Capítulo 8: Lo Que Habita en el Arroyo

0 0 0
                                    

El arroyo ya no era lo que había sido minutos antes. Su tranquila corriente había sido reemplazada por un torrente dorado y vibrante. Podía sentir cómo algo dentro de esas aguas se movía, algo que no pertenecía a este mundo. Maya y yo permanecíamos inmóviles en la cima de la colina, observando cómo las aguas crecían, pero sabíamos que el tiempo para observar estaba por terminar.

—¿Qué es lo que hemos liberado? —le pregunté a Maya, incapaz de apartar los ojos de la furiosa corriente.

—No lo sé con certeza —respondió, su voz más baja de lo habitual—. Pero siento que hemos abierto una puerta entre nuestro mundo y otro lugar. Y lo que sea que habite allí, nos ha estado esperando.

De repente, el agua se levantó en una gigantesca ola, como si algo desde las profundidades la empujara hacia la superficie. La energía en el aire era densa, casi insoportable. El fuego en mi interior respondía, ardiendo con más fuerza, pero no era suficiente para calmar el temor que sentía al ver lo que estaba a punto de suceder.

La ola cayó de golpe, y desde el corazón del arroyo surgió una figura. Al principio, solo vi una sombra borrosa, envuelta en una luz dorada que la hacía casi intangible. Pero a medida que salía del agua, su forma comenzó a definirse.

Era una figura humanoide, pero su piel brillaba como el agua misma, con reflejos dorados que parpadeaban en cada movimiento. Sus ojos, dos orbes de luz líquida, nos miraban con una intensidad que me dejó paralizado. Sentí que esa criatura, lo que fuera, no solo nos observaba, sino que podía ver a través de nosotros, como si conociera nuestros pensamientos, nuestros miedos más profundos.

—¿Qué eres? —pregunté, apenas logrando encontrar mi voz.

La criatura no respondió al principio, simplemente nos observó. Podía sentir una conexión extraña con ella, algo que no era natural, pero tampoco aterrador. Finalmente, abrió la boca y una voz, suave pero poderosa, llenó el aire.

—Yo soy lo que yace entre mundos —dijo la figura, su voz resonando en nuestras mentes más que en nuestros oídos—. Fui despertado por el poder que fluye a través de ustedes, por la combinación del fuego y el agua. Y ahora, vengo para reclamar lo que me pertenece.

El fuego en mi pecho reaccionó violentamente a sus palabras, como si mi propio cuerpo se negara a aceptar lo que la criatura decía. No entendía completamente lo que significaba, pero sabía que no podíamos permitir que esta cosa reclamara lo que fuera que buscaba.

Maya dio un paso adelante, con sus ojos brillando con determinación.

—No puedes tener lo que no te pertenece —dijo, su voz llena de fuerza—. Hemos despertado algo antiguo, pero eso no significa que tengas derecho a destruir lo que hay aquí.

La criatura rió, un sonido que era a la vez hermoso y aterrador.

—No busco destrucción —respondió—. Busco restaurar el equilibrio. Ustedes han alterado las fuerzas que mantenían este mundo en paz. El fuego que arde dentro de ti, Khaled, y el agua que fluye en ti, Maya, son elementos que han estado fuera de control por demasiado tiempo. Mi misión es asegurarme de que no se desborden, de que no rompan el delicado equilibrio entre los mundos.

Mis pensamientos se aceleraron. ¿Estaba diciendo que éramos peligrosos, que nuestras habilidades podían causar daño? Sabía que el fuego que sentía dentro de mí era intenso, pero nunca imaginé que podría ser parte de algo tan grande.

—¿Qué quieres de nosotros? —pregunté, sintiendo el calor en mi piel aumentar.

—Quiero que elijan —dijo la criatura, su tono volviéndose más oscuro—. Pueden entregarse a mí, permitirme absorber las energías que han desatado para restaurar el equilibrio. O pueden luchar contra mí, pero si eligen ese camino, deben saber que las consecuencias podrían ser terribles para ambos mundos.

Maya me miró, sus ojos reflejando la misma incertidumbre que sentía en mi pecho. Sabíamos que lo que estaba en juego era mucho más grande de lo que podíamos comprender. Pero también sabíamos que rendirnos no era una opción. No podíamos permitir que algo tan poderoso controlara nuestras vidas y nuestras habilidades.

—No vamos a entregarnos —dije con más confianza de la que realmente sentía—. Este poder es parte de nosotros, y si tenemos que luchar para controlarlo, lo haremos.

La criatura nos observó por un largo momento, su expresión indescifrable. Luego, con un suspiro casi humano, asintió.

—Muy bien. Han elegido el camino más difícil. Pero también el más noble. Si desean mantener sus poderes, deben demostrar que son dignos de ellos. El fuego y el agua son fuerzas indomables. Si no pueden controlarlas, ellas los destruirán a ustedes, y con ello, su mundo.

Con esas palabras, la criatura comenzó a desvanecerse, como si se disolviera en el aire. Pero antes de desaparecer por completo, lanzó una última advertencia.

—El tiempo corre. Los números en tu piel, Khaled, son la cuenta regresiva. Cuando lleguen a cero, el verdadero desafío comenzará. Prepárense, porque cuando ese momento llegue, no estarán solos.

Y con eso, la figura se desvaneció, dejando solo el sonido del arroyo en calma y el resplandor dorado desapareciendo en el horizonte.

Maya y yo nos quedamos de pie, procesando lo que acababa de suceder. Sabíamos que nuestras vidas estaban a punto de cambiar de maneras que no podíamos anticipar. El reloj estaba en marcha, y el destino de dos mundos ahora dependía de nosotros.

El Elegido de las CifrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora