11 ; karaoke

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tercera persona

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tercera persona

"NOS VEMOS ESTA NOCHE, DESPUÉS DE QUE TODOS SE ACUESTEN. En el jardín, donde la luz de la luna apenas nos toca. No le digas a nadie."

Mora se dejó caer sobre la cama, la carta en alto frente a su rostro, mientras el corazón le latía con fuerza. 

Desde que había llegado al Hangar, su relación con Rey había sido... complicada. Había algo en él que le provocaba, que la desafiaba, pero que también despertaba en ella una atracción que no había sentido antes. Ese beso durante la grabación del videoclip había sido un punto de inflexión. Sus labios aún ardían con el recuerdo, y aunque lo había intentado ignorar, ya era imposible negar lo que sentía.

Un revoltijo de emociones, esa mezcla de excitación y culpa, se apoderaba de ella. No quería que sus amigas lo supieran, no quería que nadie lo supiera. Tal vez porque ella misma aún no estaba lista para entenderlo del todo.

Sin embargo, ahí estaba, releyendo la carta, acariciando con los dedos el borde del papel, como si su respuesta ya estuviera escrita en su cabeza, aunque algo dentro de ella le gritaba que era una mala idea. Porque era un secreto. Y Mora odiaba los secretos.

—Mora, ¿estás por acá? —preguntó desde la puerta, con su tono siempre tranquilo, aunque esa vez con una pizca de urgencia.

El corazón de Mora dio un salto. 

¡Merlín! 

No tenía ni un segundo para perder. En un movimiento rápido y torpe, escondió la carta bajo la almohada justo en el instante en que él asomaba la cabeza en la habitación.

—Ah, sí. ¿La viste a Margarita? 

Sus ojos, siempre serenos, buscaron algo en la habitación antes de fijarse en ella.

—No —negó Mora, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas. Era el nerviosismo que aún no lograba controlar. La carta debajo de la almohada parecía quemar.

Se preguntó cuántos gritos pegaría Merlín: no podía contarle lo que estaba pasando. Había habido discusiones entre ellos, y siempre sobre lo mismo: la actitud arrogante de Rey, cómo trataba a los demás, esa falta de respeto que a veces demostraba sin pensar. 

Para Merlín, Rey no era más que un pibe conflictivo con el que era mejor no cruzarse.

—¿Podes llamarla? —pidió—. Necesito hablar con ella.

—¿Y por qué no la llamas vos? —replicó Mora, tratando de distraerlo, aunque en su interior ya sabía que algo estaba mal.

—Ya la llamé 200 veces pero no me contesta —suspiró, completamente frustrado.

—... ¿Qué le hiciste?

—¿Qué le voy a hacer? —preguntó, casi ofendido.

Mora lo observó con atención. Algo había pasado, eso estaba claro. Frunció el ceño y entrecerró los ojos, apoyando un codo sobre la almohada que ocultaba la carta.

𝐜𝐨𝐬𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐯𝐨𝐬, rey (margarita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora