Capítulo 20: through your eyes

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Su corazón golpea como un tambor, sus ojos abriéndose al instante, su cuerpo bañado en sudor. El lugar es oscuro, apenas iluminado por la luz de la luna que entra por la ventana. Él no está seguro de donde está mientras su mente aún está pasando de la inconsciencia a la lucidez. Se mueve bruscamente, sentándose en su cama, la que es cómoda y blanda en contraste con los golpes que presenció en su sueño. No fueron reales, pero eso no impide que le falte el aire y sienta como si se le hubiera perforado el pecho pese a no tener ninguna herida. Por un instante cree que va a morir. Pero no fue él quien murió.

En su cabeza presenció otra vez los horrores de los que es capaz. Ha hecho daño, ha traicionado, ha matado. Se lo ha hecho a quienes no lo merecen, se lo hizo a quién debió proteger. Su aliento se sigue quedando atrapado en su garganta, sus pulmones pidiendo más oxígeno, pero no puede concentrarse, no puede recordar cómo respirar. Sus ojos están llenos de lágrimas y no se atreve a tocarlas ni a pestañear, temeroso de que en realidad la humedad que siente sea sangre, derramándose por su rostro. La sangre de la víctima manchando la cara de su asesino.

Sus manos están quietas, lejos de la vista; su espalda recta y tiesa en el lugar. No puede mirar hacia abajo: él aún está atrapado en sus recuerdos. El sonido similar a los cascabeles a su alrededor, el dolor en la cabeza, el bastón entre sus manos. Si mira para abajo verá lo que hizo el ruido sanguinario y será recibido por el rostro desfigurado y sangrante de quien ha empalado.

No puede volver a ver a Macaque morir.

Y ese pensamiento le lleva a la realización de que mato a su mejor amigo. Claro, él lo sabe, lo ha sabido por siglos, pero luego de la pesadilla pareciera que acaba de hacerlo, de destrozarle una vez más. Todo se repitió y él volvió a hacerlo. Estuvo consciente de que todo estaba mal mientras veía como un espectador tras sus propios ojos a los acontecimientos en el teatro nocturno dentro de su cabeza, pero fue incapaz de salirse del guion e interpretó una vez más el papel del monstruo que era. Le mató otra vez.

Atrapado en su mente, quiso gritar, quiso llorar, pero en lugar de eso recordó cómo se había sentido orgulloso de la manera en la que destrozó el cuerpo de Macaque. El demonio aún no había desvelado quién era mientras caía sobre él y rompía sus huesos y el Wukong del pasado no sabía quién era, pero el espectador sí y le dolió. La culpa hace nudos en su estómago; las náuseas se elevan a su garganta.

Había querido asustarle para no volver a verle, porque le creyó un traidor, pero Macaque no había atacado de vuelta y su acercamiento con los peregrinos había sido en primera instancia un pedido para que le dejaran irse. Macaque estaba pidiendo que liberaran a Wukong y él no se dio cuenta.

Wukong sonrió cuando levantó el bastón para ser más amenazador, pero ahora desea que eso no haya sido lo último que Macaque vio. No puede ni imaginar cómo se debió sentir que la persona que prometió siempre estar a tu lado y cuidarte fuese quien le diese fin a su vida con una sonrisa.

Intenta mantener sus manos quietas, pero está temblando, su cuerpo lleno de adrenalina y miedo. Debe mantener su cuerpo fuera de su visión, así como también el suelo y todo lo de alrededor. No quiere ver la sangre manchándole. No quiere ver a Macaque en el suelo sin vida. No quiere ver a su maestro corriendo hacia él con enojo y listo para castigarle. No quiere ver la expresión de lástima de Zhu Bajie, ni el fuego que se extiende a la distancia. No quiere volver allí.

El tiempo pasa mientras él está en el trance, perdido dentro de un recuerdo demasiado vivido, pero poco a poco logra captar pequeñas cosas a su alrededor, pese a que está limitando su investigación del entorno por el miedo punzante. Él ve la ventana frente suyo, la luz plateada entrando, la madera del marco, las cortinas sin cerrar. Sus ojos se atreven a seguir los contornos, alejándose cada vez más del punto fijo en el que se estaba centrando; pronto encuentra sus plantas de interior, una mesa, una estantería medio vacía y sigue así, reconociendo lentamente su habitación y abandonando de apoco la ilusión de que ha vuelto al peor día de su vida.

Está en el presente. Ya no está allí. Su cuerpo tiembla violentamente mientras dobla su cuello para mirar hacia abajo, por un segundo imaginando ropas llenas de sangre, el pasto ondeando y una figura familiar en el suelo, pero se da cuenta de que en realidad sobre él solo están su pijama y la manta azulada de su cama.

Otra vez está llorando y esta vez es capaz de usar sus manos para limpiar las lágrimas, frotando con fuerza y sin cuidado, dejando su piel roja.

¿Cuándo fue la última vez que esto pasó? Ha tenido terrores nocturnos antes, le han seguido por una buena parte de los últimos siglos, pero ya no son muy frecuentes.

Luego de la muerte de Macaque estuvo mucho tiempo sin poder dormir. Siempre que lo intentaba, despertaba poco después con un episodio de pánico similar al que acababa de tener, así que comenzó a evitar por completo el dormir. Fue simplemente lo mejor que podía hacer en el momento y, de todos modos, no iba a morir por eso, así que, ¿por qué preocuparse por un término solo relevante para los mortales como "la salud"?

Con el tiempo las cosas mejoraron. Su culpa y trauma los metió en una caja dentro de su cabeza y la enterró debajo de odio y negación. Se dijo a si mismo que esto no había sido su culpa y que Macaque le había traicionado. Y eso funcionó. Le ayudo a seguir adelante, porque si hubiera hecho otra cosa, duda que hubiese logrado siquiera volver a dormir. Y sin dormir las migrañas le recordaban el hechizo de subrogación que su maestro usaba sobre él y su diadema, aunque nada se le comparó realmente al dolor de una cabeza siendo aplastada dentro de un aro.

Cuando volvió a ver al demonio, hace cinco años, cuando volvió a la vida, comenzaron a llegar los sueños de nuevo. Fueron muchas pesadillas, pero no fue lo único que hubo. Macaque fue el protagonista de la mayoría de funciones nocturnas que solo existían dentro de su mente y muchas veces ese hecho le hizo sentir avergonzado, porque había anhelo en algunos de esos sueños. Y él no podía permitirse sentir eso. No por él.

¿Por qué el odio bajo el que había enterrado sus recuerdos de repente se hizo tan delgado? ¿Dónde fueron los sentimientos de traición y la ira? ¿Por qué cada vez se sentía más infeliz con la manera en la que las conversaciones de él y Macaque terminaban en una discusión? ¿Por qué no podía dejar de sentir que las discusiones eran un acto en lugar de la muestra de los verdaderos pensamientos y rencores de ambos?

No quiere que esto siga ocurriendo. Él no puede seguir diciéndose a sí mismo que odia a Macaque, porque cuando le ve no puede sacudir la sensación de admiración y felicidad que siente. Su corazón no se acelera de esa forma ante nadie más. Ninguna otra persona se ve tan hermosa, ni es tan única, ni tan carismática o ingeniosa como Macaque. Las mariposas en su estómago le han estado comiendo desde dentro, de la misma manera en la que la culpa le ha roído el pecho por años y, pese a que suene a que son el mismo dolor, ha aprendido a notar lo diferentes que ambos son.

Sus sentimientos por Macaque, pese a que le han hecho sufrir, también han estado trayendo de vuelta recuerdos más dulces de un pasado en el que fue más feliz, sintiéndose querido y necesitado, sintiéndose útil. Añora esos tiempos más fáciles. Extraña todo lo que Macaque fue para él.

Cuando se reencontraron hace cinco años y Macaque se intentó vengar, había dado por hecho que él había cambiado y que nunca volvería a ser el mono dulce y sensible que fue, pero estaba terriblemente equivocado. Macaque seguía siendo la persona más empática que conocía, así como también la más madura, ingeniosa y enigmática. Y quería recuperar su cercanía con él, pese a lo egoísta que eso fuera.

Quiere estar más tiempo con él. Y ahora que estaba consiguiendo justamente eso, los sentimientos estaban floreciendo; las raíces encaramadas en sus pulmones y dejándole sin aliento cuando le ve, la flor metida en su garganta haciendo que las palabras salgan con más dificultad y se vea más torpe. Cada vez siente más la necesidad de hacer algo al respecto, de demostrar lo que siente.

El sonido de su celular le saca de sus pensamientos; la luz azulada ilumina el cuarto oscuro. Sus manos tiemblan al agarrar el objeto de encima de su mesita de noche y se arrepiente de haberlo tomado al ver quien está llamando: MK.

Claro, él adora a su chico, pero este sin duda alguna no es el momento para hablar con él. No cuando sabe que lo que oirá será la voz de Macaque al otro lado del receptor. Él asoció a los dos inmediatamente, su cerebro habiendo rastreado los últimos recuerdos de MK por el simple hecho de que ahora estaba tan intimidante relacionado a Macaque, llevando su rostro.

Cuando el dispositivo termina de sonar, ve que no es la única vez que ha llamado. Es la cuarta llama perdida y son las tres de la mañana. Wukong se está arrepintiendo de no haber contestado. ¿Y si pasó algo? ¿Y si necesita ayuda? ¿Y si el ignorarle le pone en peligro? No puede dejar que más sangre sea derramada por su culpa.

Así que, con su corazón golpeado contra su pecho como si fuera la maquinaria de un tren, él llama de vuelta. El tono del marcador pareciendo hacerse más prominente cada vez que toca, la adrenalina bombeando más fuerte y su cerebro sobreestimulado pensando en las peores situaciones posibles, hasta que tras el tercer toque se le responde. Fue solo unos segundos y aún así se sintió como demasiado. Wukong, sin querer tener la voz demasiado conocida justo contra su oído, pone la llamada en altavoz, lo que a su vez funciona para encubrir su propio tono asustado de quien le oirá desde el otro lado del receptor.

—Finalmente. —suena la voz juvenil de MK al otro lado, sonando con un tono grave que no es natural en él.

Wukong se da cuenta de que eso no está bien. Él esperaba oír a MK sonando como Macaque, no a Macaque sonando como MK.

—¿Mac...? —no puede fingir ni siquiera un segundo el estar bien, porque el simple hecho de decir ese nombre hace que su voz se rompa.

—Sí, aún en este cuerpo, aún con una voz que no me pertenece. —él esclarece esa duda en particular. —¿No te fuiste al reino celestial sin nosotros, verdad?

Wukong no está seguro de porque está hablando con él en este momento. —¿Por qué tienes el celular de Mk?

—No respondas una pregunta con otra pregunta. —Regaña. —MK te llamó toda la tarde y luego se durmió enfermo de preocupación. Quise asegurarme de que realmente no te hubieras ido a hacer del héroe por allí tú solo, así que te llamé yo.

Wukong le conoce lo suficientemente bien como para saber que Macaque también estaba preocupado, aunque actúe como si no fuera así.

Y no lo merece.

Su corazón aún está bombeando con fuerza; se está sintiendo lleno de adrenalina caótica. Ya se está levantando de su cama y dando vueltas en su cuarto. Está pensando sin sentidos, aún dudando de la realidad en la que se encuentra, aún enfermo de preocupación y culpa. Su corazón tiene un pedido para él; ver a Macaque y asegurarse de que está bien, de que realmente está vivo.

Quiere ver a Macaque, siempre quiere verle.

Su lado racional le está gritando que es una mala idea, recordándole que todo el sufrimiento que Macaque ha vivido ha sido por su culpa y, pese al dolor que le genera esa idea, el pensamiento está perdiendo contra sus instintos protectivos, ahogándose ante el deseo de estar junto al demonio.

—¿Dónde estás? —Macaque suena incómodo por el silencio al otro lado del dispositivo. Sin saberlo, está haciendo la misma pregunta que Wukong quiere hacer.

—Estoy en casa. —él responde.

—Más te vale. —Macaque dice, conteniendo un suspiro. —Quédate sin hacer nada raro.

—Haré algo raro ahora mismo. —su voz sigue sonando demasiado agitada.

—¿Qué? ¿De qué hablas? Wukong, no vayas a...

Él le corta. —¿Dónde estás?

Hay silencio al otro lado de la línea por unos segundos.

—¿Qué planeas?

—Hey, ¿no me dijiste que no respondiera a una pregunta con otra pregunta? —intenta bromear.

—Acabas de hacerlo otra vez; eso fue una pregunta de tu parte. —pero Macaque es más ingenioso con las respuestas.

—Cierto. —él dice, suspirando. —Quiero verte.

Macaque se toma otro instante antes de responder. —En la calle, frente a Pigsy's Noodles.

—Estaré allí en un momento.

(⋯)

Macaque está ahí, apoyándose contra la pared de la tienda, vistiendo una sudadera gris, la capucha sobre su cabeza y sus manos dentro de sus bolsillos.

Wukong baja de su nube y camina hasta estar a unos pasos de él, su corazón latiendo aún más rápido al tenerlo frente suyo, vivo y bien, pese a la extraña situación de cambios de cuerpo. Y sinceramente, en este momento se encuentra muy agradecido de que él no esté en su propio cuerpo, porque no se habría atrevido a venir de otro modo. Se hubiera quedado en casa. Él no es capaz de ver su verdadero rostro luego de la pesadilla que tuvo, porque en su mente se mantiene claramente su forma manchada de sangre, su cabeza empalada en su bastón.

—Hey. —Macaque saluda, el aire frío de la noche chocando con su aliento cálido y haciendo un humillo blanquecino. Su tono tranquilo y mirada despreocupada son un opuesto completo a los sentimientos del pelianaranjado.

Wukong aprecia su expresión y su pose desde la distancia, diciéndose a sí mismo una y otra vez que todo estaba bien, porque este era él y estaba vivo. Y así se queda, sin atreverse a acercarse, solo admirando la vista.

—¿Wukong? —el contrario levanta una ceja, sin entender porque este idiota le dijo que quería que se encontraran para luego no acercársele. —¿Qué pasa?

—Nada, no es nada. —él no tiene ninguna excusa y aún no se atreve a ir más cerca suyo, con miedo de que si lo hace le llegue a hacer daño. O con miedo de mirar muy fijamente y extrañar su verdadero rostro.

Así que es el demonio de sombras quien se acerca, sacándose la capucha de la cabeza. Wukong puede verle más claramente ahora y su cerebro está haciendo cortocircuitos. —¿Es sobre lo que pasó en la mañana?

¿En la mañana? ¿Qué pasó en la mañana? Oh, dioses, lo que pasó en la mañana.

Él mira hacia otro lado para no tener que fijarse en el rostro demasiado cerca a él, el rostro que claramente está puesto sobre la persona equivocada. —¡No, no es sobre eso! ¡No tienes que preocuparte! —su tono es agudo y chirriante, la ansiedad estrangulando sus cuerdas vocales. Normalmente puede controlarlo, pero las emociones fuertes tienden a estropear su voz.

—Las promesas no significan nada para ti, ¿verdad?

Y eso atrae toda su atención de nuevo, casi dándose un latigazo cervical por la velocidad con la que disparó su cabeza en dirección a Macaque. Él responde efusivamente. —¡No es así!

Macaque se ve como un gato molesto que le está juzgando y Wukong no puede evitar apreciar esto, pensando en cómo MK sería incapaz de poner esa expresión. Es solo algo de Macaque. —Entonces di la verdad.

—Bueno, es que... —Wukong está por dar un rodeo. ¿Está bien si demora en decir las cosas, verdad? Él mira al más bajo, esperando a que se queje, pero parece estar esperando pacientemente. —Tuve una mala noche. —Macaque se queda en silencio, esperando a que continúe, sin ningún indicio de querer interrumpirle. —Tuve una pesadilla. Una... horrible.

Y cuando se queda en silencio durante demasiado tiempo, Macaque finalmente intenta darle el impulso para que siga. —¿Qué fue? —suena genuinamente preocupado.

Wukong tiene su cola enrollada al rededor de una de sus piernas y sus ojos están fijos en sus propias zapatillas, pero no las está mirando, no está pensando en ellas en lo más mínimo. —Fue un recuerdo. —dice suavemente y cuando no recibe respuesta, agrega: —Por eso quería verte.

Todavía no hay respuesta y el mono de cabellos anaranjado levanta su cabeza para mirar al contrario: ahora él mira al suelo, sus brazos alrededor suyo, como si se estuviera abrazando a si mismo.

La culpa sube hasta su garganta, pero la debe tragar. —Lo siento, no debí venir, no debí decirte. —él se apresura a disculparse, ya deseando huir de la situación, pero la voz suave de quién está frente suyo le detiene.

—También pienso en eso aveces. —Macaque no parece molesto por su torpeza o terrible manera de sacar el tema, sino que se ve triste, pensando en su propia experiencia al respecto.

Las palabras son como una abofeteada pese a lo obvias que son. Claro que Macaque piensa en eso, fue él quien murió después de todo, pero que lo admita tan directamente lo hace sentir terrible.

—Lo siento mucho. —es lo único que es capaz de decir, aunque no sabe por cuál de todas las cosas que ha hecho se está disculpando, ¿por venir aquí? ¿Por sacar el tema? ¿Por ser el motivo de esos horribles recuerdos? Tal vez se está disculpando por todo, pero de cualquier manera no cree que obtenga el perdón por nada de eso, así que siente que es un sinsentido decirlo.

—No tuve pesadillas mientras estuve en el Diyu. —Suena tranquilo, como si esto no le causara un enorme dolor, como si no hablara de sí mismo, como si contara la historia de otra persona. —No se podía dormir, pero pensé bastante en ello en ese entonces. Aún lo hago.

Wukong se pregunta cómo es el Diyu, pero no va a pedir más información. Macaque hablará de ello si alguna vez está listo para hacerlo, si alguna vez siente la confianza suficiente como para hablarle sobre su experiencia con la muerte.

—No creo que tener pesadillas sea algo que haya extrañado, pero es mucho mejor que estar allí. —Macaque continúa, con un tono más incómodo ahora, mientras su mirada se dirige al cielo. Wukong no puede mirar a las estrellas cuando le tiene a él al frente porque nada se le puede comparar. —Extrañé este mundo y el estar vivo; comer, dormir, respirar. Son cosas simples, pero cuando uno no las tiene, se pierde.

El mayor lo entiende. Se ha encontrado abstrayéndose de la realidad a menudo, debido a lo innecesario que es que se preocupe por sí mismo por su estado de inmoralidad. Cuando uno no tiene ningún ancla al mundo físico, ningún motivo para preocuparte por su bienestar corporal, te pierdes en tus pensamientos; olvidas disfrutar el momento, olvidas que siquiera hay algo más en la vida.

Dejar de comer o dormir puede venir con dolores, pero si lo ignoras el suficiente tiempo, se convierte en una sensación hueca y olvidable. Un dolor sordo oculto en sus entrañas y en la parte posterior de su cabeza, una sensación fantasmal que se agitaba y echaba raíces por todo su sistema cuando se centraba en ella, viniendo y yéndose, royendo partes de su ser. Pero no es importante y no le puede matar, entonces, ¿por qué preocuparse? De hecho, le dio la bienvenida al sentimiento, usándolo como un arma, un castigo para sí mismo, dejándole estar y calar de él; como si fuera la sensación de sus pecados, convirtiéndose en la repercusión fisiológica.

—Sé que lo que hice para revivir estuvo mal, pero no he logrado arrepentirme completamente por ello. No quiero volver ahí.

El mayor no comprende a que se refiere Macaque con eso. ¿Por qué dice que debería arrepentirse por vivir? El nudo en el estómago de Wukong se hace más apretado. —¿Por qué te arrepentirías?

El más bajo mira por una fracción de segundo, sus ojos llenos de lágrimas contenidas, su rostro con una expresión apagada, como si estuviera muy lejos en este momento, perdido en pensamientos indescifrables. —No debería estar aquí.

—¿Qué significa eso? —su tono se está volviendo más desesperado con cada pregunta. ¿Por qué Macaque sonaba como si no quisiera realmente estar vivo?

Y cuando Macaque vuelve a mirarle, Wukong está completamente hipnotizado, su corazón saltándose un latido, el mundo pareciendo detenerse a su alrededor, todo olvidado y sin importancia frente a su guerrero.

El rostro pálido es suavemente iluminado por la luz de la luna sobre ellos, los ojos castaños reflejando miles de estrellas, la humedad de las lágrimas sin derramar haciendo de un espejo que las hace relucir con claridad.

Tiene una sonrisa triste, intentando enmascarar sus verdaderos sentimientos de miedo y fallando en ello, la expresión siendo bien reconocida por el mayor, trayendo los recuerdos de los momentos donde se decían verdades y secretos, confianza derramada en cada palabra. Memorias de momentos dulces y vulnerables de tiempos donde eran inseparables.

La vista es nostálgica y hermosa; los sentimientos parecen florecer en su pecho, la calidez y sosiego que solía sentir al estar a su lado envolviéndole y entumecido cualquier otro tipo de pensamiento.

Frente a él está Macaque, mostrándole una pequeña parte de su alma y eso vale más que cualquier otra cosa en el universo.

—No pertenezco a este mundo —el demonio dice, las palabras suaves llevando una emoción demasiado fuerte.

Wukong está sin aliento, llevando sus dos manos hacia adelante, atrapando el rostro de Macaque entre ellas para evitar que deje de mirarle. Quiere observar este universo a través de sus ojos brillantes, quiere poder quedarse en este instante para siempre, quiere estar con él.

—Perteneces a este mundo —dice. —Yo te necesito aquí.

El demonio se sonroja notablemente, pero esta vez no puede hacer su intento de ocultar su rostro. Las manos a los lados de su cara son cálidas y le mantienen en el lugar con una suavidad que hace tiempo no sentía de Wukong.

—Realmente no piensas eso. —la pequeña sonrisa sigue ahí, las lágrimas derramándose y cruzando lentamente sus mejillas, la humedad quedando atrapada entre la mano del inmortal y el rostro del demonio.

El mayor deja de pensar en este momento, su cuerpo inclinándose hacia adelante, más cerca de quien ama, hasta que siente que sus alientos se mezclan. Ya no está mirando las estrellas a través de Macaque, sus ojos están fijos en otra parte de su rostro: sus labios.

—Es la verdad. —el tono del inmortal es bajo y grave; las palabras sinceras y llenas de deseo.

Macaque también está mirando sus labios, tan hipnotizado como el contrario, esperando a que él decida lo que sea que quiera hacer ahora, sin querer ser quien dé el último paso para cumplir con lo que están anhelando, porque no siente que sea lo correcto en este momento, no con este cuerpo, pero no tiene la suficiente fuerza de voluntad como para negarse.

Así que el pelianaranjado sucumbe a sus deseos, considerando que la cercanía y la quietud son un permiso para continuar. Una de sus manos se acomoda en la parte de atrás de la cabeza de Macaque para empujarle más cerca, juntando sus labios a los suyos. Son suaves y delgados, parecen delicados y bien cuidados.

El demonio tiembla un poco, pero en lugar de alejarse, cierra sus ojos y se deja besar. Sabe que no está bien y que debería frenar esto, pero la explosión de chispas que suben desde su espalda callan todas sus preocupaciones, haciéndole sentir que necesita más. Sus manos van hacia el pecho de la camiseta de Wukong y la agarra con rudeza, tirándole más cerca, a la vez que él mismo se estira y endereza para apretar más sus bocas, para sentir más de él; más de la sensación áspera de los labios rotos, buscando a ciegas los contornos de los cortes y saboreando el salado de su sudor.

La cola del mayor se levanta recta cuando el agarre del más bajo le guía más cerca, erizándose los cabellos de su espalda ante la electricidad que está pasando a través de él como cien volteos y la sensación es francamente embriagadora; sus ojos se agrandan con estrellas y corazones antes de cerrarse para poder ignorar el resto del mundo y centrarse solo en quien ama. Sus labios se aprietan sobre uno de los del contrario, como si quisiera morderle. Su mano, la que aún descansaba sobre la mejilla de Macaque, bajando lentamente, acariciando su cuello antes de ponerse sobre su hombro, apretando la ropa que le cubre.

Wukong se encuentra absorto, completamente perdido en la suavidad de los labios, en la sensación de las manos agarrándole para que no se aleje y en su propio corazón latiendo con fuerza. En su cabeza está la idea fantasmal de que este no es Macaque; porque es más bajo, más suave, con una forma más pequeña y un olor diferente, pero ese pensamiento es tan pequeño en el mar de emociones, diminutivo ante la ilusión que siente porque su guerrero esté siendo tan apasionado. Se siente en las nubes, calidez en su pecho ante la esperanza de que esto signifique que su amor es correspondido.

Macaque se separa primero, tomando una gran bocanada de aire; sus ojos ahora abiertos y fijos en los dorados de su compañero. Wukong le admira; su respiración se acelera, mezclándose con la del más bajo, humo blanco formándose entre ellos, la humedad cálida de sus alientos condensándose en la noche fría.

Macaque es el primero en comenzar a formar pensamientos, que aunque no son muy claros, le tienen tanto preocupado como emocionado. —¿Qué estamos haciendo? —pregunta, buscando respuestas en el rostro cariñoso que está frente a él.

Wukong descansa su frente sobre la del demonio, su expresión cálida haciendo que Macaque sienta que va a derretirse. Aunque el inmortal ya se siente así, euforia y cansancio mezclándose, queriendo recostarse al lado de su compañero y acurrucarse. —Yo... no lo sé. —dice entre respiraciones. Por su tono es obvio que está muy satisfecho.

(⋯)

Han sacado dos taburetes del interior del restaurante y se encuentran sentados afuera, apoyándose sobre la mesa alargada exterior que está pegada a la pared, al lado de la ventana donde se entregan las comidas.

Hay dos manos diferentes puestas sobre la mesa, una pequeña y suave, agarrando otra más grande y llena de tallos, los dedos entrelazados entre sí. Wukong sabe que sería diferente sin la situación extraña en la que Macaque y MK se encuentran, porque ambas manos serían igualmente ásperas y las del contrario serían las más grandes, pero no podría importarle menos en este momento, con su guerrero a un lado suyo, su rostro aún sonrojado mientras mantiene el contacto físico.

—¿Qué pasó en la mañana, con lo del viaje astral? —Macaque pregunta, sus palabras apenas comprensibles y apenas audibles, debido a cómo está tapando su boca con su mano libre, puesto que está apoyando su cabeza sobre esta, su codo estando contra la mesa. Aún se encuentra con el rostro rojo y pareciera que esta pose es intento por ocultarlo.

Wukong se siente algo ausente, aún intentando recolectar todos sus pensamientos coherentes luego de lo que acaba de hacer, demasiado feliz con el enorme avance que ha logrado, pero se las arregla para responder algo. —Es verdad que Ne Zha no quiso compartir información.

—Pero, ¿por qué estabas tan agitado?

Wukong entrecierra sus ojos, su mano libre levantándose a su frente y usando sus dedos como un peine mientras saca los cabellos de su cara. —Malas noticias.

Macaque hace rodar los ojos. —¿Dirás cuáles?

El mayor le mira con una expresión preocupada. —Realmente no le dije cuál era la situación, así que puede que sea un malentendido. —Suena como si estuviera desesperadamente tratando de creer eso. El demonio espera a que siga, así que él lo hace, con voz ansiosa. —Dijo que lo que el caos cambiaba en el mundo no podía ser retornado a como era antes.

El agarre de Macaque en su mano se aprieta. —¿Algo más...?

—Lo comparo con un desastre natural. Dijo que solo quedaba reconstruir los restos de lo que haya quedado. Pero no creo que haya pensado en esta situación o haya oído de una similar antes. No parecía saber cómo el caos podía afectar a alguien.

—Está bien, entonces es posible que solo falte información. —dice suavemente, intentando ver el lado positivo, pero su expresión demuestra que no están pensando en cosas buenas. Él deja de taparse la boca con la mano.

—No es un buen panorama, ¿eh? —una de las comisuras de sus labios se eleva ligeramente, su pulgar acariciando el dorso de la mano de su amado. —Pero encontraremos la manera. Sé que lo haremos.

El ex demonio de sombras le mira, sus ojos entrecerrados. —¿Por qué pensaste que este era un buen momento para...? —se vuelve aún más rojo, sus ojos desviándose, dejando de verle, incapaz de decir la palabra.

Wukong sabe que está hablando del beso. Él suelta una risa inestable. —Esa es la cosa, no lo pensé en lo más mínimo.

La expresión de Macaque dice que está pensando por él. Wukong lo traduce a como si le estuviera diciendo "idiota" de esa manera poco seria y secretamente cariñosa.

—¿A quién de los dos fue? —dice de repente, su tono oscuro.

El pelianaranjado pestañea, confundido. No demora en darse cuenta de a que se refiere, pero la pregunta suena ridícula. Macaque no debería dudar de a quién de los dos está besando, ni a quién de los dos ama. —A ti, por supuesto.

—¿A mi? Tendrás que ser más específico. —él aún está inseguro: acaba de recibir un beso mientras está atrapado en el cuerpo de otra persona y ha notado que quien le besó siempre parece tenso al rededor de su verdadero cuerpo.

Wukong está más sonrojado ahora, mientras se dobla para estar mirándole fijamente, acercando su rostro al suyo, los ojos de ambos a la misma altura. —A ti, Liu'er Mihou, a nadie más. —Usa su verdadero nombre, el que no ha dicho en años y le hace sentir nostálgico, como si estuviese recuperando algo que extraño con todo su ser. Intenta con esto resaltar el momento, demostrar lo serio que es en este tema y lo importante que es para él.

La nariz del demonio se arruga, su boca se abre ligeramente para mostrar sus dientes, pero pese a parecer molesto, sigue totalmente rojo. —¿Mientras estoy en este cuerpo?

—¡Sí! —pone su mano libre a su pecho, moviéndose rápidamente hacia atrás para colocarse en una posición recta, el taburete debajo suyo agitándose por la acción. —¡No es mi culpa que te hayas visto tan hermoso!

—No es mi cuerpo. —Macaque sisea, intentando separar su mano de la del inmortal, sin éxito, puesto que este le toma con más firmeza.

—¡Lo sé, pero...! —Wukong se queda en silencio, sus ojos mirando a la cara de Macaque para intentar recordar ese sentimiento y poder darle las respuestas que desea.

—¿Pero? —él parece impaciente.

El mono no está encontrando lo mismo que vio antes en él; esa parte frágil, sincera y hermosa de Macaque, resaltando a través de las facciones de otra persona, su forma de ser demasiado fácil de vislumbrar pese a lo diferente que se ve; en lugar de eso se topa con el rostro de Mk frunciéndole el ceño y no se siente de la misma manera, así que se pone a mirar al cielo, a recordar.

—Tus ojos reflejaban las estrellas. —dice suavemente.

—¿Eh?

—Sé que suena extraño, pero pude verte. Era tu expresión, solo tuya. Solo tú puedes lucir así, sin importar en que cuerpo te encuentres.

—Eso no tiene sentido. —Macaque dice, pero ya no suena molesto, solo confundido.

—Eras tú. Hay cosas que solo tú eres capaz de hacerme sentir. No puedo mirarte y pensar en que eres MK, cuando es tan obvia la verdad.

Y, pese a lo extraño de la situación, Macaque se encuentra creyéndole, un pequeño destello de esperanza creciendo en medio de la oscuridad en su corazón.

(⋯)

Tiñéndose el cielo de azulados y morados, el día está por dar comienzo. Wukong y Macaque se dan cuenta solo ahora de la cantidad de tiempo que han estado hablando y, más vergonzoso aún, tomándose de las manos.

—Pigsy podría despertarse en cualquier momento. —Macaque habla suavemente, esperando que se entienda el mensaje poco oculto tras esas palomas: no quiere ser encontrado en esta situación.

Wukong comprende, pero eso no significa que quiera irse, así que se mantiene allí, aún sosteniendo la mano de Macaque. —No me di cuenta de que se hizo tan tarde. —Suena decepcionado. —O temprano, lo que sea.

—Y supongo que eso completa otra noche sin dormir. —Suena como si estuviera bromeando, pero eso no significa que no esté diciendo la verdad.

—¿Tampoco haz estado durmiendo?

—¿Tampoco? —Macaque levanta una ceja mientras le mira. No le gusta lo que pueda significar eso. —¿No es la primera noche que te pasa esto?

Wukong se rasca la mejilla con su dedo índice. No es que haya tenido pesadillas las otras noches, pero sí ha tenido demasiado en su cabeza como para poder dormirse. —He estado algo preocupado por los dos. —Admite, aunque no le gusta mostrarse débil, lo hace porque sabe que al demonio le vendría bien saber que la gente piensa en él. —No dejó de pensar en que hacer para ayudarles.

—Pensando. —El actualmente más bajo hace sonar esa palabra como si estuviera llena de aire, sonando fuerte y llena de burla en la silenciosa calle vacía. —¿Tú?

El de cabellos anaranjados mira a otro lado, sus mejillas hinchándose con algo de molestia. No le gusta que le menosprecien, pero permitirá que él lo haga, porque genuinamente ha sido un idiota al rededor de Macaque; tanto por las cosas horribles que le ha hecho como por su torpeza a su alrededor, la que es más que nada porque no puede concentrarse en nada además de lo mucho que él le gusta.

—Sí, he estado pensando en ti. —su respuesta es suave y sincera, sonando frágil. Él espera que esto no atraiga aún más burlas.

Macaque tiene sus ojos sobre él ahora, apreciando el gesto y sonriendo ante las palabras, apretando su agarre en la mano del contrario, esperando que eso le haga saber que esto es algo que agradece. —Está bien, eso no lo esperaba. —el menor suelta una pequeña risa.

Wukong está a punto de hablar de nuevo y ser un intenso, asegurando que siempre piensa en él, pero antes de que pueda hacerlo y volver el momento en algo incómodo, Macaque se baja del taburete, soltando lentamente su mano. —Debería ir al cuarto de Mk antes de que todos despierten y se den cuenta de que no estoy.

—¡Oh, sí, claro! —Wukong realmente no quiere que él se vaya. —¿Cuánto tiempo haz estado quedándote aquí?

—Desde el cambio de cuerpos. —Macaque responde, con una sonrisa, ojos entrecerrados como medias lunas y nariz arrugada. Es una expresión que demuestra cariño.

—¿Desde cuándo cambiaron? —la cola de Wukong se agita detrás suyo mientras le observa con gran intensidad.

—Jueves de la semana pasada. —Macaque sigue dando respuestas cortas, esperando poder irse, a la vez que aguanta reírse porque sabe que estas preguntas son específicamente para que él se quede y le gusta este tipo de atención.

—Espera, ¿a cuánto estamos?

—Ya es martes.

El inmortal hace matemáticas en su cabeza, luego arruga su nariz y entrecierra sus ojos, pareciendo disgustado mientras le ve, pensando en lo incómodo que debe ser él estar tanto tiempo atrapado luciendo como alguien completamente diferente a ti. —¿Tanto tiempo?

—Sí, es normal que el chico se esté estresando tanto con esto cuando tomas eso en cuenta. —el demonio piensa en ello, sintiéndose incómodo una vez más porque alguien aparte de él tenga que lidiar con llevar su cuerpo.

—¿Y tú? —el tono juguetón de Wukong vuelve a irse, convirtiéndose en algo precavido y preocupado. —¿Cómo te sientes sobre todo esto?

¿Por qué últimamente todos le estaban preguntando lo mismo? Macaque no tiene una respuesta a esa pregunta, al menos no ninguna que pueda decir en voz alta. —He estado bien. —responde, tras un segundo de pensarlo.

La pequeña pausa y la respuesta sonando demasiado rígida le hacen saber al instante al mayor que eso es una mentira. —Macaque, sé que no confías en mí y lo entiendo, lo merezco, pero...

—Lo digo en serio, estoy bien. —El guerrero le detiene. —Y realmente debería irme.

Wukong se levanta y camina hasta estar justo frente a él. Macaque pasa de verse triste a molesto: el demonio no quiere seguir con la conversación y el peliaranjado se da cuenta de que pasó a llevar un nervio. Así que, en lugar de forzarle a hablar, le rodea con sus brazos, una de sus manos tras su cabeza, empujándola entre su cuello y hombro, la otra sobre su espalda, acercándole para que quede lo más cerca posible.

—Está bien. Pero estaré aquí para ti, cuando sea que quieras hablar. —promete suavemente en un murmullo.

Macaque tiembla y demora lo suficientemente en devolver el abrazo como para que Wukong haya pensado que no lo haría en lo absoluto, pero finalmente lo hace, justo antes de que él estuviera por separarse, y ambos se quedan así un rato. —Gracias.

Cuando se alejan, ambos agarran en silencio los taburetes y entran al restaurante, acomodándolos en donde estuvieron antes, ocultando las pistas que puedan probar que estuvieron juntos toda la noche.

—¿Irás a la práctica de hoy? —Wukong pregunta con un tono bajo mientras está agarrándose al borde de la puerta, preparado para irse, pero todavía sin querer hacerlo.

—No hemos dormido. —el demonio responde, sonando muy cansado. —Ya me falta coordinación, será terrible si intento algo así.

—Sí, pero queremos ocultar lo que hicimos, ¿no? —el más alto bromea, pero luego habla sinceramente, con un tono tan empalagoso que parece caramelo derritiéndose: —Además, quiero verte lo más posible.

Macaque se está sonrojando de nuevo. —Está bien, iré.

Wukong casi quiere besarle de nuevo solo por eso, pero en lugar de ello, sonríe, igualmente sonrojado. —Te estaré esperando.

OvershadowedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora