03 - Una invitacion inesperada

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El sol apenas asomaba entre las nubes cuando Emma llegó al colegio esa mañana. Caminó por los pasillos con un sentimiento mixto: por un lado, estaba entusiasmada porque las pruebas del equipo de fútbol habían salido bien, y por otro, seguía dándole vueltas a lo que había pasado la tarde anterior con Iván.

"¿Por qué me importa tanto lo que piense?", se preguntaba mientras metía los libros en su casillero. Aunque trataba de convencerse de que no le afectaba, algo en su actitud la inquietaba. No podía negar que había algo en Iván Buhajeruk que la sacaba de quicio. Y sin embargo, esa misma incomodidad le despertaba una curiosidad incontrolable.

-¡Emma! -Rodrigo apareció detrás de ella, como siempre con esa sonrisa que hacía que todo pareciera más fácil-. ¡Al final te fue increíble ayer! Sabía que ibas a entrar en el equipo, pero la rompiste.

Emma sonrió, agradecida por el apoyo constante de Rodrigo.

-Gracias, Rodri. La verdad, me divertí mucho. Necesitaba hacer deporte otra vez -respondió, cerrando el casillero y girándose hacia él-. Pero... ¿Iván siempre es así? No sé si lo molesté o qué, pero se mostró bastante distante.

Rodrigo se rió, casi con resignación.

-Sí, mirá, Iván es... Iván. No es mala onda, pero a veces parece que tiene una barrera puesta con todo el mundo. Dale tiempo.

Antes de que Emma pudiera responder, Iván apareció caminando por el pasillo, su expresión fría como siempre. Rodrigo levantó la mano para saludarlo y Emma se quedó en silencio, observando cómo él se acercaba. Cuando llegó a donde estaban, apenas les dedicó una mirada antes de dirigirse a su casillero.

-Buen día, che -dijo Rodrigo, intentando romper el hielo. Pero Iván solo murmuró un "buen día" sin mucho entusiasmo.

Emma soltó un suspiro y decidió que lo mejor era no insistir. Aunque algo dentro de ella quería desafiar esa frialdad, por el momento prefería mantener la calma. "Si no quiere socializar, no es mi problema", pensó, esforzándose por no darle más vueltas.

Las clases avanzaron con normalidad. Emma, aunque era nueva, ya se sentía bastante cómoda en el instituto. Sabía que su actitud extrovertida la ayudaba a integrarse rápido, y eso la reconfortaba. Pero había algo que no podía sacarse de la cabeza: Iván y su inexplicable hostilidad. Cada vez que lo miraba, él parecía evitarla, como si estuviera decidido a mantener la distancia.

Al llegar el recreo, Rodrigo, como de costumbre, los arrastró a su mesa en el patio. Emma no estaba segura de cómo se sentía respecto a estar sentada con Iván de nuevo, pero decidió que no iba a dejar que su actitud le arruinara el día. Rodrigo hablaba sin parar sobre el próximo partido del equipo de fútbol masculino, mientras Emma intentaba seguirle el ritmo.

-Che, se me ocurrió algo -dijo Rodrigo de repente, interrumpiendo su propio monólogo-. Este finde mis viejos se van de viaje, y voy a tener la casa para mí solo. Podríamos hacer una pijamada, tipo juntarnos, pedir unas pizzas y ver alguna peli. ¿Qué les parece?

Emma lo miró con una mezcla de sorpresa y entusiasmo. La idea de pasar más tiempo con Rodrigo le parecía genial, pero la presencia de Iván complicaba un poco las cosas. Aun así, no podía evitar sonreír.

-¡Me encanta la idea! -respondió con energía-. Además, hace mucho que no hago algo así.

Rodrigo se giró hacia Iván, que había estado mirando su celular, aparentemente desinteresado.

-¿Vos qué decís, Iván? ¿Te prendés o te vas a hacer el aburrido?

Iván levantó la vista y se quedó en silencio por un momento. Emma sintió cómo una tensión sutil se instalaba entre los tres. ¿Vendría Iván? Aunque lo disimulaba, una parte de ella quería saber cómo sería interactuar con él fuera del colegio, en un ambiente más relajado.

-No sé... -respondió Iván, su tono distante-. Tal vez.

Rodrigo rodó los ojos, claramente acostumbrado a esa actitud.

-Dejate de joder, siempre decís lo mismo. Va a estar bueno, además Emma viene -dijo, empujando suavemente a Iván con el hombro-. Dale, nos juntamos el sábado tipo ocho, no tenés excusa.

Iván suspiró, como si aceptar la invitación fuera más una obligación que otra cosa.

-Está bien, voy. Pero si ponés una de esas pelis boludas que siempre elegís, me voy antes de que termine -dijo, aunque una pequeña sonrisa se asomaba en la esquina de su boca.

Rodrigo sonrió, satisfecho con su victoria. Emma, por otro lado, trató de disimular su sorpresa. A pesar de todo, Iván había accedido. Tal vez no estaba tan cerrado como parecía.

El resto del recreo pasó en un ambiente más relajado. Mientras charlaban, Emma notaba cómo Rodrigo siempre intentaba incluir a Iván en la conversación, como si estuviera acostumbrado a tener que sacarlo de su caparazón. Aunque Iván no decía mucho, de vez en cuando lanzaba algún comentario sarcástico que hacía reír a Rodrigo, y en más de una ocasión Emma tuvo que contener una sonrisa.

Pero aún así, seguía sin entenderlo. Por un lado, Iván parecía mantener esa actitud distante, y por otro, no podía evitar dejar entrever que, tal vez, no le era tan indiferente su presencia. "¿Qué te pasa conmigo?", pensaba Emma en silencio.

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Esa noche, la reflexión de Emma

De vuelta en su casa, mientras preparaba su mochila para el día siguiente, Emma no podía dejar de pensar en la pijamada del sábado. La idea de compartir una noche con Rodrigo le parecía divertida, pero la presencia de Iván le generaba una incomodidad que no terminaba de entender.

"¿Qué hago?", pensaba mientras miraba su reflejo en el espejo del baño. No quería parecer preocupada, ni mucho menos intimidada por Iván. Pero tampoco podía negar que él la afectaba de una forma que no terminaba de comprender. "Tal vez, si paso más tiempo con él, logre entender qué le pasa conmigo", se dijo a sí misma.

Al día siguiente, Emma se levantó con una sensación extraña en el estómago. No sabía si era nerviosismo o simplemente una mezcla de expectativa y ansiedad por lo que vendría el fin de semana. Pero una cosa tenía clara: no iba a dejar que Iván la intimidara.

Durante las clases, notó que Rodrigo parecía más emocionado que de costumbre. Se la pasaba hablándole sobre cómo organizar la noche del sábado, eligiendo qué pizzas pedir y qué películas mirar. Emma lo escuchaba atenta, pero cada tanto sus pensamientos volvían a Iván.

En el almuerzo, cuando finalmente volvieron a coincidir los tres, Emma decidió que no iba a darle tanta importancia al comportamiento de Iván. Era solo una pijamada. Solo una noche. Nada complicado.

-El sábado va a ser épico, ya lo siento -dijo Rodrigo, con una sonrisa de oreja a oreja.

Emma asintió, devolviéndole la sonrisa. Iván, por su parte, parecía más relajado que de costumbre, aunque seguía siendo ese enigma que ella no lograba descifrar.

Lo que Emma no sabía era que esa noche de pijamada no iba a ser tan simple como lo había imaginado. Iba a marcar un punto de quiebre en la relación entre los tres, y lo que surgiera de esa noche iba a cambiarlo todo.

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La chica nueva ; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora