CAPÍTULO 13

8 2 1
                                    

Love


Escucho un pequeño ruido, por lo que me levanto cuidando de no despertar a Leo. Otro golpe y camino hasta la ventana y lo veo ahí empezando a trepar la pared para llegar a mí.

Abro la ventana y miro a mi alrededor. El pánico me invade y mi corazón se desborda. Este loco se va a caer o, peor, lo verán.

—No sigas, por favor —suplico.

Me lanza algo, lo atrapo. Es un papel hecho una bolita, lo desdoblo y leo:

Te espero en la casa de seguridad donde empezó todo.

Niego y este vuelve a retomar su camino en la pared, cierro mi ventana y me dejo caer.

«No soy tan fuerte con él tan cerca».

Me paro cuando escucho un golpe, abro la ventana y lo veo agarrando su hombro, se ha lastimado.

—Está bien —acepto antes de que se mate por necio.

Cierro las cortinas, tomo las llaves de su escondite en el cajón de mi ropa interior, inhalo y exhalo preparándome para tenerlo de frente. Cuando estoy por salir me veo en el espejo y me doy cuenta de que estoy usando solo una camiseta grande. Corro hasta mi armario, me pongo un vaquero corto y mis tenis. Abro mi gaveta con mi código de seguridad y saco una de mis dagas, la pongo en el bolsillo de mi vaquero y acomodo mis cabellos en una cola alta desordenada y salgo decidida a enfrentarlo.

Abro la puerta secreta y cruzo el pequeño pasillo. Los recuerdos me invaden con cada paso que doy, desde que se fue no me atreví a venir.

«Doy un pequeño traspié y mi hermano me detiene de no caerme.

—¡Ay, madre!

—Espera —pide agachándose, toca mis pies y luego desabrocha la pequeña tira color plata—. Sostente de mi hombro para que no caigas —ordena mientras me quita uno de mis tacones.

¡Ay, madre!

¿Por qué esto se siente distinto?».

La sala está en penumbras con la luz de una vela, las cortinas están cerradas y lo veo con las manos en los bolsillos, parado, espiando a través del pequeño espacio entre las cortinas.

—Hola —digo aclarándome la garganta.

—Viniste.

—Me hubieras molestado hasta que accediera, ¿verdad?

—No te equivocas, necesitamos hablar.

—Te lo dije antes... —Empieza a caminar hasta mí, pongo mi mano en alto—. Para. No te acerques más.

—¿Me tienes miedo?

—Rabia. Odio. Decepción. Es todo lo que siento por ti. Detente, Dante, o no respondo.

—Correré el riesgo —replica caminando hacia mí, no retrocedo, me quedo esperando el momento justo.

Saco la daga deprisa y la pongo en su garganta, se me queda viendo y cuando intenta acercarse más, la hundo un poco en su piel. Por mucho que me supere en tamaño, fácilmente podría matarlo ahora mismo, con un simple empujón de mi mano.

—No soy la niña que dejaste abandonada.

Traga saliva y veo cómo una gota de sangre cubre la punta afilada.

—Ya lo creo que no eres la misma, pero necesitamos hablar, prometo retroceder.

Asiento y retiro mi mano, se da media vuelta y se sienta en el sofá a su costado.

Dinastía, Ruleta Rusa 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora