1 ; una historia de cuento

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tercera persona

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tercera persona

EL AIRE OLÍA A JAZMINES Y AL INCONFUNDIBLE AROMA A TORTA DE MANZANA QUE SU MAMÁ PREPARABA TODOS LOS MARTES. Mora estaba sentada en el patio de su casa (en una hamaca colgante que su papá había colgado para ella hacía años, cuando todavía era una nena), con la guitarra apoyada en sus piernas cruzadas y el ceño fruncido, concentrada en un acorde complicado que había visto en internet. Su larga melena caía desordenada sobre sus hombros mientras intentaba sacar una melodía que, aunque no era perfecta, le resultaba reconfortante.

Era una melodía suave, tan suave y tranquila que sus dedos flexibles se movían casi con desesperación, una emoción recorriendo cada nervio. Trató de mantener el ritmo, sin querer alterar a su hermanito Tobi; era autista y no hablaba mucho, pero eso nunca había sido un obstáculo para que Mora lo entendiera perfectamente. De hecho, era ella quien más lo comprendía en la casa, quien sabía qué hacer cuando él se frustraba, cuando quería comunicarse pero no encontraba las palabras, o cuando simplemente quería compañía en su silencio.

Se consideraba una afortunada total. Había crecido en un hogar lleno de amor, risas, y actividades por doquier. Si uno entraba en su casa en cualquier momento, era probable que escuchara un acordeón, un tambor africano o tal vez el canto de un pájaro que Mora cuidaba en el balcón. 

Su vida estaba impregnada de colores, texturas y sonidos. Era conocida en el barrio por su sonrisa siempre presente, sus manos habilidosas y su mente curiosa. Tenía un sinfín de pasatiempos; tocaba instrumentos que la mayoría ni siquiera sabía que existían, pintaba paisajes y figuras abstractas que parecían sacadas de un sueño, tejía con una destreza envidiable y se sumergía en cualquier actividad creativa que pasara por su cabeza.

Pero tenía una peculiaridad que la distinguía de sus amigos y conocidos: no sabía nada sobre su pasado biológico. Había sido adoptada de bebé por sus padres, Florencia y Gustavo, quienes la habían criado con un amor tan inmenso y desinteresado que jamás había sentido la necesidad de buscar más allá de los brazos que siempre la habían acogido. Sabía que la vida a veces podía ser cruel, pero sus padres la habían protegido tanto que Mora siempre veía lo mejor en las personas, tal vez con una ingenuidad que algunos podrían confundir con debilidad.

Sin embargo, últimamente, una duda empezaba a invadir su mente. Aunque no lo admitía del todo, sentía cierta curiosidad por su pasado. Sus padres siempre fueron muy claros desde el principio, y la hicieron sentir amada de tal manera que no sentía la necesidad de buscar respuestas fuera de su hogar. Pero ahora, a sus dieciséis años, algo había cambiado. 

Tal vez era la edad, tal vez eran las preguntas que empezaban a surgir en su entorno, con compañeros del colegio mencionando cosas como "¿Y tu verdadera familia?", como si esa palabra "verdadera" cambiara algo en su vida.

Mora sacudió la cabeza, intentando alejar esos pensamientos. No tenía sentido. Sus padres eran su verdadera familia, y Tobi era su verdadero hermano, sin importar el lazo de sangre o cualquier cosa que dijeran los demás.

𝐜𝐨𝐬𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐯𝐨𝐬, rey (margarita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora