18 ; asilo político

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tercera persona

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tercera persona

MEI Y OTTO SALIERON, CADA UNO, DE SUS RESPECTIVOS CUARTOS. Al instante, ambos revivieron lo ocurrido. 

—Mis padres querían que me fuera —rió Romeo—, pero tu novia, Clara, los está convenciendo. Ah, por cierto, dice que le contestes los mensajes. 

—Sé que sonó horrible —habló Otto—. Pero... Mei, déjame que te explique. ¡Mei! 

Ella le cerró la puerta en la cara, y no pudo evitar suspirar y quedar cabizbajo, sintiéndose plenamente culpable y desolado.  

—Pipe, ¿querés ser mi nuevo mejor amigo varón? —preguntó Romeo, llegando con la compañía del más nuevo entre todos—. Margarita y Mora se dividen en el puesto de mis mejores amigas mujeres. Por carácter transitivo, vos serías mi mejor amigo. 

—Obvio, Roma —dijo, suave y alegre—. Los amigos de Mar y Mora son mis amigos. 

—Sí —afirmó Romeo, con una risa nasal—. Eso es carácter transitivo, Pipe.

Y, sin siquiera frenarse a mirar a Otto, Romeo entró a la habitación. Pipe, en cambio, sí lo miró, apretando los labios con cierta lástima. Otto se fue por el pasillo al mismo tiempo que Zeki salía del cuarto, cruzándose de lleno con Pipe. 

Hice todos los rituales que me pasó Mei, pero nada. Creo que Pipe es el amor de mi vida. 

Tragó en seco, enrojeciendo sin parar, y no tardó en retroceder y cerrar la puerta tras elle, incapaz de apartar la mirada a pesar de estar llene de vergüenza. Pipe también entró al cuarto. 

Mora abrió la puerta de la habitación y se acomodó la remera negra, que se ajustaba a su torso como un guante, antes de girar sobre sus pies para mirar a Rey. 

Lo encontró ahí, esperándola como siempre, apoyado contra la pared y con esa sonrisa que le hacía cosquillas en el pecho.

—¿Viste que combinamos? —le preguntó, alzando un pie para mostrarle sus converse negras y luego señalando su mini de jean. La emoción se filtraba en cada sílaba.

—Te juro que no fue a propósito —respondió él, riendo—, pero si querés lo hacemos a propósito la próxima. Te aviso qué me voy a poner.

Mora no pudo resistirlo. La sonrisa de él era su debilidad, pero el tono en su voz era peor; esa mezcla entre burla y cariño la desarmaba. Dio un par de pasos hacia él y, en un movimiento rápido, se lanzó sobre él, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello. Rey no se sorprendió, como si hubiera estado esperándola. Como siempre. La risa de él, la calidez de su pecho vibrando contra el suyo, le hicieron cerrar los ojos un instante. Era uno de esos momentos en que Mora sentía que podría quedarse así, entre sus brazos, para siempre, sin preocuparse por nada más.

𝐜𝐨𝐬𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐯𝐨𝐬, rey (margarita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora