CAPÍTULO 1

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Dante

Años antes...


No soy un ángel, siempre lo he sabido. Desde niño mi vida fue dura, fui la basura de alguien, destinado a morir joven, me lo dijeron tantas veces que me lo creí, pensaba que todo lo que me pasaba, todo el dolor y la miseria era mi culpa, y que así era la vida, hasta que fui rescatado, hasta que me llevaron con ellos y me lo dieron todo. Por un tiempo creía que mi vida era perfecta, que fui bendecido, todo estaba bien, aún tenía cicatrices abiertas, pero estaba bien y luego tuve que poner mis ojos en ella. Me enamoré como solo se ama una vez en la vida e hice lo impensable: me fui, por ella, por ellos.

Killiam tenía razón, si me quedaba sería el fin de todo lo que amo; por mi madre biológica, mi madre Dalia iba a desatar una guerra, ¿qué haría por mí? Esa pregunta fue la hizo que tomara mi decisión.

¿Qué haría una madre por sus hijos?

La conozco bien, fui su confidente, su mano derecha, su amigo, su hijo y que ellos mueran por mi causa no es justo. Daría todo por volver, pero daría más por no hacerlo.

Observo a mis compañeros con la mirada perdida, cubiertos de hollín, sangre y tierra, y el Heckler & Koch HK416 en mi mano me dice que ya no estoy en casa. El convoy en el que voy es menor que ayer, fuimos embestidos por un grupo de insurgentes y nuestras bajas eran tantas que los ánimos estaban por los suelos. Algunos se aferran a su religión, a sus madres, novias y esposas que los esperan en casa, yo no tengo a nadie que me espere, nadie sabe ni siquiera dónde estoy.

Una explosión me ensordece, balas vienen y van.

—Levántese, soldado. —Escucho decir apenas a un moreno dándome la mano, en su placa leo su nombre, Julián.

Asiento y me paro con su ayuda, veo a uno de nuestros hombres muerto y a otro agonizando, otros tres responden el fuego enemigo.

Niego al ver el peor de los panoramas, debo hacer algo. Palpo las tres cargas que tengo de mi rifle en mis diferentes bolsillos y miro al moreno recargando su rifle para responder.

—El cabo primero está muerto. —Alguien informa mientras todos siguen concentrados en salvar sus vidas.

Hasta hoy nunca quise conocer a nadie, pensaba que podía hacer esto solo, pero no, si no me uno, moriré y malditamente no quiero hacerlo.

—¡Hoy no vamos a morir! —grito con mi rifle empuñado mirando a todos los presentes.

—Así se habla ¡carajo!

Veo por la ventana y busco a mi blanco, lo encuentro rápidamente y cuando apunto, lo veo caer.

Me doy la vuelta y el joven que gritó antes sonríe.

—Ese era mío, soldado.

Vuelvo a enfocarme y disparo. La sangre en la arena caliente me dice que el infierno aún me espera, pero no es el momento. Aún no. 

*****

Love


—No pudo irse así como así... —Trago mis palabras viendo a Rebeca y a Anna consternadas por mis lágrimas—. Necesito algo fuerte. Rebeca, ¿puedes llamar al amigo tuyo ese?

—No, Love, estamos a mitad de semana. Se supone que debemos entregar la tarea mañana y no hemos hecho absolutamente nada, además que aún no son ni las siete de la noche. —Se excusa Rebeca negándose a mi petición.

—Ya. Pero debo distraerme. Quiero distraerme. Ustedes no entienden... nadie entiende. ¡Mierda! —digo tirando el cuaderno junto a mi lápiz a un lado de mí.

La ansiedad recorre mi cuerpo y empiezo a frotar mis manos y mi rostro desesperada. Todo el mundo entiende el dolor de mi familia por la partida de Dante, pero el nivel de desesperación que demuestro no es normal, eso dicen las malas lenguas, y encima el dolor de cuerpo y cabeza que siento me tienen peor, aunque intento controlar mis lágrimas y mi angustia, esto me sobrepasa. Es demasiado para llevarlo sola.

—Love, ¿puedo hablarte abiertamente? —pregunta Anna tomando mis manos, Rebeca se sienta al borde de la cama junto a nosotras con la mirada baja.

—¿Y no lo habíamos hecho hasta ahora?

—Sí, pero esto es... —Rebeca se queda callada cuando Anna la mira furiosa.

—Nos preocupas, Love. Te debo la vida por lo que hiciste por mí, me salvaste... y me siento en la obligación de decirte esto... mi psicóloga puede darte un turno cuando quieras y estés lista.

—Yo no necesito un loquero, no fue a mí a quien viola... —Me doy cuenta de lo hiriente de mis palabras y me detengo de inmediato, pero es demasiado tarde, Anna derrama unas lágrimas, intento limpiárselas y ella retira mi mano de inmediato.

—No. Tienes razón. A ti nadie te violó por años. Te lo dije antes y nunca me cansaré de decírtelo, estaré siempre en deuda contigo y tu familia por ello, pero estoy tratando de superar mis traumas y sería bueno que tú también lo hicieras.

Seco mis lágrimas, me paro de la cama de un solo brinco y cruzo mis brazos mirándolas sin entenderlas.

—No sé de lo que hablas, Anna.

—Estás mal, Love. Estás deprimida, en modo negación y autodestrucción y no somos ciegas. Disculpa, amiga, pero es solo cuestión de sumar uno más uno y ahí está.

—Sigo sin entender cuál es el punto.

Rebeca se pone de pie y grita:

—Te estás volviendo una perra, Love. Lo que Anna quiere decirte es que ustedes se desaparecían juntos...

—¡Mejor cállate, Rebeca! —digo derrotada negando con la cabeza, llevando mi mano temblorosa a mi boca, caminando hasta la ventana, las cortinas se mueven por el viento, detengo un extremo de esta y miro el jardín, la piscina debajo de mis pies

—¡No me callaré! Con un demonio y puedes gritarnos todo lo que quieras, al cabo no hay nadie en este enorme cementerio en el que se ha convertido tu casa.

Lo saben. No soy tan buena actriz después de todo.

—La noche en la que volvió... algo cambió ese día. —Las lágrimas vuelven a salir de mis ojos y agacho la mirada cerrando la ventana, hundida en los recuerdos.

«Dios, sé que no estoy en condiciones de pedirte nada, pero, por favor llévate todo esto que siento. Quítalo de mi pecho».

Qué sinvergüenza soy, pidiendo algo después de lo que hice, del pecado que cometí, del error de amar a mi hermano. Si hay un infierno para mí, es este.

Soy abrazada por mis amigas que me consuelan, si no decía mi verdad, me iba a volver loca, no puedo hacer esto sola, no puedo sentir tanto dolor y pretender que todo marcha con relativa normalidad, al menos no con ellas.

—¿Por qué se fue? ¿Acaso yo no soy suficiente? —reclamo dejándome caer en el suelo, ellas me siguen sin poder decirme nada—. Todo se acabó, todo se fue a la mierda. Yo era capaz de dejar el mundo entero por él, por nuestro amor. Fui contra todas mis creencias y principios, le entregué mi cuerpo y mi alma... lo amé como nunca amaré a nadie y no entiendo por qué se fue.

—Amiga, tú eres suficiente, siempre lo fuiste y lo serás. Dante es hombre, y ellos son imbéciles —me tranquiliza Anna limpiando mis lágrimas.

—Perdóname, amiga, por lo que dije.

—Tranquila, sé que estás sufriendo y es ese dolor el que habla. Yo te conozco, sé quién eres.

—Yo me sumo a esas palabras, aunque claramente me dejaron por fuera.

Reímos a desgana del comentario de Rebeca. No sé qué haría sin ellas. Solo quisiera ser tan fuerte para poder borrarlo de mi memoria, aunque él no es una persona fácil de olvidar.

Dinastía, Ruleta Rusa 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora