El fuego comenzó de forma leve, una sensación cálida en lo más profundo de mi pecho. Al principio no le di mucha importancia, creyendo que era parte del crecimiento acelerado que ya había experimentado. Pero con el tiempo, se volvió más intenso, más constante, hasta que no pude ignorarlo más. Parecía que cada día, a medida que los números en mi piel bajaban, esa sensación se hacía más fuerte.
No era dolor en sí, pero era incómodo. Como si algo dentro de mí estuviera encendiéndose poco a poco, calentando cada rincón de mi ser. No era normal. Lo sabía. Y, sin embargo, no podía decirle a nadie. No después de lo que ocurrió con mi madre cuando intenté hablarle de los números. No quería que pensaran que estaba loco.
Con el paso de los días, el fuego se convirtió en una presencia constante. No desaparecía, incluso cuando dormía. De alguna manera, estaba siempre ahí, recordándome que algo más grande estaba sucediendo. Mis pensamientos se volvían cada vez más acelerados. Tenía una claridad mental que no correspondía a mi edad. A los seis años, podía entender conceptos que los adultos a mi alrededor aún debatían. Mi mente se sentía afilada, pero también cada vez más inquieta.
Recuerdo una tarde en particular. El cielo estaba cubierto de nubes grises, y un viento frío azotaba las ventanas de la casa. Mis padres estaban en la cocina, y yo, solo en mi cuarto, observaba mi brazo nuevamente. Los números habían cambiado a **728**, y el fuego en mi pecho parecía más fuerte que nunca. Me acosté en la cama, cerré los ojos e intenté concentrarme en cualquier otra cosa, pero no podía. El calor era demasiado intenso.
De repente, una imagen apareció en mi mente, una visión tan clara como si fuera real. Era un campo abierto, un vasto desierto que se extendía hasta el horizonte, pero lo más extraño era que en el cielo había un enorme reloj, cuyas manecillas se movían rápidamente hacia adelante, como si contaran algo. En ese momento, lo supe: el fuego dentro de mí estaba conectado a esos números, al reloj en esa visión. Algo estaba sucediendo dentro de mí, algo que no podía controlar ni comprender.
Me senté en la cama, sudando ligeramente a pesar del frío que venía del exterior. ¿Qué significaba todo esto? Los números, el fuego, la visión del reloj… Todo estaba entrelazado, pero aún no podía descifrar el cómo ni el porqué.
Esa noche, mientras intentaba dormir, el fuego se intensificó aún más. Sentí que mis pensamientos ardían, como si mi mente se estuviera calentando junto con mi cuerpo. No era solo una sensación física, era mental. Mi mente no paraba de pensar, no podía detener el flujo de ideas, de preguntas. ¿Por qué yo? ¿Por qué nací con estos recuerdos, con estos números? ¿Qué estaba contando hacia atrás?
Fue en medio de esa tormenta mental cuando algo inesperado sucedió. Mi cuerpo comenzó a brillar. Era leve al principio, una luz tenue que venía desde dentro de mi piel, pero pronto se hizo más fuerte. Podía ver la luz filtrarse a través de mis manos, mis brazos. No era doloroso, pero era alarmante. Me levanté de la cama, asustado, mirando mis manos con asombro. La luz seguía allí, envolviéndome, y en ese momento, supe que ya no podía ocultar lo que estaba sucediendo.
Corrí hacia el baño, con la intención de mirarme en el espejo. Cuando encendí la luz y vi mi reflejo, la respiración se me detuvo. La luz brillaba desde mis ojos, mi piel, cada parte de mí. Pero lo más sorprendente fue lo que vi en mi brazo: los números. **727**. Habían cambiado nuevamente.
No sabía qué significaba todo esto, pero estaba claro que algo se estaba acelerando. Algo estaba creciendo dentro de mí, algo que no podía controlar. Y mientras más brillaba, mientras más intenso se volvía el fuego en mi pecho, más claro era que no podía escapar de lo que estaba por venir.
ESTÁS LEYENDO
El Elegido de las Cifras
Spiritual¿Qué harías si pudieras recordar todo desde el momento de tu nacimiento? Desde el primer segundo, sentir el tiempo avanzar más rápido, notar cómo tu cuerpo crece a un ritmo alarmante y, para colmo, ver números misteriosos aparecer en tu piel. Esta e...