26 ; enamorhada

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primera persona — Mora

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primera persona — Mora.

DURANTE TODO MI VIDA, ME PREGUNTÉ QUÉ ERA EL AMOR. Años de preguntarme cómo es que una persona puede cambiar tanto tu vida, cómo permitís que lo haga, al punto en que ya no imaginas un mundo sin él. 

Nunca pensé que me pasaría, incluso si soñaba con un amor digno de un cuento de hadas. El amor jamás había sido un punto de interés para mí; nunca me había gustado alguien, y tampoco le había gustado a alguien. En parte porque había crecido en una rutina casi estricta de casa al colegio y del colegio a casa; el Hangar había sido, efectivamente, un llamado de Dios. 

Sin embargo, conocer a Rey había cambiado todo eso. No sé cómo explicarlo sin que suene cursi, pero amarlo es como sentir el sol en la piel después de días de lluvia. Es algo que te atraviesa, te inunda, te completa por dentro de una manera tan suave y profunda, que ni te das cuenta de cuánto lo necesitabas hasta que lo tenés frente a vos.

Nunca había conocido a nadie como él. Yo, que había vivido toda la vida dentro de una burbuja, sobreprotegida por mis papás, sin conocer lo que había más allá de las paredes de lo conocido y de las seguridades que ellos me habían ofrecido. Siempre me dijeron que el mundo era peligroso, que me cuidara, que no confiara en cualquiera. Y yo crecí creyendo eso, pensando que el amor era algo lejano, algo que les pasaba a los demás, pero no a mí. 

Hasta que lo conocí a él.

Rey es un arrogante, y nunca voy a olvidar el fastidio que me recorrió tras mi primera interacción con él; había sido como si hubiese pinchado mi burbuja de cristal y me hubiera hecho ver el mundo a través de otros ojos. Sus ojos, esos ojos celestes como el cielo en verano, que siempre parecían estar llenos de algo más, como si escondieran secretos, pero también como si fueran ventanas hacia todo lo que él sentía. 

Me quedé mirándolo. Respiraba más tranquilo, aún con los ojos cerrados, su frente contra la mía; como si ese beso lo hubiera devuelto a la vida, como si le hubiera limpiado el alma de todo ese dolor que llevaba acumulado. Por primera vez en estos días, mis dedos no temblaban al tocarlo. 

Subí una mano a su pelo, acariciando sus rizos desordenados. A veces me daba la impresión de que su pelo era como él mismo: rebelde, indomable, con vida propia. Pero yo amaba ese desorden, amaba la forma en que esos rizos caían sobre su frente, o cómo se le alborotaban cuando se pasaba las manos nerviosamente por la cabeza, como lo hacía siempre cuando estaba preocupado.

Mi nariz rozó la suya, intentando atraparlo cual sirena atrayendo a un marinero. 

Jamás pensé que podía amar a alguien así. Y sin embargo, ahí estaba, con Rey, el chico que mi mente más odiaba (o no) y mi corazón más amaba. Ocurría que Rey no era lo que él aparentaba, era mucho más que eso. 

𝐜𝐨𝐬𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐯𝐨𝐬, rey (margarita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora