9 ; desechos tóxicos

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tercera persona

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tercera persona

—¿¡QUÉ!? —LA VOZ DE MORA RESONÓ EN LA SALA, SUS OJOS AGRANDADOS POR LA INCREDULIDAD.

Merlín, frente a ella, levantó las manos en un gesto desesperado, con las palmas hacia arriba como si estuviera pidiendo clemencia.

—¡Te juro que te lo voy a recompensar! —respondió con tono de súplica, inclinando un poco la cabeza, como si eso le fuera a ayudar en su pedido.

Mora, cruzándose de brazos, frunció el ceño y abrió la boca para replicar, pero la cerró rápidamente, demasiado furiosa para encontrar las palabras. Su expresión era de indignación pura, un tanto cómica, como un pez fuera del agua intentando respirar. Finalmente, cuando las palabras encontraron su camino, su dedo índice apuntó directamente a Merlín, agitándose en el aire como si estuviera a punto de acusarlo formalmente de traición.

—Vos me estás entregando en bandeja a mí —señaló, su tono subiendo—. ¡A mí!

Merlín puso las manos en forma de plegaria, sus ojos grandes y suplicantes, la cabeza ladeada en un intento de parecer lo más patético posible. Sabía que estaba en un aprieto, pero también conocía a Mora lo suficiente como para saber que, con la suficiente insistencia, podría hacerla cambiar de opinión.

—Mora, es Rey. ¿Qué te va a hacer Rey a vos? —dijo con un tono que pretendía ser tranquilizador, pero que claramente estaba diseñado para minimizar la situación.

La alteró aún más. 

El calor subió a sus mejillas, y antes de que pudiera contenerse, sintió cómo el rubor la invadía. ¿Qué tenía que ver Rey en todo esto? ¡Era Rey! El mismo Rey que la volvía loca con su actitud provocadora, el que siempre encontraba la forma de hacerla sentir totalmente fuera de orbita, y ahora... ¿ahora Merlín la lanzaba hacia él como si fuera lo más natural del mundo?

—¡Ay! ¡Dios, basta con eso! —exclamó, sacudiendo las manos en el aire, como si quisiera borrar las palabras de Merlín—. ¡Vos me estás entregando en bandeja a... a él, para salvarte el pellejo! ¡Encima con Santiago involucrado!

Merlín se llevó una mano al pecho, ofendido de que Mora pudiera siquiera insinuar que estaba vendiéndola. Lejos de asustarse o amilanarse, sonrió con ese encanto natural que siempre parecía tener cuando estaba en problemas. Sabía cómo utilizar su carisma a su favor, y ahora estaba desplegándolo con todo su potencial.

—Te prometo que después me vas a poder pedir lo que quieras —dijo, ladeando la cabeza y poniendo la voz más dulce que pudo—. Por favor, Mora. Por favor, por favor, por favor...

Lo miró con una mezcla de duda y exasperación, sus ojos analizando cada detalle de la expresión de Merlín. Sabía que estaba desesperado por librarse de algo, pero no entendía cómo había terminado involucrada en todo eso.

𝐜𝐨𝐬𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐯𝐨𝐬, rey (margarita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora