23 ; ficción o realidad

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tercera persona

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tercera persona

—ESO QUE QUE TE DIJIMOS, MEI. ¿Cómo vas a bailar sintiéndote así de mal, tonta?

Mora la abanicaba con fuerza, creando ráfagas de viento en un intento por reanimarla. El rostro de Mei, pálido y sudoroso, mostraba signos de agotamiento extremo. Un suspiro preocupado huyó por sus labios. 

—Apago las velitas. Ahí va —bromeó Ada, pero su tono suave era inusualmente contenido, como si la seriedad de la situación la hubiera tocado más de lo que ella quería admitir.

—Ya estoy bien —aseguró Mei, aunque su voz era apenas un murmullo—. No es nada.

Margarita llegó desde la otra punta, acompañada por Merlín. 

—¿Qué pasó? —preguntó—. ¿Se desmayó?

—Hm-mh —asintió la institutriz, sin apartar la vista de la chica.

—Estuvo ensayando todo el día —intervino Otto, de cuclillas ante ella—. No paró ni para comer. 

—Me bajó un poco la presión, no es nada —insistió Mei, forzando una sonrisa—. No hay nada de qué preocuparse.

—No, nada —replicó Ada, con un toque de sarcasmo—. Total, estás pálida como una hoja. Ahora te quedas acá tranquila que hablo con tus padres, ¿sí? 

—A mi papá dudo que lo ubiques. Y a mi mamá ni se te ocurra llamarla; de verdad, es muy exagerada. 

—Es mi deber, Mei —negó con firmeza, aunque su mirada mostraba una pizca de comprensión.

—Por favor, Ada...

—Mirá que te dije que era peligroso, eh —señaló Otto, cruzando los brazos con una expresión de reproche—. Y no me escuchás nunca.

—Bueno —intentó tranquilizarlo, en busca de no angustiar más a Mei.

Antes de que pudieran seguir con la conversación, la voz de Romeo irrumpió en el aire, cargada de pánico.

—¡Única! —gritó, alertando a todos.

Se giraron para verlo, su cara roja de rabia y frustración mientras marchaba hacia Única, quien estaba a unos metros de distancia con una expresión de desprecio.

—Sos una asesina —acusó, con los labios apretados y el ceño fruncido, su voz quebrándose mientras la apuntaba con el dedo.

Mora se levantó, lentamente caminando hasta quedar cerca de ella. 

—Mataste a mis ajolotes. 

—Pero ¿vos te sentís bien? —le replicó Única—. Me parece que comiste algo en mal estado vos. 

—Puse una cámara para monitorearlos y quedaste grabada. 

Agarró el teléfono, mirando como ella aparecía en escena para tomar el ajolote con sus uñas filosas y oscuras. Se lo terminó pasando a Merlín, mirando a la chica con cierta decepción.

𝐜𝐨𝐬𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐯𝐨𝐬, rey (margarita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora