⊹ ᨘ໑. RACER
֙⋆ "on the track, the main character is us."
ੈ‧Donde lando norris se enamora de la nueva piloto rookie. ₊˚﹆
social media x real life
lando norris x f.oc
Ranking
1 - #lancestroll 28/03
1- #danielricciardo 31/03
1- #2023 03/05 9/11
1...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
RACER. ("champ" that's my title, speed up till the maximum.)
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
30 votos y 13 comentarios para prox cap
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El día comenzó con un cambio inesperado en mi rutina. Después de la charla con Joao ayer, algo dentro de mí parecía haberse encendido. No era una explosión de motivación, pero sí una pequeña chispa, suficiente para querer hacer algo más que simplemente existir en el día. Cuando Joao me propuso ir al gimnasio juntos, acepté. No con entusiasmo, pero tampoco con desgana. Quizás parte de mí quería comprobar si sus palabras de ayer realmente tenían el poder de moverme. —¿Lista? —preguntó Joao, asomándose por la puerta de la habitación con su mochila deportiva al hombro. —Lo estoy intentando —respondí mientras me ataba las zapatillas deportivas. Él entró y se acercó con esa sonrisa suya que siempre parecía más efectiva que cualquier palabra. Me observó con una mirada cálida y luego se inclinó para besarme en la frente. —Eso es todo lo que importa. Vamos, estrella. Me reí por lo bajo. "estrella" se había convertido en su frase favorita últimamente, y aunque al principio me resultaba un poco cursi, empezaba a encontrarle cierto encanto. El trayecto al gimnasio fue tranquilo, con música suave de fondo. Joao tamborileaba con los dedos en el volante al ritmo de la canción, mientras yo miraba por la ventana. Era una mañana despejada, con el cielo tan azul que parecía pintado. La luz del sol entraba por las ventanillas, haciendo que todo se sintiera un poco más ligero. —¿En qué piensas? —preguntó de repente. —En todo y nada —respondí, encogiéndome de hombros—. Pero creo que estoy agradecida de estar aquí, contigo. Él sonrió sin apartar la vista de la carretera. —Es un buen comienzo. Cuando llegamos al gimnasio, el lugar estaba prácticamente vacío, lo que siempre era un alivio para mí. Nunca había sido fanática de entrenar rodeada de extraños. Joao, en cambio, parecía completamente cómodo, como si cada espacio del mundo fuera suyo para dominarlo. —Vamos a empezar con algo suave —dijo mientras se dirigía hacia las cintas de correr—. No quiero que te me quejes en los primeros cinco minutos. —Por supuesto, señor entrenador —respondí con sarcasmo mientras me subía a una de las máquinas. Comenzamos con un trote lento, dejando que nuestros cuerpos se acostumbraran al movimiento. Joao me miraba de reojo mientras corría, con una sonrisa que empezaba a ponerme nerviosa. —¿Qué? —pregunté finalmente, sin dejar de moverme. —Nada. Solo que creo que deberías trotar así en la pista de carreras. Es mucho más relajado que lo que haces a 300 kilómetros por hora. —Oh, claro, porque trotar es igual de emocionante que adelantar en una curva cerrada —repliqué, y él soltó una carcajada. El sonido de su risa llenó el espacio y, por un momento, olvidé que estábamos en un gimnasio. Tras quince minutos en la cinta, Joao decidió que era hora de cambiar a pesas. Me siguió hasta la zona de mancuernas y se aseguró de ajustar el equipo antes de que empezara. —Cuidado con la postura, Mia. No quiero que te lastimes —dijo mientras colocaba una mano en mi espalda para corregir mi posición. —¿Sabes que puedo hacer esto sola, verdad? —repliqué, aunque en el fondo me gustaba que fuera tan protector. —Claro, pero ¿dónde estaría la diversión en eso? —respondió, guiñándome un ojo. Durante las siguientes repeticiones, su presencia fue un ancla. Mientras yo me concentraba en levantar el peso, Joao me alentaba con palabras suaves, a veces intercaladas con bromas que me hacían rodar los ojos pero que, secretamente, disfrutaba. —Uno más, pequeña estrella. Vamos, demuéstrame de qué estás hecha. —Su tono era juguetón, pero sus ojos estaban llenos de orgullo. Después de terminar con las pesas, pasamos a hacer estiramientos. Joao insistió en ayudarme, y aunque yo sabía que podía hacerlo sola, dejé que me guiara. —Mira, es fácil. Solo inclínate un poco más —dijo mientras se doblaba hacia adelante con la facilidad de un atleta profesional. —No todos somos hechos de goma, Joao —protesté, esforzándome por igualar su flexibilidad. —No todos son Mia Blair, la mujer que desafía las leyes de la física en cada carrera —respondió, con una sonrisa que me hizo sentir que realmente lo creía. Cuando terminamos, nos sentamos juntos en un banco frente a los vestidores, compartiendo la última botella de agua que quedaba en su mochila. —¿Cómo te sientes? —preguntó, pasándome la botella. —Más cansada que cuando llegué, pero... bien. —Me permití una pequeña sonrisa mientras secaba el sudor de mi frente con una toalla. —Eso es lo que importa —dijo, inclinándose para besarme en la mejilla—. Estoy orgulloso de ti, Mia. —¿Por venir al gimnasio? —pregunté, medio en broma. —Por levantarte, por intentarlo, por no rendirte. —Sus ojos brillaban, y su voz era tan seria que mi corazón dio un pequeño vuelco. No supe qué responder, así que me recosté en su hombro. Durante un momento, nos quedamos en silencio, mirando el reloj en la pared. —¿Sabes? —dije finalmente—. Quizás me esté reconciliando con la idea de que puedo tomarme días malos sin sentirme un fracaso. Joao giró la cabeza para mirarme, su expresión era una mezcla de ternura y orgullo. —Esa es mi chica. Salimos del gimnasio tomados de la mano, con los primeros rayos de la tarde brillando sobre nosotros. No había cambiado mi vida en un solo entrenamiento, pero algo sí había cambiado: me había recordado que no estaba sola en esto. Con Joao a mi lado, tal vez, podía seguir avanzando, paso a paso.