El primer amanecer en el valle trajo consigo una sensación de calma que no había experimentado en mucho tiempo. El viento soplaba suavemente entre los árboles, y las montañas que nos rodeaban parecían vigilar cada movimiento. A pesar de la paz en el ambiente, sabía que estábamos a punto de enfrentarnos a uno de los mayores desafíos de nuestras vidas.
Maya estaba en pie antes de que el sol apareciera completamente en el horizonte. La vi concentrada, sentada en una roca al borde del río que cruzaba el valle. Parecía estar meditando, sintonizando con el agua que fluía a su alrededor. Yo, en cambio, me sentía inquieto. El fuego dentro de mí no había desaparecido, aunque se había calmado un poco desde que llegamos.
Decidí acercarme a Maya, esperando que su serenidad me contagiara.
—¿Cómo logras estar tan tranquila? —pregunté, sentándome junto a ella.
Maya abrió los ojos lentamente y me miró, con una sonrisa leve pero cálida.
—No estoy tranquila —respondió—. Solo estoy aprendiendo a escuchar lo que el agua me dice. Todos los elementos tienen una voz, Khaled. Solo tenemos que aprender a escucharlos.
Miré el río, sintiendo la energía que fluía a través de él, pero no pude percibir lo que ella decía. Para mí, el agua siempre había sido un opuesto al fuego que llevaba dentro. No podía entenderla ni sentirla de la misma manera que Maya lo hacía.
—¿Cómo puedo escuchar al fuego? —pregunté, sintiendo una mezcla de frustración y curiosidad.
—El fuego es impredecible, pero no es un enemigo —dijo Maya, su voz tranquila—. Has pasado mucho tiempo luchando contra él, pero el fuego es una parte de ti. Debes aceptarlo antes de poder controlarlo.
Suspiré. Sabía que tenía razón, pero aceptar el fuego significaba aceptar también la posibilidad de que pudiera destruir todo a su alrededor, incluyéndonos a nosotros. Sin embargo, no tenía otra opción. El tiempo seguía corriendo, y los números en mi brazo, ahora **704**, me lo recordaban constantemente.
—¿Cómo empezamos? —pregunté, decidido a intentarlo.
—Hoy nos enfocaremos en la conexión —respondió Maya—. El fuego y el agua son opuestos, pero también son parte del mismo ciclo. Debemos encontrar el equilibrio entre ambos si queremos controlar lo que llevamos dentro.
Maya se levantó y se acercó al río, extendiendo su mano hacia el agua. Su energía parecía sincronizarse con la corriente, como si la misma naturaleza respondiera a su llamado. Luego, me hizo una señal para que la siguiera.
—Ven. El agua y el fuego pueden coexistir si encuentras el centro. Quiero que sientas el agua sin que tu fuego la consuma.
Me acerqué a la orilla, algo reacio, pero con la determinación de aprender. Cerré los ojos y extendí mi mano hacia la corriente, intentando sentir lo que ella sentía. El calor en mi pecho comenzó a intensificarse en cuanto mi mano se acercó al agua. Era como si mi fuego se resistiera a la calma del río, como si cada chispa dentro de mí quisiera devorarlo todo.
—Respira —me dijo Maya, su voz guiándome—. No luches contra el fuego. Deja que esté ahí, pero no dejes que domine tus sentidos. Escucha el río.
Intenté seguir sus indicaciones, pero el fuego ardía con fuerza. Mi mano empezó a temblar, y el calor en mi pecho era cada vez más intenso. Podía sentir cómo el control se me escapaba poco a poco. El agua en la orilla comenzó a evaporarse con el calor que emanaba de mi cuerpo.
—No lo consigo —dije, con frustración.
Maya me miró, sin perder la calma.
—Es un proceso, Khaled. No esperes controlar el fuego en un solo día. Lo importante es que no te rindas. Mañana lo intentaremos de nuevo.
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Pasaron varios días y, aunque sentía que avanzaba lentamente, los números en mi brazo seguían disminuyendo: **695**, **690**, **680**... El fuego dentro de mí aún era rebelde, pero había momentos en los que sentía que lo entendía mejor. Maya continuaba guiándome, mostrándome cómo escuchar no solo al fuego, sino también al agua, cómo encontrar un equilibrio.
Sin embargo, el progreso era lento, y el peso de la cuenta regresiva no dejaba de presionar mi mente. Cada día que pasaba, el número en mi brazo se reducía, recordándome que el tiempo era limitado. A pesar de ello, no podía permitirme fallar.
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Una tarde, después de un largo día de práctica, decidí explorar el valle por mi cuenta. Me alejé del río y me interné en el bosque que rodeaba el valle. El lugar era tan antiguo como el tiempo mismo. Cada árbol, cada roca, parecía tener una historia que contar.
Mientras caminaba, una sensación extraña me invadió. No era miedo, pero sí una especie de conciencia de que algo me observaba. Me detuve en seco, mirando a mi alrededor, pero no vi a nadie. Aun así, el aire había cambiado. Era más denso, más pesado. Y entonces lo sentí: una presencia, algo que no pertenecía a este mundo.
—¿Quién está ahí? —pregunté, mi voz firme.
El silencio fue mi única respuesta. Sin embargo, la sensación de ser observado no desapareció. Entonces, lo vi. A través de los árboles, una figura oscura se movía entre las sombras. Era rápida, casi invisible, pero su energía era inconfundible. No era humana.
—¡Muestra quién eres! —grité, dando un paso hacia la dirección en la que la figura había desaparecido.
De repente, un frío intenso recorrió mi cuerpo, haciendo que el fuego dentro de mí reaccionara con violencia. La figura se detuvo, emergiendo de las sombras. Era alta, esbelta, y su rostro estaba cubierto por una capa oscura que no me permitía ver sus rasgos.
—Khaled —dijo la figura, su voz resonando en mi mente más que en el aire—. El tiempo está acabando. Pronto, los mundos se encontrarán, y debes estar listo. La cuenta regresiva no es solo para ti.
Mis ojos se abrieron de par en par. ¿Cómo sabía sobre los números?
—¿Quién eres? —pregunté de nuevo, mi voz entrecortada por la tensión.
La figura permaneció en silencio durante unos segundos antes de dar un paso hacia atrás, desapareciendo una vez más entre las sombras del bosque.
El fuego dentro de mí se agitó violentamente, y por primera vez en días, sentí verdadero miedo. No estaba seguro de quién era esa figura o lo que quería, pero una cosa estaba clara: el final de la cuenta regresiva traería consigo algo mucho más grande de lo que imaginaba.
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El Elegido de las Cifras
Spiritual¿Qué harías si pudieras recordar todo desde el momento de tu nacimiento? Desde el primer segundo, sentir el tiempo avanzar más rápido, notar cómo tu cuerpo crece a un ritmo alarmante y, para colmo, ver números misteriosos aparecer en tu piel. Esta e...