5

316 22 14
                                        

Habían pasado unos pocos meses. Ya nos habíamos casado. Había recibido bastantes regalos. Pero Muzan decidió algo más...

-Tiren a la basura todo esos regalos. No los quiero ver por ningún lado de la mansión ni mucho menos los quiero ver cerca de T/N.- Dijo él en voz seria.

-Pero— Fuí interrumpida.

-Preciosa, esos regalos no son para alguien como tú. Además, tú mereces más que eso, y de paso. En la mafia no se puede confiar en nadie, así que será mejor verlos en la basura que contigo. Además, te compraré todos los regalos que quieras con tal de no verte con esos regalos, el dinero es lo que sobra.- Dijo él.

Sin duda, tendría mucho que aprender ahora con este nuevo estilo de vida.

Ahora iríamos a nuestra luna de miel. Así que, en todo el viaje, aprovechamos de dormir. No habíamos dormido nada. Así que no queríamos llegar cansados a nuestro destino.

Habíamos llegado a una isla. Con una gran casa en la misma. La isla estaba completamente sola, solo nosotros dos y algunas que otras personas que aún no sabía quiénes eran.

-Desde ahora, esta isla será tuya. Está a tu nombre, e incluso se llama como tú. "Isla T/N".- escuché decir a Muzan, dejándome bastante en shock.

-¿Qu-Qué?...- Dije en shock.

-Como lo escuchaste, preciosa. Esta isla es toda tuya, y no quiero oír quejas. Y para tú información, esto no es lo único que recibirás estando casada conmigo. Así que, acostumbrate a vivir de esta manera. Porque mientras seas mi esposa, todo lo que salga de tu linda boca, se hará realidad en tu vida.- Dijo el en tono serio pero orgulloso a la vez.

Claramente para mí sería difícil acostumbrarme. Yo, viniendo de un pueblo de Kyoto, con pocas posibilidades de lujos y de un buen futuro, y llegar a recibir todo lo que se me ocurra o incluso sin siquiera pedirlo. Sin duda sería un golpe bastante fuerte.

Pero sabía que si no me adaptaba rápido y no me ponía las pilas inmediatamente, quedaría como una debilucha. Así que, tampoco quería ser eso ahora estando casada con él.

...

Unas horas después, estaba durmiendo. Por más tonto que sonará, aún no quería tener... Relaciones con Muzan. Sentía que aún no estaba preparada, pero por suerte, Muzan lo comprendió y me dijo que no había problema ni apuros.

Mientras dormía, podía escuchar el sonido del mar y del viento agitar las cortinas, hasta que sentí un pequeño calorcito a mi lado. E inconscientemente, sabiendo que era Muzan, me voltee y me hundí en su pecho.

Muy raro de mi parte, pero, estaba dormida, no me podía culpar.

Pero aún así, sentí como la mano de Muzan empezó a acariciarme con suavidad, desde mi cabellos hasta mi espalda. Era bastante relajante, la verdad.

¿Cómo sabía esto sí se suponía que estaba dormida? Lo sabía porque, cuando desperté, estaba en la misma posición ya mencionada.

Cuando desperté y ví que estaba hundida en su pecho, me sonroje, bastante, e incluso me puse algo nerviosa, él, por alguna extraña razón seguía dormido. ¿Por qué decía "extraña razón"? Bueno. Cuando él me tenía secuestrada, pues, como estaba en su habitación, dormíamos juntos, y él siempre era quien se despertaba primero.

Pero esta vez, era al revés, ahora era yo quien había despertado primero.

Trate de separarme un poco, y quedé sentada en la cama. Hasta que sentí como él aún dormido. Me empujó de nuevo hacia él, hundiéndome de nuevo en él mientras que Muzan metió su cara en mis pechos, dejándome con un sonrojo bastante grande en mi cara.

-No te vayas todavía. Aún es temprano... Sigue durmiendo..- Dijo él en tono adormilado mientras se metía aún más en mis pechos, haciendo que cada vez más mi sonrojo creciera.

Solo pude quedarme callada, y solo solté un suspiro mientras lo dejaba allí en medio de mis pechos. Y solo me decidí a acariciar su cabello mientras él dormía aún allí.

De alguna manera, no me incomodaba, solo estaba nerviosa, pero poco a poco esos nervios iban disminuyendo.

Su cabello era bastante suave, y sentía su respiración en mi piel, haciendo que mi piel se erizara un poco. Pero nada del otro mundo.

-Tus pechos son muy cómodos, son como unas almohadas.- escuché decir a Muzan en tono adormilado mientras se abrazaba más a mí.

Escucharlo decir eso hizo que me sonrojara un poco, hasta que sentí como empezó a dejar mordisquitos en mis pechos.

-Oye, no me muerdas.- Dije mientras trataba de alejarlo un poco, aunque él solo siguió mordiendo mis pechos.

-Ya deja de quejarte. Puedo hacer lo que se me de la gana con tu cuerpo.- Dijo él, y siguió mordiendo mis pechos, hasta que llegó un momento en dónde dejo de hacerlo, pero aún así, él seguía con su rostro escondido en mis pechos.

¿Ahora yo sería su almohada o qué?

Pero... Tampoco era algo que me molestara...

Tenía que admitirlo. Muzan me estaba empezando a gustar cada vez más, no podía evitarlo. De alguna manera era... Caballeroso conmigo..

La Debilidad Del MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora