ᴅᴜᴍʙ ʙʟᴏɴᴅᴇ | ᴄʟᴏʀɪᴠɪᴀ

40.

—¿Por qué no me dijiste que tú padre era importante?

—Tú nunca preguntaste. Ella solo soltó una pequeña risa nerviosa, quería besarla... Nunca había tenido tantas ganas de besarla como ahora.

Mis manos inconscientemente tomaron su rostro entre ellas haciendo que nuestros ojos chocarán en un cálido contacto visual, no había deseo entre sí. Era algo más especial o al menos eso era lo que sentía yo, acerque mi rostro dejando un corto beso en aquellos labios que ahora estaban pintados de un rojo intenso, el sabor de su labial era dulce... Todo en ella lo era.

—Clorinde yo...

—Por favor no digas nada, dejame besarte. Sus ojos azules me miraron unos cuantos segundos para luego cerrarse dándome a entender que podía seguir besándola.

De nuevo besé suavemente sus labios, compartiendo una suave caricia a los suyos, podría decirse que ambos labios estaban destinados a juntarse, a besarse entre sí y a no parar nunca de encontrarse. Deje de tomar su rostro y pase mis brazos alrededor de su cuerpo, atrapando este entre ellos en un suave abrazo, los brazos de Navia rodearon mi cuello así nuestros cuerpos se unieron en un cálido tacto.

Podría decir que aquella noche no fue solo deseo lo que habíamos compartido, algo especial que no podía describir... Algo más que el deseo y la lujuria que teníamos una a la otra ¿Era amor? Los besos dados, los abrazos correspondidos, las caricias y las miradas que ambas nos regalamos esa noche, eran de amor auténtico. Mi cuerpo fue el primero en aceptarlo y ahora mi mente lo había confirmado, había caido en el encantado de la rubia, estaba totalmente enamorada de ella.

Mi corazón latía desesperado por la rubia, exagerando un poco sentía como el podría salirse pronto de mi cuerpo e ir corriendo a los pies de ella para su atención y su cariño, no lo juzgaria... Después de todo si yo pudiera haría lo mismo que mi corazón, después de todo el solo obedecía mis sentimientos hacia ella.