CAPÍTULO 11

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Love


Miro a Dante sin poder creer lo que están viendo mis ojos. Padre me llevó de la mano todo el camino de regreso a casa, no pegué ojo hasta poder tocar el suelo de nuestro territorio. El jet por fin aterriza y salgo casi corriendo. Necesito ver a la razón de mi vida.

—Hija, espera... —habla mi padre cuando abro la puerta del automóvil deprisa—. No está aquí.

—¿Por qué no lo trajiste?

—Porque no quieres eso, mira el estado en el que estás.

Hasta que lo dice no me había dado cuenta de que en realidad estoy cubierta de sangre, huelo a muerte.

Asiento y subo al automóvil, mi padre sube al lugar del copiloto, Dante llega casi corriendo y se sienta a mi lado, demasiado cerca para mi gusto.

—No me iré.

Sus palabras resuenan en mi cabeza. Quiero creerle, pero me niego a hacerlo. Ya me abandonó una vez.

Lo miro asustada y este me devuelve la mirada, sacudo la cabeza y volteo a ver hacia la ventana. Siento cómo poco a poco acerca su mano hasta la mía.

«Levanta tu mano, Love. No dejes que te toque, no se lo merece. Lo odias. Recuérdalo».

Dios, ayúdame.

Cierro mis ojos al momento en que empieza a acariciar delicadamente mi mano, una electricidad recorre todo mi cuerpo y mi corazón parece que se quiere salir de mi pecho.

No.

«Él no te merece. Te hizo mucho daño».

«Love, reacciona, estuviste apunto de quitarte la vida por su culpa».

El automóvil se detiene y salgo de inmediato, mi madre espera en la puerta con lágrimas en el rostro.

Solo una vez en el pasado la vi llorar, cuando desperté luego de tratar de quitarme la vida, ese día también nos enteramos de mi embarazo.

—Madre —le digo abrazándola fuerte.

No hacen falta palabras, solo nos quedamos ahí abrazadas entre lágrimas que dicen más por nosotras. Por un momento en medio de la fiebre pensé que no volvería a casa, que nunca más podría refugiarme en sus brazos, no puedo decir que sea una madre cariñosa, de esas de los anuncios de revistas, no, ella es la reina de la famiglia, pero cuando la necesité, ella estuvo sin dudar, sin hacer preguntas, sin juzgar, ella es mi definición de madre perfecta.

«—Dios, tú y yo no somos precisamente cercanos, pero esta es mi hija y te prohíbo que te la lleves.

Escucho su rezo entre sollozos. ¿Esa es mi madre?

Intento abrir los ojos, pero se sienten tan pesados. Estoy tan cansada. Trago saliva mientras intento apretar su mano.

—¡Rhett! ¡Un doctor! —grita cuando por fin nota que la estoy mirando, besa mi mano, se seca sus lágrimas y retrocede cuando ve al doctor entrar.

El médico pone una luz en mis ojos que me lastima, le dice algo a mi madre, miro hacia delante y ahí está mi padre parado en la puerta.

—Denos un poco de privacidad —ordena padre tras asegurarse de que todo está bien, el hombre sale cerrando la puerta detrás de él, entonces mi padre se acerca a mí.

—Nunca, Love. Nunca vuelvas a pensar que quitarte la vida es la solución a los problemas. Todo se puede remediar.

Se da media vuelta y sale de la habitación azotando la puerta.

Dinastía, Ruleta Rusa 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora