Capítulo 24: Part of me, part of you

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Con una mano sobre su frente sudada y su vista fija en una línea irregular en el techo, Macaque piensa en lo sucedido en los últimos días. Se ha dejado llevar mucho más de lo que debería. Primero, le cuenta a Wukong sobre que su cuerpo no funcionaba correctamente, luego le corresponde a su beso y finalmente se pone cariñoso con él en la cama, donde deja que acaricie su cabeza hasta el punto de dormirse entre sus brazos. No se siente orgulloso de esto. Ha estado demasiado tiempo odiando, planeando cómo vengarse, pensando en cómo se aprovecharán de él si es débil y, aún así, se relaja en frente a su asesino, porque recuerda los momentos que pasaron juntos, recuerda que él fue en quien más confío, que siempre le dijo todo, que se acurrucó a su lado en el pasado, que se sintió seguro con él de una manera en la que no lo hizo con nadie más.

Y ahora, con toda esta situación pasando, Wukong ha sido dulce, suave, tranquilo; ha prometido amarle, ha tomado sus manos, le ha besado. Se siente perdido, su estomago haciéndose nudos. Está decepcionado consigo mismo, porque cuando Wukong comienza a decir las palabras dulces, cuando le mira y se acerca demasiado, sus preocupaciones son diluidas y solo quiere recibir su afecto, ser tratado con cariño y cuidado, pero apenas se separan, el miedo vuelve, gritando en su mente como una sirena de ambulancia, ruidosa y molesta, diciéndole que se ha equivocado, que se ha visto estúpido, que es risible lo fácil que se deja engañar.

Quiere ser amado, pero a la vez, si el inmortal realmente corresponde a sus sentimientos, eso significaría que ha estado equivocado todo este tiempo, pensando primero en cómo hacerle daño y luego en cómo le harían daño a él si se muestra demasiado débil. ¿Se ha sentido así de paranoico por nada? Sabe que sus miedos no están infundados, pero ¿vale la pena seguir aferrándose a ellos cuando las cosas parecieran estar mejorando? No se atreve a ignorar una parte de sí mismo que ha sido tan relevante en esta etapa tormentosa de su vida, porque si lo hace y sus miedos se vuelven realidad, estará otra vez solo, de nuevo pudriéndose literal y figurativamente, culpándose a sí mismo por haber tropezado dos veces con la misma piedra, habiendo creído las fantasías fabricadas para que bajase su guardia y otra vez se le apuñalase por la espalda (o que le empalasen un bastón en el rostro).

Pero, de todos modos, ¿qué sentido tiene el preocuparse de quedarse completamente solo? ¿Acaso no lo está ya?

Estando profundamente metido en sus pensamientos, ignora los pasos y no se da cuenta de que alguien más ha entrado al cuarto. Pigsy se queda quieto en el centro, llevando en sus manos una bandeja con comida humeante y recién hecha. —Siéntate. Te traje el almuerzo.

Macaque se queda allí, su cuerpo sintiéndose exhausto, su mirada apenas enfocándose en el hombre cerdo antes de que acate a las instrucciones, su cabeza sintiéndose pesada y como si diese vueltas. Se sienta sobre la cama de Mk, sobre la que ha estado acostado porque le insistieron en que la usará mientras estuviese enfermo, y apoya su espalda contra la pared, quedándose quieto tras eso, luciendo casi hueco y sin vida como un muñeco.

Pigsy no cree que vaya a acostumbrarse nunca a esta vista, al cuerpo de su hijo tan fuera de carácter. Falta su chispa, su avives, su manera de intentar que todo se vea mejor de lo que es, de querer tranquilizar, de querer alegrar a otros. En su lugar, está viendo a un resfriado depresivo que parece haberse rendido en la vida. Él suspira, levantando la bandeja con una sola de sus manos y llevando la otra hacia la espalda de Macaque.

—Muévete un poco. —El contrario obedece, encorvándose hacia adelante, lo que le da pase libre al hombre a las almohadas, las que toma y acomoda para que hagan de un respaldo cómodo para la espalda del más bajo. Por un segundo recuerda las veces que ha tenido que ocuparse de cuidar de MK, porque muchas veces ha dejado de lado sus propias necesidades hasta llegar al punto en el que es necesaria su intervención. Con Macaque siente lo mismo; el tipo necesita ayuda.

El cocinero baja con cuidado la bandeja hasta ponerla sobre las piernas del ex demonio de sombras, soltándola solo cuando esté coloca sus manos en ella para darle firmeza, lo que le asegura que la sopa caliente no vaya a derramarse y le deje teniendo que lidiar con quemaduras nuevamente.

Macaque se queda allí, mirando su reflejo apenas visible en el líquido tumultuoso, su propia conciencia sintiéndose espesa y sin claridad. —No es necesario que me alimentes. Sabes que puedo comparar algo después.

Pigsy agarra la silla que está puesta a un lado del escritorio y la gira para que encare en dirección a la cama, sentándose sobre esta y doblándose, apoyando sus codos sobre sus piernas. —Te lo he dicho; puedes pagar por todo eso después, solo asegúrate de comer —sus palabras suenan cansadas, porque ha intentado que Macaque se relaje varias veces con este tema. Por supuesto, le gustaría no perder dinero y, ahora que tiene dos bocas que alimentar, las ganancias se están volviendo reducidas, pero está persona está habitando el cuerpo de su chico y cree que ha hecho que se vuelva más delgado y pálido, con ojeras oscuras bajo sus ojos. No es una buena vista, porque le hace sentir al demonio cerdo que hay mucho más que está mal más allá de solo lo que está en la superficie. Una mente saludable crea un cuerpo saludable y estas señales hacen obvio lo lejos que Macaque está de encontrarse bien. —Y hazlo mientras aún está caliente.

Este trato amigable se siente completamente inmerecido para Macaque. Él apareció de repente, hace cinco años, atacando al hombre, a su familia y amigos y luego fue agregado al grupo, como si sus horribles acciones no afectasen a estas personas. —Realmente no deberías preocuparte por mí. —Hunde la cuchara en la sopa, con movimientos lentos y rígidos que no encajan con la manera en la que se debería comportar este cuerpo. —Sé que la situación hace que lo perezca, pero no soy tu hijo. No hay necesidad de que hagas esto. —No es la persona por la que deberían estar preocupándose y no debería estar provocando tantos problemas. Debería estar en su casa, lejos de estas personas, para así no molestarles, no hacerles perder el tiempo, no incomodar con su presencia. —Puedo cuidarme solo. He estado bien por mi cuenta.

Para el cerdo todo esto parece un sinsentido; sabe bien quien es Macaque y también sabe que el cuerpo en el que está volverá a ser el de MK, así que lo lógico es cuidarle de la misma manera en la que lo ha hecho con él durante todo este tiempo, porque si algo le pasa mientras está así, nunca se lo perdonará. Además, el guerrero se ha vuelto muy importante para su hijo y les ha ayudado varias veces en el pasado; no tiene motivos para darle la espalda, o al menos cree que ya pagó su cuenta y que es innecesario guardar rencores hacia él. —En este momento eres mi hijo y te voy a cuidar como tal. —Pese a que su razonamiento es correcto, las palabras que usa para referirse a esto no son las mejores y Macaque frunce el ceño por ello, profundamente incómodo.

El más bajo se siente de nuevo sin apetito, la culpa retorciéndose dentro suyo. Otra vez piensa en cómo le ha estado quitando las cosas al niño. Su cuerpo, su ropa, un espacio en su dormitorio y ahora a su familia. Es inmerecido que esté viviendo de esta forma, que le vean como si fuera MK, cuando no se le parece en nada. El chico es amable, carismático, dulce, encantador. La gente desea estar a su alrededor porque es un buen amigo y un buen hijo, pero ahora él tiene su rostro y pareciera que eso es suficiente como para que esté recibiendo el afecto que debería ser exclusivamente para el joven. —Que MK no te oiga. Ya se siente lo suficientemente mal con la situación como para que le estés reemplazando.

Pigsy se endereza inmediatamente, su expresión cansada cambiando a una de molestia. —No te confundas. Nunca reemplazaría a mi hijo. Solo te voy a cuidar como si fueras él porque estás en su cuerpo y luego se lo devolverás. —Se siente completamente ofendido con las palabras que oyó: la acusación audaz de que podría dejar a un lado a quien ha criado con tanto esmero. —No estoy cambiándolo.

Macaque no se siente mejor con esas palabras. Esta conversación parece estar destapando sus preocupaciones lentamente y dándole un golpe bajo tras cada una de ellas. Lo que ha oído es una confirmación de que todo el afecto que ha recibido no es por nada más que por el cuerpo en el que está. No están preocupados por él, solo por la vasija que habita. Quiere irse y desaparecer, porque no ha sido más que una molestia. No ha hecho más que aprovecharse de una situación desafortunada sin siquiera quererlo, comenzando a creer que podría confiar en estas personas, pero no debe ser tan ingenuo; hasta que esto acabe no hay ninguna seguridad de que a su alrededor estén siendo sinceros. Todo podría ser un acto para monitorearle. Seguramente eran agradables antes también por eso, para asegurarse de que no hiciera más daño. Sin duda todos le detestan. No puede confiar en nadie.

Pigsy parece notar que fue muy contundente con las palabras, decidiendo que lo mejor es cambiar el tema a otro que sea más fácil de controlar, uno que no le genere tanto conflicto y preocupación. —¿Cómo les ha estado yendo en el entrenamiento? No me han hablado mucho de ello.

—Va bien. Estamos mejorando —es todo lo que dice, dejando las palabras colgar en el aire mientras el contrario espera a que prosiga, a que dé cualquier detalle.

—Siguen en el punto de partida, ¿no? —Él no tiene fe en lo del entrenamiento. Cree que es una pérdida de tiempo y que, mientras más se mantienen en estas formas, más posibilidades tienen de que algo peligroso les suceda. Macaque no responde, decidiendo usar este momento para probar el caldo; el único motivo de ello es que no se puede hablar con la boca llena y por tanto puede guardar silencio. —Quiero acompañarles al reino celestial.

El castaño suspira tras terminar su bocado, habiéndose imaginado que algo como esto pasaría. Realmente, no le importa si viene más gente, aunque imagina que a Wukong no le agradará la idea, porque significará tener que mantener la vigilancia sobre un grupo más grande en un territorio dónde no tiene buena fama. —Haz lo que quieras.

(⋯)

En su mayoría estuvieron en silencio mientras Macaque comía, Pigsy habiéndose negado a irse sino hasta que terminase, queriendo asegurarse de que reciba los nutrientes necesarios y que deje de bajar de peso. Cuando escucha la cuchara arrastrarse directamente sobre la superficie de losa y el ex demonio de sombras suelta el cubierto, se levanta y toma la bandeja con todas las cosas aún sobre esta, dándose la vuelta para salir del cuarto, pero oye movimiento tras suyo y se voltea para ver que el más bajo se está levantando de la cama. —Si necesitas algo puedes pedírmelo y te lo traeré. Quédate en la cama.

—Me siento mejor. Voy a salir. —Macaque suena completamente seguro de esto, como si no estuviese esperando que le detuviesen o como si pensara que hacer esto es lo correcto. Y lo hace. Quiere irse de aquí para dejar de ser una molestia y simplemente tirarse en el piso de su dojo hasta que se mejore, como suele hacer. Pese a que sabe que se está preocupando por su cuerpo, espera que su personalidad sea suficiente como para que en realidad no le importe lo que haga y le deje irse (porque siempre se ha sentido como si los demás quisieran que se fuera y cree que hacerlo es lo correcto para hacer a todos más felices).

El cocinero no necesita volver a escudriñar su aspecto para recordarse lo mal que está, lo desecho que parece. Todavía ha de tener la fiebre alta y aún así dice sentirse bien para poder irse por allí como si no pasara nada. Casi se está preguntando cómo es que ha sobrevivido tanto tiempo si sus capacidades de autocuidado son tan completamente nulas. —Te quedarás y descansarás. Aún te falta mucho para recuperarte.

Y solo con esas palabras, la convicción de Macaque se ha ido, dejando sus hombros caer y su espalda encorvarse. Ha fallado. Estar en este cuerpo le convierte en una molestia que los demás quieren tener bajo vigilancia porque no confían en él y él solo está haciendo todo incómodo. —Está bien.

(⋯)

MK acaba de volver y se encuentra decepcionado. Su padre le dijo que Macaque seguía muy enfermo y que si iba a su cuarto, tuviese cuidado al entrar por si acaso estaba durmiendo, porque necesitaba el descanso. Ahora el chico está asomándose por la puerta a su dormitorio, encontrándose con el guerrero sentado en la silla frente a su escritorio, escribiendo sin parar y sin siquiera notar su presencia. Él abre el resto de la puerta con fuerza para llamar su atención y luego da un paso dentro de la habitación, cruzándose de brazos y frunciendo su expresión, intentando lucir tan autoritario como Pigsy. —¿No deberías estar descansando?

Macaque deja de escribir, dejando su bolígrafo sobre la mesa y llevando su mano derecha a su rostro para frotárselo mientras mira al chico. MK otra vez está sintiéndose incómodo con estar viéndose a sí mismo, sobretodo ahora, cuando la imagen se ve tan vulnerable. ¿Luce así siempre que se resfría? ¿Su piel se vuelve más pálida y sus ojos vidriosos cada vez? Siente una punzada de simpatía ahora por todas las veces que ha visto a Pigsy dejando todo de lado para tenerle a él como prioridad en los días que se encuentra enfermo. Ahora lo entiende mejor, porque también quiere asegurarse de que Macaque se encuentre bien.

—No me siento mal y ya he descansado todo el día. —Macaque otra vez está dando mentiras fáciles de contrarrestar, porque solo hay que señalar lo obvio para demostrar que todavía está terriblemente enfermo. Aún así, él tiene sus motivos para haberse levantado a escribir. Primero, porque realmente necesita poder distraerse y esta es su mejor manera de disociarse del mundo y, segundo, porque está comenzando a estar muy atrasado en la entrega de su guion y debería ya haberlo terminado. El dinero no crece de los árboles, después de todo.

MK da unos pasos hacia adelante y levanta su mano, colocándola sobre la frente del contrario, pero él se agita y echa para atrás para que no haga eso, por lo que el chico debe tomar su rostro usando también su otra mano para que se quede quieto. Pese a que Macaque sigue frunciendo su ceño, deja que se le revise la temperatura corporal esta vez. —Estas ardiendo. No estás bien. —Tras decir eso, retira sus manos, dando un paso atrás.

El mayor se cruza de brazos, mirando hacia el escritorio, a sus escritos y luego al conjunto de papeles y cómics que están sobrepuestos a un objeto en el que no ha querido pensar: el bastón. Sigue allí, se ha mantenido en el borde de la mesa, esperando su momento para ser usado de nuevo, y Macaque no ha podido ignorarlo del todo a pesar de que apenas es visible bajo todas las cosas que se le colocaron por encima, su borde dorado siendo lo único que destaca. Wukong le dijo que se lo llevase la próxima vez que fuera y la verdad es que no quiere tener que tocarlo ni mucho menos tener que entregárselo directamente a su asesino. Prefiere que MK sea quien lo use.

—Mk...

—¿Sí?

—Puedo hacer que seas capaz de tomar tu bastón de nuevo —Macaque dice, ya con un plan de cómo evitar tocar esa arma que tanto odia y de poder darle magia extra que le dará un mayor margen de acción al chico, lo que ayudará a que no se mate cuando empiece a enseñarle sobre sus portales de sombras.

La boca de MK se abre de la sorpresa antes de que la cierre, dando unos pequeños saltitos en su lugar, lo que le hace parecer un resorte. —¿En serio? ¿Cómo?

—Puede que sea un hechizo complicado para ti, que estás apenas aprendiendo a usar mi magia, pero vale la pena intentarlo.

(⋯)

Han pasado unas dos horas y Mk sigue intentando que el hechizo funcione, sus manos estando sobre la espalda de Macaque mientras sostiene una hoja con un círculo ritual dibujado. Se le dieron instrucciones específicas sobre lo que debía hacer, aunque todo lo relacionado a la magia le parece complicado de entender. Se le dijo que tenía que pensar en lo que quiere hacer con la magia dorada, imaginarla mezclándose con la de sombras, arrebatándosela a Macaque. Y ha tenido problemas con la última parte.

—¿Estás seguro de que no es doloroso? —MK pregunta de nuevo, preocupado de que esto le haga daño a un amigo suyo, sobretodo ahora que ya de por sí no se encuentra bien.

—No lo es. Va a estar bien.

El joven se queda unos momentos más pensado en este hechizo que no está seguro de si quiere usar, porque sabe cuál es y sabe que le causó daño en el pasado. Macaque lo usó en él cuando se conocieron, pues es la manera en la que pudo quitarle su magia y usarla. —A mí... me dolió cuando lo usaste en mí. —Admite luego de un rato en silencio, susurrando con incomodidad. No quiere traer este tema de vuelta. No quiero hacer que Macaque se sienta culpable por esto; pero tampoco quiere fingir ignorancia, hacer el hechizo y provocarle algún mal al contrario.

