrid! -susurró Harry por la cerradura.

-¡Debí imaginármelo! -respondió una áspera voz-. Sólo hace tres segundos que he llegado a casa... Aparta, Fang, ¡Quita de en medio, chucho! -Se oyó cómo descorría el cerrojo, la puerta se abrió con un chirrido y la cabeza de Hagrid apareció en el resquicio. Hermione no pudo contener un grito-. ¡Por las barbas de Merlín, no chilles! -se apresuró a decir alarmado, mientras observaba por encima de las cabezas de los chicos-. Llevan la capa ésa, ¿no? ¡Vamos, entren, entren!

-¡Lo siento! -se disculpó Hermione mientras entraban apretujándose en la cabaña y se quitaban la capa para que Hagrid pudiera verlos-. Es que... ¡Oh, Hagrid!

-¡No es nada, no es nada! -exclamó él rápidamente. Cerró la puerta y corrió todas las cortinas, pero Hermione seguía mirándolo horrorizada. 

Hagrid tenía sangre coagulada en el enmarañado pelo, y su ojo izquierdo había quedado reducido a un hinchado surco en medio de un enorme cardenal de color negro y morado. Tenía diversos cortes en la cara y en las manos, algunos de los cuales todavía sangraban, y se movía con cautela, lo que hizo sospechar a Melania que Hagrid tenía alguna costilla rota.

Hagrid, que medía dos veces lo que mide un hombre normal, fue cojeando hasta la chimenea y colocó una tetera de cobre sobre el fuego.

-¿Qué te ha pasado? -le preguntó Harry mientras Fang danzaba alrededor de los chicos intentando lamerles la cara.

𝐌𝐞𝐥𝐚𝐧𝐢𝐚 y la Orden del FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora