CAPÍTULO 20

4 1 2
                                    

Julián


Miro a Anna dormir plácidamente. Es bonita, es como un sol de verano y odio que no se dé cuenta de ello. Si tan solo se viera a través de mis ojos por un instante... Anna es perfecta y jamás seré digno de ella.

Me levanto del pequeño sofá y camino hasta la cocina, tocando cada marco con fotografías de ella con sus amigas, los Johnson y lugares hermosos que hay colgados en la pared. Cuando llego me sirvo un vaso de agua y me quedo mirando por la ventana, imaginándola plantado cada flor y planta que hay en el jardín.

—¿No puedes dormir? —dice una voz angelical desde atrás de mí.

—No suelo dormir mucho, a decir verdad.

—Te vi salir en la noche.

—Dante necesitaba algunas cosas.

—Pensé que no volverías.

Hace una mueca de dolor al intentar abrir el refrigerador. Corro hasta ella y le agarro la mano inspeccionándola, siento los frágiles huesos de su muñeca y ella me mira con... ¿miedo? Pero, rayos, está temblando.

Le suelto la mano con cuidado y me alejo un paso, tratando de averiguar qué sucede. Su mirada se clava en la ventana.

Las flores.

—Es realmente hermoso tu jardín.

Ella asiente. Con los segundos su respiración se va normalizando de a poco.

—¿Esas flores son negras? —pregunto casualmente mirando por encima de mi hombro.

—No realmente, solo son de color rojo muy oscuro.

—Me gustan.

—Son el símbolo de los Johnson Moore no dicho en voz alta. Pueden parecer personas oscuras, pero no lo son. Son Dahlias, sí, se llaman como la señora.

—Mira que mi amigo es Dante y jamás me habló de ello —comento a modo de reproche enarcando las cejas.

De ella sale una pequeña risita hermosa. El sol ha salido por completo, los pájaros cantan cada vez más fuerte y ella por fin se siente cómoda conmigo.

—¿Puedo revisar tu mano? Por favor, la verdad me preocupa.

Asiente y vuelvo a dar ese paso.

—¿De dónde eres, Julián? Tu acento es particular.

Pregunta mientras examino su mano, su piel es tan blanca al contraste conmigo.

—Particular cómo, ¿bueno o malo? —Le guiño sonriendo de lado y ella se sonroja al instante.

—Bueno... —Se avergüenza y están linda.

—República Dominicana. Vine aquí cuando era un niño.

—Fuiste al ejército con Dante.

—Sí, nunca consideré que era como el resto de la población. Siempre hubo algo en mí que no encajaba y no era el hecho de ser un latino extremadamente candente.

Sonríe tímidamente, se agacha y niega para sí misma, luego me mira a los ojos y por Dios puedo jurar que consigo ver el pensamiento que acaba de tener. Sí. No estoy loco, ella me corresponde.

—Entonces se puede decir que encontraste tu lugar en el ejército.

—No, allí encontré algo que me gustaba, además de que me dejó dar rienda suelta a todas mis ideas locas. Mi lugar está aquí, con los míos, mis amigos, ellos no tratan de entenderme y no me juzgan.

Dinastía, Ruleta Rusa 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora