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Si mí yo de hace unos cuantos meses me viera ahora estaría decepcionada totalmente de mí y tampoco creería que estaría en la casa de aquella rubia tonta que tanto detestabamos.
—Es increíble que mi querida hija no me mintiera. La voz de la madre de Navia era realmente tenebrosa y su sonrisa lo era aún más.
—Sí madre, si nos disculpas iremos a mí habitación a estudiar. Nunca había visto que la cabeza de Navia pudiera agacharse ante alguien y que en su voz se escuchará tanto respeto.
—Claro, fue un gusto conocerla señorita Clorinde.
—El gusto fue mío, señora.
Navia se despidió de su madre para luego agarrarme del brazo y llevarme directo a su habitación, sentía como su mano temblaba en mi brazo ¿Estaba bien? Por lo poco que pude ver Navia le tenía mucho respeto a su madre, pero a la vez parecía tenerle miedo.
Al entrar a su habitación ella soltó su agarre para luego sentarse en su cama agarrando una gran bocanada de aire como si lo hubiera estado reteniendo todo este tiempo.
—¿Qué te pasa? Mi boca se abrió antes de pensar ¿Por qué tenía que abrirla? No tenía que mostrar preocupación por la rubia.
—¿Estás preocupada por mí? Que patética. Se burlo de mí, ya era algo que me esperaba, pero esa era la Navia que conocía y eso me hacia sentirme mas cómoda.
—¿Eso? Me refería a... Porqué no has sacado tus libros todavía.
—Ajá si claro, eres mala mintiendo.
—Oh, me olvidé que hablaba con la mentirosa mayor.
Navia me lanzó una mirada de odio para luego reírse después, parecía que estaba de mejor humor, solo había hecho eso para no sentirme incomoda estando con ella en su habitación.
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