20 ; otra princesa en el palacio

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tercera persona

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tercera persona

SALO LES HABÍA ALEGRADO LA NOCHE CON CENA, POSTRE Y KARAOKE. Pero Mora debía admitir que la mejor parte de todo era no tener que cuidarse de las cámaras todo el santo día. 

Sin cámaras, sin preocupaciones, solo amigos compartiendo una noche de disfrute. Mora miraba alrededor de la mesa mientras todos estaban ocupados con sus platos, charlando animadamente entre ellos. Sentada al lado de Rey, ella se sentía en su elemento. No tenía que preocuparse de nada más que de disfrutar el momento.

Romeo estaba sentado al lado de Rey, con Pipe a su lado. A pesar de su naturaleza reservada y a veces distraída, Roma parecía estar más relajado que de costumbre, y en cuanto terminó su plato, inclinó un poco la cabeza hacia los chicos mientras Merlín cantaba de fondo. 

—¿Cómo sé si una mujer me atrae o no?

—Y, qué sé yo —Rey se encogió de hombros—. Te cabe, te gusta, Roma.

—Es subjetivo, Roma —habló Pipe—. Es como... No hay lindo o feo. 

Julieta sonrió con coquetería, extendiendo el plato hacía Romeo. Mora sonrió, divirtiéndose al no darse cuenta cómo sí llamaba la atención. 

—Gracias —le murmuró él—. Claro, con mis ajolotes.

—¿Trajiste los ajolotes? —a Mora se le iluminaron los ojos.

—Sí. Para mí y para vos son lindos, porque son criaturas casi prehistóricas —asintió—. Y a mí me gustan. En cambio para Rey no. Porque los ve como bichos monstruosos.

—Ay, Rey. ¿Así dijiste? —arrugó la nariz, girándose a mirarlo. 

Su novio, que había pasado su brazo por el respaldo de su silla, apretó los labios y alzó las cejas.

—Eh. A ver. No dije monstruosos. Dije bichitos... Pero sí, ponele que va por ahí la idea, Roma.

—¿Vieron a Mei? —la voz de Otto los hizo girar, a todos menos a Romeo, que seguía muy enojado. 

—No, por acá ni apareció —contestó Pipe, y con eso marchó el genio tecnológico. 

Margarita apareció, acompañada de una chica teñida con el pelo rojo fuerte, teñido claramente. De inmediato, Mora sintió una sensación rara recorrerla; no le agradaba. A primera vista, no le había gustado.

—¿Alguien va a cantar conmigo o me van a dejar cantando solo toda la noche? —preguntó Merlín.

Única se levantó, pasándole su celular a Alaska. Pero la pelirroja le ganó de mano, adelantándose. A la par, comenzaron a cantar un tema (cuyos acordes le resonaron) en un idioma completamente raro.

Romeo siguió con sus preguntas, desconcentrándola de la imagen.

—¿Y cómo se hace para conquistar a una mujer? Cuando ya descubrís que te gusta —habló, jugando con la servilleta que tenía entre los dedos.

𝐜𝐨𝐬𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐯𝐨𝐬, rey (margarita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora