porfa no te vayas....

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Hola, esto no fue facil de escribir Pero bueno.

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Pov Dany.

Los días pasaron, y con ellos, también los meses. Ahora ya estaba de seis meses de embarazo, y la pancita que antes apenas se notaba, ahora era un recordatorio constante de la vida que llevábamos dentro. Sin embargo, junto con la emoción y el asombro de ver cómo crecía nuestra hija, también vinieron las inseguridades.

No podía evitar mirarme al espejo más de lo normal. Mi cuerpo había cambiado mucho en estos meses. Los vestidos ya no me quedaban igual, y aunque me decían que me veía hermosa, había días en los que no me sentía así. Había momentos en los que Valentín me sorprendía observando mi reflejo, con una mano sobre mi vientre, y en lugar de hacerme sentir incómoda, siempre tenía la manera perfecta de hacerme olvidar esas inseguridades.

Una tarde, mientras me miraba en el espejo con un vestido que me encantaba pero que ahora apenas me quedaba, suspiré. Valentín, que estaba en la sala, notó mi silencio y se acercó por detrás, envolviéndome en sus brazos.

"Te ves hermosa," susurró, besando suavemente mi cuello.

"¿De verdad lo crees?" le pregunté, girando un poco la cabeza para mirarlo con una sonrisa tímida. "Siento que estoy enorme."

Valentín se rió suavemente y me dio un beso en la mejilla. "Enorme no es la palabra correcta. Diría más bien que estás radiante."

Me sonrojé un poco, sintiendo el calor de su mirada. Era como si, para él, mis inseguridades no existieran, como si solo viera lo mejor de mí. Sus palabras siempre tenían ese efecto.

"¿Radiante?" le dije, con un toque de sarcasmo. "¿No es esa la palabra que se usa cuando no sabes qué más decir?"

Valentín me dio la vuelta suavemente para mirarme de frente, con las manos en mi cintura. "No, Dany. Radiante es lo que digo cuando veo a la mujer más increíble del mundo, que además está creando una nueva vida dentro de ella. Si no es eso lo más hermoso del mundo, no sé qué lo sea."

Sonreí, y antes de que pudiera responder, Valentín se arrodilló delante de mí, poniendo ambas manos sobre mi vientre.

"Y tú también eres hermosa, pequeña," dijo, como si hablara directamente con nuestra bebé. "Tienes a la mejor mamá del mundo, y prometo que siempre te cuidaré a ti y a ella."

Mi corazón se derritió en ese momento. Verlo hablarle a nuestro bebé con tanta ternura me hacía olvidarme de cualquier inseguridad o dolor que pudiera sentir.

Sin embargo, a medida que mi embarazo avanzaba, había días en los que mi cuerpo me recordaba que no era tan fácil como parecía. Algunas noches, me despertaba con el cuerpo adolorido, especialmente en la espalda o los pies. Valentín, siempre atento, notaba cada pequeño gesto de incomodidad y siempre estaba allí para hacer algo al respecto.

Una noche, después de un largo día, me tumbé en el sofá con un suspiro pesado. Sentía las piernas pesadas, y mis pies me dolían como nunca. Valentín, que estaba a mi lado, notó de inmediato mi incomodidad.

"¿Te duelen los pies?" preguntó, aunque la respuesta era obvia. Me limité a asentir, cerrando los ojos para no pensar en el dolor.

Sin decir una palabra, Valentín se levantó y se sentó en el extremo del sofá, levantando mis pies suavemente sobre su regazo. Comenzó a masajearlos con tanta dedicación que no pude evitar soltar un suspiro de alivio.

"Valen, no tienes que hacer esto todos los días," murmuré, sintiéndome un poco culpable por todo lo que ya hacía por mí. "Yo puedo manejarlo."

"¿Manejarlo? No me hagas reír," respondió con una sonrisa mientras seguía masajeándome. "Voy a hacer lo que sea para que te sientas bien. Así que relájate y déjame cuidarte."

enséñame a ser feliz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora