⊹ ᨘ໑. RACER
֙⋆ "on the track, the main character is us."
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RACER. (Baby, we're so rare, can't stop it, like a monster)
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El suave calor del sol, que me recuerda que estoy viva, me despierta de mi segunda siesta del día. Parpadeo lentamente mientras mis ojos se acostumbran a la luz que entra por la ventana. El sol se siente agradable, pero también me duele. Me recuerda que, a pesar de todo, el mundo sigue girando. Que sigo aquí, viva, respirando. Que hoy es jueves.
Han pasado casi siete días desde lo de mi madre. Siete días que se sienten como uno solo, interminable. Si hubiera carrera, a esta hora estaría en el avión rumbo a Italia, buscando distracción entre las curvas de Imola. Pero no, la carrera se canceló. Por suerte. Aunque, en realidad, no estoy segura de si es suerte o maldición. La verdad es que no sé nada últimamente.
Me quedo en la cama un rato más, mirando el techo, tratando de despejar mi mente. Pero los pensamientos vuelven una y otra vez, más pesados, más oscuros. Pienso en mamá, en la última vez que la vi. Su imagen está grabada en mi memoria, pero cuanto más trato de recordarla bien, más se difumina, como si mis recuerdos estuvieran llenos de niebla. Siento el peso en el pecho y respiro profundamente, pero el aire parece no llenar mis pulmones como debería.
Kai me ha dicho que tengo que comer. Me lo repite cada vez que me ve, cada vez que pasa junto a mí. "Mimi, tienes que comer algo", dice con esa voz suave que siempre usa conmigo, como si estuviera hablando con una niña pequeña. Como si yo fuera frágil, algo que él tiene que proteger. A veces lo agradezco, y otras veces solo me enfurece. No quiero que me traten como si estuviera rota, aunque quizás lo esté. Él no lo dice, pero lo sé. Sé que está preocupado.
Me siento en la cama, apoyando los pies en el suelo frío. El apartamento está en completo silencio, y eso me asusta. El silencio siempre me ha asustado. Hace que todos los pensamientos que intento ignorar se vuelvan más fuertes, más imposibles de evitar. Lo último que quiero es quedarme sola con ellos. Pero no me queda otra opción.
Kai salió hace un rato. No sé a dónde fue, no le pregunté. No me importa. En la mesa del comedor hay un tazón de avena que me dejó antes de irse, pero no lo he tocado. No tengo hambre. No tengo ganas de hacer nada.
Me levanto lentamente y camino hacia la ventana. Me quedo allí, mirando la calle desde arriba. La ciudad sigue su curso. Los autos, la gente caminando, la vida. Todo parece tan normal, tan fuera de lugar para lo que estoy sintiendo. Es extraño cómo el mundo sigue adelante como si nada hubiera pasado, como si nada hubiera cambiado, mientras mi mundo se siente completamente desmoronado.
Apoyo la frente contra el cristal frío de la ventana, sintiendo cómo el contacto me calma un poco. "La vida sigue", me digo. Es lo que Kai me repite todos los días. "La vida sigue, Mía. No puedes quedarte aquí atrapada". Pero eso es exactamente lo que estoy haciendo, quedarme atrapada. Porque no sé cómo salir de este lugar. No sé cómo seguir adelante.
El sonido de mi teléfono vibrando sobre la mesa me saca de mis pensamientos. Miro hacia él, pero no me muevo. Lo dejo vibrar un rato más, el sonido retumbando en el silencio del apartamento. Sé que es importante. Sé que probablemente sea el equipo, o Lando, o cualquiera de las personas que dicen estar preocupadas por mí. Pero ahora mismo no puedo lidiar con ellos. No quiero lidiar con nadie.
Finalmente, me acerco a la mesa y tomo el teléfono. La pantalla se ilumina y veo los mensajes. Hay varios de Liam, otros del equipo, algunos de mis amigas. Pero mis ojos se detienen en uno en particular: Lando.
No sé por qué, pero algo en su mensaje me hace sentir aún más perdida. Lo abro, sabiendo que debería ignorarlo. "Mía, ¿puedes por lo menos responderme? Estoy muy preocupado". Las palabras me golpean. No sé por qué. Quizás porque él no tiene idea de lo que está pasando realmente, pero aun así pregunta si estoy bien. ¿Estoy bien? Ni siquiera sé cómo responder eso.
Apago el teléfono y lo dejo boca abajo sobre la mesa. No quiero pensar en él. No quiero pensar en nada. Me siento en la silla más cercana y apoyo los codos sobre mis rodillas, hundiendo el rostro en mis manos. El aire a mi alrededor se siente denso, pesado. Mi mente es un laberinto de preguntas sin respuestas. ¿Cómo sigo adelante? ¿Cómo se supone que siga cuando todo lo que conocía se siente tan lejano?
Lando y yo... él no debería importarme tanto. No ahora. No cuando todo lo demás se siente tan caótico. Pero su mensaje se queda grabado en mi cabeza, una y otra vez. ¿Por qué se preocupa? No es como si tuviéramos algo. No es como si debiera sentir algo más allá de una rivalidad. Entonces, ¿por qué me afecta tanto?
Dejo salir un suspiro y me levanto. Necesito salir de aquí. Necesito aire. Decido salir al pequeño balcón del apartamento. El viento es suave, la brisa me refresca un poco, despejando la neblina en mi cabeza, aunque solo sea por unos minutos. Miro las calles desde arriba, viendo cómo la gente va de un lado a otro, con prisa, con vida.
Me pregunto cómo sería si todo esto no hubiera pasado. Si mi madre no se hubiera ido, si todo siguiera normal. Probablemente estaría preparándome para la carrera, con las mismas preocupaciones de siempre: los tiempos, la estrategia, los neumáticos. Y no estaría aquí, sintiendo este vacío, esta soledad. Pero eso es lo que es, ¿no? No hay escapatoria, no hay vuelta atrás.
Las lágrimas comienzan a picar en mis ojos, pero las contengo. No he llorado desde que llegué a casa. Ni una lágrima. Quizás porque si empiezo, siento que no voy a poder parar. Quizás porque sé que llorar no va a cambiar nada.
Mamá está muerta. Esa es la realidad. Y nada de lo que haga la va a traer de vuelta.
El sonido del teléfono vibra de nuevo en la mesa, pero esta vez lo ignoro por completo. Me recuesto en la silla del balcón, mirando al cielo. Me pregunto qué haría mamá en mi lugar. Ella siempre tenía algo que decir, algo que me hacía sentir que todo iba a estar bien, aunque no lo estuviera. Pero ahora no hay nadie para decirme eso. Ahora solo estoy yo, tratando de encontrar un camino entre todo este caos.
El sol sigue calentando mi piel, recordándome que, aunque quiera detenerme, aunque quiera que el tiempo se congele, la vida sigue. El mundo sigue. Y en algún momento, yo también tendré que seguir. No sé cómo, ni cuándo. Pero sé que en algún momento tendré que encontrar la forma de salir de este limbo.
Por ahora, solo puedo respirar. Sentir el sol en mi cara. Y esperar que, algún día, todo esto duela un poco menos.