Macaque esperaba que MK no se diera cuenta de lo que estaban haciendo pese a las obvias señales. Sabía que se iba a preocupar y que eso le haría más difícil el crear el vínculo mágico. No se siente bien ocultando cosas tan importantes, pero tampoco quiero que el chico sea privado de su propia magia y del bastón que simboliza una conexión entre él y Wukong (pese a que para Macaque esa arma solo simboliza la separación entre ellos).

Cree que darle su magia de vuelta es lo mejor, pero a la vez prefiere evitar hablar de ello, porque la situación es muy similar al momento en el que se conocieron; la magia de luz se convertirá en magia de sombras; el cuerpo de MK, el que actualmente habita, comenzará gradualmente a quedarse despojado de sus habilidades y no las recobrará sino hasta que el sello se rompa y la magia se regenere. Es como si otra vez estuviese robándole y aprovechándose de él, pese a que sabe que está intentando hacer lo contrario en esta ocasión.

—Fui demasiado brusco contigo. Quité mucha magia demasiado rápido. Mientras no hagas eso, va a estar bien. —Y es la verdad. A lo largo de los días, el vínculo mágico se profundizará y será más fácil usar el poder de la persona que tiene el sello en la espalda, haciendo que se le pueda arrebatar más de este cada vez. Mientras MK no se utilice en exceso, los dolores se mantendrán al mínimo. De todos modos, esto hará que pueda estar más en paz con el hecho de que el chico esté en su cuerpo, porque ha estado aterrorizado con la idea de que agote sus reservas mágicas.

—¿Cómo puedo deshacerlo si te comienza a doler? —No puede permitir que Macaque sufra el mismo dolor que él. No quiere que nadie lo haga, por eso tiene que saber cómo eliminar el vínculo cuando las cosas comiencen a ir mal.

—Quien tiene la marca en la espalda puede deshacerse del vínculo cuando quiera con solo pensarlo. Puedo acabar con él cuando sea necesario —miente, porque así no es cómo funciona. Para quitar el sello es necesario otro conjuro, pero no quiere dárselo a MK, porque si llega al punto de gastar tanta magia como para generarle dolor, significará que ha gastado sus propias reservas y dejar de darle magia en ese momento podría matarle. Por otro lado, MK pudo romper el vínculo por sí mismo en el pasado, aunque Macaque no tiene ni idea de cómo lo hizo y no cree que él sea capaz de llevar a cabo lo mismo.

—Oh, está bien. Eso... eso me tranquiliza —MK suspira, recordando también el hecho de que pudo deshacer el hechizo por sí solo y pensando en que seguramente Macaque conoce una manera más fácil de hacerlo. Aún está algo nervioso por todo esto, pero confía en él, así que le hará caso.

(⋯)

Ha sido otra media hora antes de que la hoja con el círculo ritual comience a mezclarse con la ropa de Macaque, dejando salir un brillo púrpura y desapareciendo completamente. MK sonríe, echándose hacia adelante y abrazando al mayor por detrás. —¡Lo hice, lo logré!

Macaque, pese a sus preocupaciones, tiene una pequeña sonrisa en el rostro. —Sabía que podrías hacerlo —le felicita suavemente, apoyando su peso sobre el contrario mientras se deja abrazar. Solo ha estado aquí sentado, pero se siente agotado.

MK se separa luego de un rato, bajándose de la cama y sacando los cómics y papeles de encima del bastón, mirándolo con emoción y colocando una de sus manos encima de este para luego tirar y poder sostenerlo. No lo logra. Se siente pesado e inamovible, al igual que todas las demás veces que ha intentado levantarlo mientras ha estado en este cuerpo. No demora en empezar a doblarse y agitarse, subiendo sus pies sobre la mesa y silla para estar más alto y poder estirarse más mientras tira del objeto mágico. —¿Por qué no funciona? ¿Hice algo mal? —dice, casi gritando.

Macaque pestañea, pensando en que no debería sorprenderse de lo rápido que el chico se está desesperando por conseguir el bastón. Así que se aclara la garganta para llamar la atención del más joven y explicarle lo que está pasando. —Acabas de crear el vínculo. Debes darle tiempo para que se fortalezca y comiences a tener algo de tu magia de vuelta. No puedes solo tomar tu bastón ahora.

El menor cae al suelo, entre las hojas y los cómics que fueron tirados, pareciendo como si hubiera sido deshuesado, derritiéndose en decepción. —¡Quería que fuera ahora, ow!

—Ya pronto —el guerrero dice con una pequeña sonrisa comprensiva antes de meterse en la cama, con deseos de perder la conciencia y poder dormir sin sueños de por medio.

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