CAPÍTULO 17

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Love


No sé ni cómo llegué hasta aquí, solo quería sentir algo más que no fueran las ganas de correr detrás de Dante. Es una mierda tenerlo tan cerca y no poder tocarlo como mi cuerpo desea.

«Lo deseo como un niño anhela un helado en verano».

Niego para mí misma sentada en el baño del gimnasio.

Mis amigas tocan la puerta, me niego a abrirles, no quiero ver a nadie, por un momento quiero estar sola, necesito procesar esto.

¿Por qué no se defendió? Le hice daño, sé que sí, pero no hizo nada, solo se quedó ahí, yo quería una lucha, demostrarle que sé defenderme, que nunca más me hará daño.

«Juré que nunca más te haría daño».

Sus palabras retumban en mi cabeza y mi corazón inquieto me dice que vuelva a él.

Si tan solo no se hubiera ido... si me hubiera llevado, todo sería tan distinto.

Golpeo la pared una y otra vez en un intento por no ceder, de pronto escucho un fuerte estruendo y siento cómo todo empieza a moverse, algo cae del techo y para cuando reacciono veo a Dante sosteniéndome de los brazos. No logro escuchar nada, solo lo veo mover la boca, luego mueve las manos y por fin soy consciente del arma en lo alto de su mano, busco mi bolso y gracias a Dios está a mi costado. Saco mi revólver mientras me ayuda a ponerme de pie. Mis oídos tienen un zumbido molesto y doloroso a la vez.

—¿Qué pasó? —pregunto cuando veo la puerta de la entrada en el suelo, junto a escombros y pequeñas bolas de fuego.

Mis amigas no están por ninguna parte y Dante no responde nada. Su amigo corre hacia nosotros.

—Se acerca un automóvil, debemos salir de aquí —avisa Samuel mirando detrás de nosotros.

—¿Qué carajos pasó? Alguien quiere responderme, por favor —interogo cuando soy sostenida del brazo y llevada hasta el fondo del gimnasio.

—Fuimos atacados...

Escuchamos el rechinido de unos neumáticos y luego una ráfaga de proyectiles, nos refugiamos en una habitación sin puerta, la salida trasera está demasiado lejos de nosotros.

—¿Las chicas? Mis amigas, ¿dónde están? —indago mientras ellos atrincheran la entrada con un escritorio y sillas.

—Julián se las llevó luego de la explosión, sabíamos que volverían los atacantes, pero no lograba abrir la puerta.

—Te quedaste —digo mirándolo a los ojos, hace una media sonrisa y asiente.

Samuel le hace una señal cuando las balas cesan, ambos miran por la pequeña ventana.

—Vienen caminando, son cuatro —informa Dante quitando el seguro de su arma.

Miro el escombro entre mis piernas, lo tomo y lo lanzo al otro costado de nosotros por un pequeño hueco entre el escritorio y la silla, los hombres responden disparando al lugar donde cayó la piedra, me dejo caer al suelo acomodándome para disparar debajo del escritorio. Cuando tengo a uno en la mira, disparo hacia su pecho, cae al instante mientras Dante y Samuel se encargan de otros dos, el cuarto hombre se esconde detrás de un pilar respondiendo a nuestros disparos. Dante me ayuda ponerme de pie, mientras su amigo sigue disparando, retiramos los objetos de la puerta.

—¡Sal con las manos en alto y puedo considerar dejarte con vida! —exclamo cuando los veo correr hacia fuera, Dante empieza a rodear al hombre y del otro lado lo hace su amigo.

Dinastía, Ruleta Rusa 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora