⊹ ᨘ໑. RACER
֙⋆ "on the track, the main character is us."
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RACER. (Baby, we're so rare, can't stop it, like a monster)
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La cálida noche de Mónaco me acogía extrañamente, envolviéndome en una especie de consuelo áspero, como un abrazo forzado que intentas rechazar pero que en el fondo, necesitas desesperadamente. Las luces del puerto brillaban a lo lejos, reflejándose en el agua, perfectas y distantes, casi como mi vida antes de que todo esto sucediera. Había sido una semana extrañamente difícil, agobiante, como si el universo hubiera decidido volcar sobre mí todo el peso del mundo en un solo movimiento. Todo lo que quería era escapar, irme, esconderme en algún rincón oscuro donde el tiempo no me encontrara. Pero Mónaco, con su resplandor opulento y sus curvas elegantes, parecía burlarse de mi deseo de huida. No había escapatoria.
Es imposible olvidar las cosas que sucedieron desde ese premio en Miami. Se me cuelan en la mente como agujas, pequeñas y afiladas, que cada vez que intento arrancarlas, solo se hunden más. Mis pasos me llevan, casi por inercia, hacia el puerto, y antes de darme cuenta, ya estoy ahí, en medio de la oscuridad tibia de la noche, con el sonido del agua calmada y los murmullos distantes de la ciudad.
Me pongo mis audífonos. Necesito el silencio que da la música, ese tipo de vacío que no es real, pero que ayuda a mantener las voces a raya. Al principio, la música suena tan fuerte que casi logra aturdirme, pero luego, cuando empiezo a trotar por las calles, el ritmo se ajusta al latido de mi corazón. La sensación de correr bajo el cielo de Mónaco me resulta familiar, aunque esta vez todo es diferente. Estoy más pesada, como si llevara una carga que no se ve, pero que siento en cada paso, en cada inhalación.
Pienso. Es lo único que puedo hacer cuando corro. Mis pensamientos son como pequeños demonios que han aprendido a bailar a mi alrededor, siempre acechando, siempre listos para atacar cuando mi guardia baja. Me he repetido mil veces que no tengo miedo, que soy más fuerte que esto, pero... ¿lo soy? Lo que siento ahora es lo más cercano al miedo que he conocido. Mi pecho se aprieta al recordar todo aquello que intento desesperadamente olvidar, como si una mano invisible me estrujara el corazón, y mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas. Intento contenerlas, pero sé que es inútil. No sé si es por el agotamiento físico o por la simple presión de mantenerme entera por tanto tiempo, pero todo está al borde de quebrarse.
Han sido dos semanas infernales. Dos semanas en las que no he tenido un solo momento de paz, dos semanas en las que he tenido que fingir que todo está bien, que soy esa Mía invencible que el mundo espera que sea. Pero no lo soy. Estoy rota. Y aunque intento aparentar fortaleza, cada pedazo de mí grita por dentro. Estoy cansada de tener que enfrentar cada obstáculo con una sonrisa, como si nada me afectara. No quiero ser la fuerte todo el tiempo. No quiero ser la que aguanta, la que no se rompe.
Un nudo se forma en mi garganta. Pensar en Lando, en su traición, me golpea con más fuerza de la que esperaba. Había confiado en él. Durante 48 horas, había creído que quizá, solo quizá, había alguien que me entendía, que podía sostenerme cuando todo a mi alrededor se caía a pedazos. Pero fue una ilusión, un espejismo. Y ahora, él es una de las razones por las que me siento más perdida que nunca. Su traición fue como una puñalada en el pecho, una que todavía no he logrado sacar.
Sigo trotando, aunque el esfuerzo parece inútil. Quiero correr hasta que mis piernas cedan, hasta que mi cuerpo ya no responda. Quiero dejarlo todo aquí, en esta ciudad que nunca duerme, entre estas calles donde nadie me conoce realmente. Pero sé que eso no es posible. No puedo huir de mí misma, no importa cuánto lo intente.
Las gotas empiezan a bajar por mis mejillas, y ya no sé si son de sudor o lágrimas. No importa. Nada importa. Lo único que sé es que voy a seguir corriendo hasta que este vacío dentro de mí se desvanezca, aunque temo que nunca lo hará.
Los pasos resuenan en las calles desiertas, mientras la ciudad sigue con su indiferente esplendor. Las luces parpadean en la distancia, como testigos mudos de mi sufrimiento. Nadie sabe lo que siento, nadie entiende el peso de lo que llevo dentro. Los flashes de las cámaras, los comentarios hirientes en redes sociales, todo eso se queda grabado en mi piel como cicatrices que nunca sanan. A veces me pregunto si todo esto vale la pena. Si seguir adelante, si luchar por un lugar en un mundo que no quiere aceptarme, es realmente lo que debo hacer.
Y entonces, en medio de la carrera sin fin que parece mi vida, la imagen de mi madre surge en mi mente. Cierro los ojos por un segundo, recordando su sonrisa, su voz tranquila que siempre parecía saber qué decir. Si ella estuviera aquí, ¿qué me diría? Probablemente algo simple, algo que sonaría a verdad universal en su voz, pero que yo no podría aceptar. "No te rindas, Mía". Pero ella no está. Y quizás, eso es lo que más me duele. Que incluso cuando más la necesito, no puedo tenerla cerca.
El peso de su ausencia me golpea con la misma fuerza que el cansancio físico. Me detengo por un momento, respirando hondo, intentando que el aire entre en mis pulmones con normalidad. Pero el nudo en mi garganta sigue ahí, como una presencia constante, una prueba de que no puedo escapar de este dolor, no importa cuánto corra.
Sigo adelante, aunque mis piernas empiezan a fallar. El ritmo de la música cambia, pero apenas lo noto. Estoy perdida en mis pensamientos, en ese mar oscuro que parece no tener fin. No quiero pensar en Lando, no quiero pensar en las redes sociales, no quiero pensar en las entrevistas, en las carreras, en los compromisos. Quiero desaparecer, aunque sea por un momento.
El sonido del mar llega a mis oídos, mezclándose con el latido de mi corazón. Siento el aire fresco del puerto y, de alguna manera, me reconforta. Mónaco, en su fría belleza, parece abrazarme ahora, como un refugio en medio del caos. Pero sé que no es real. Sé que en cuanto deje de correr, en cuanto me detenga y enfrente la realidad, todo volverá a ser tan insoportable como siempre.
Pero por ahora, en este preciso momento, decido seguir corriendo. Porque es lo único que sé hacer. Correr y no mirar atrás.
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— AUTHOR NOTE
WATTPAF NO ME DEJABA COLOCAR LOS BANNERS!! en fin, todo bien ahora (creo), gracias por esperar!!
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