PRÓLOGO

38 7 0
                                    

No había salida para mí, el hueco donde me hundía día con día era muy profundo o yo simplemente no tenía ganas de salir. Lo llamé tantas veces, fui a su departamento, pregunté por él, pero se desvaneció como si se hubiera tratado de un fantasma.

Tomo un gran sorbo de mi bebida y luego miro a mis amigas bailando despreocupadamente. Esa es la peor parte de todo, tener que fingir, pretender que nada está mal.

Killiam no me ha dejado sola, él me ayuda a buscarlo, después de todo, él nos ve como a su familia y también está preocupado por la desaparición de Dante.

Desparecido.

Una palabra fuerte cuando hay una carta que dice que tuvo que irse porque amaba a su familia, puras malditas mentiras. ¿Cómo puede amarnos... amarme a mí y aun así dejarme?

Alguien les ofrece una línea de cocaína a mis amigas mientras me obligan a salir de la silla de la barra. Rebeca sonríe, toma el billete doblado, lo pone en su nariz e inhala el polvo blanco.

—¿Qué se siente? —pregunto cuando veo que mi amiga se estira desperezándose.

—Nada. Te ayuda a olvidar.

—Yo quiero eso.

—No, Love, no lo hagas, tú no sabes controlarte —reprocha Anna poniéndose frente a mí.

La tomo de los brazos, le doy un beso en la frente y le sonrío.

—Para eso estás aquí, para cuidarnos.

El joven pone en alto el billete doblado, lo tomo, mi corazón se siente agitado, pongo este en mi nariz, tapo mi otro orificio con mi dedo e inhalo fuerte.

Mierda, esto quema.

Cierro mis ojos esperando que haga efecto, lo necesito. Anna me toma del brazo y me lleva hasta uno de los apartados, las personas de mi escuela ven quién soy y se levantan de inmediato, dejándonos el lugar para nosotras.

De pronto quiero reír. Miro a Rebeca contoneándose en la pista, subiendo su corto vestido, llamando la atención de todos a su alrededor.

Agarro una cerveza que dejaron en la mesita, lo tomo de un trago y me quedo mirando hacia el techo. Anna siempre con un ojo en mí y otro en Rebeca.

Pobre chica, ella necesita por una vez en su vida, aunque sea, vivir.

Me paro y acompaño a Rebeca con algunos compañeros rodeándonos, alentándonos a darles un espectáculo, que obviamente haremos malditamente bien.

Cierro los ojos disfrutando de las sensaciones, de los sonidos, de la vibra del momento. Anna nos acompaña y vuelvo a ver al joven de hace rato con su pequeña charola con líneas. Rebeca lo llama y este se acerca con una sonrisa. Veo que ella le da un billete y le dice algo al oído, él sonríe sugerentemente cuando ve a mi amiga inhalar una vez más.

—¿Y tú? —pregunta este, Anna niega con la cabeza.

—¡A la mierda! —exclama tras un momento de silencio.

Mi amiga por primera vez ha dicho una mala palabra. Impactadas la vemos tomar el billete, ríe nerviosamente, hace una mueca e inhala.

—¿Dónde está nuestra Anna? —inquiere Rebe, poniendo sus manos en su boca, sorprendida.

—Los extraterrestres se la debieron llevar —digo cuando el joven me extiende una pastilla, lo miro intrigada, se acerca más y espero su respuesta.

—Es algo un poco más fuerte, sé que lo necesitas —pronuncia en mi oído a modo de susurro.

Rebeca me dice que no la tome, pero hoy no será el día en que vaya a portarme bien.

Recibo la pequeña pastilla y la pongo en mi lengua, tomo una copa de vino que la mesera llevaba, por un momento creo que me retará, pero no lo hace, solo me sonríe y se aleja.

Dinastía, Ruleta Rusa 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora