048, anger

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RACER

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RACER.
("champ" that's my title,
speed up till the maximum.)

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—Mía, Verstappen adelante, 0.8 —dijo Liam por la radio.
Estábamos de vuelta en la carrera. Zandvoort. La pista favorita de Max. La pista donde nadie esperaba que alguien más que él cruzara la meta en primer lugar.
Pero yo estaba lista para cambiar eso.
Había llegado a este Gran Premio con un enfoque distinto. Después de todo lo que había pasado en las últimas semanas, después de los titulares, las críticas y la presión, algo en mí había cambiado. Me había endurecido.
No me importaba lo que dijeran. Hoy iba a ganar.
—Entendido.
Presioné el acelerador a fondo, sintiendo la vibración del motor bajo mis manos, la potencia del monoplaza respondiendo al instante.
Max se defendía bien. Claro que sí. Era Verstappen. No iba a dejarme pasar fácilmente, no en su casa. Pero yo era mucho más lista que eso.
Lo había estado estudiando toda la carrera. Cada curva, cada movimiento, cada error minúsculo.
Y ahora, con apenas unas vueltas para el final, era el momento.
—Mía, necesitamos que entres a boxes. Tus neumáticos están muy gastados.
La voz de Liam llegó por la radio, pero la ignoré.
Si paraba, perdía la carrera.
No.
—Me quedo con estos —respondí con firmeza—. Voy a estar bien.
Liam no insistió. Sabía que, cuando tomaba una decisión, nada me hacía cambiar de opinión.
Apreté el volante. Ahora o nunca.
Zandvoort no era una pista que te diera muchas oportunidades de adelantamiento. Pero no necesitaba muchas. Solo necesitaba una.
Y cuando vi el hueco, lo tomé.
Me lancé por el interior de la curva con una maniobra agresiva, pero perfectamente ejecutada. Mi monoplaza rozó el suyo por milímetros. Max intentó cerrarme, pero era demasiado tarde.
Lo pasé.
Los gritos en la radio, las aclamaciones en la pista, todo se sintió como un rugido ensordecedor.
Y entonces...
La bandera a cuadros.
Había ganado.
Dejé escapar un suspiro de alivio mientras cruzaba la meta, mis manos aferradas al volante, mis brazos temblando de pura adrenalina.
Lo había hecho.
Llevé el auto hasta la zona de parque cerrado, donde solo el vencedor tiene el derecho de estacionarse en el puesto número uno. Me quité los guantes con lentitud, mis dedos hormigueando por el esfuerzo.
Mi equipo estaba celebrando. Saltaban, aplaudían, me esperaban con abrazos listos.
Pero en medio de toda la euforia, sentí una punzada extraña en el estómago.
Algo no estaba bien.
Y entonces, lo escuché.
Los abucheos.
Oh.
Por supuesto.
El favorito a ganar era Max. Y lo acababa de derrotar en su casa.
No tardó mucho en llegar el verdadero problema.
Sentí una presencia tras de mí antes de que siquiera hablara.
Max.
Venía como una tormenta.
—¡BLAIR!
Ignoré su voz y seguí caminando hacia la zona de pesaje.
—¡MÍA!
No me dio opción.
Un tirón en mi brazo me hizo detenerme en seco.
Oh, no.
Me giré de golpe, sacudiéndome de su agarre, pero él no se movió.
Max estaba hirviendo de ira.
Su mirada azul era puro fuego.
—¿Qué mierda fue eso? —soltó entre dientes, su respiración pesada, su mandíbula apretada con furia.
Aquí vamos.
—Una maniobra. Un adelantamiento limpio. Una victoria. —enumeré con frialdad—. Llámalo como quieras.
Max dio un paso más. Demasiado cerca.
—Te debieron sancionar.
Reí con burla.
—Oh, qué sorpresa. Cuando Max Verstappen pierde, de repente es culpa de los comisarios.
Sus labios se curvaron en una sonrisa amarga.
—No fue limpio. —gruñó—. Me cerraste contra la línea blanca y casi me mandas contra el muro.
Lo miré con una sonrisa lenta, venenosa.
—No te mandé a ningún lado. Si no supiste defenderte, es tu problema, no el mío.
Max dejó escapar una risa sin humor.
—Eres una maldita tramposa.
Oh, eso fue divertido.
—¿Tramposa? —ladeé la cabeza—. Max, amorcito, ¿de verdad quieres hablar de jugar sucio?
Y entonces lo sentí.
Sus dedos se cerraron alrededor de mi muñeca.
Con fuerza.
Max me apretó con tal intensidad que un latigazo de dolor recorrió mi brazo.
Oh, cabrón.
Su mandíbula estaba apretada, su respiración pesada.
—Escúchame bien, Blair. —Su voz era baja, cortante, como una amenaza contenida—. No vas a salirte con la tuya siempre.
Intenté soltarme.
No pude.
Lo miré a los ojos, mi furia creciendo como un incendio.
—Suéltame.
Pero no lo hizo.
Apretó más.
Mi mandíbula se tensó. No me moví ni un centímetro. No le iba a dar el placer de verme retroceder.
—Si yo hubiera hecho lo mismo —espetó, su voz goteando rabia—, me habrían penalizado al instante.
—Si tú lo hubieras hecho, estarían llamándote "el mejor defensor de la parrilla" —solté con frialdad—. Pero claro, como lo hice yo, es un problema.
Max respiró fuerte por la nariz, pero su mano no se aflojó.
Fue entonces cuando lo noté.
Un movimiento en el rabillo del ojo.
Un par de cámaras.
No.
Un ejército de cámaras.
Los medios estaban grabando.
Lo vi en su expresión. Max también se dio cuenta.
La imagen era un escándalo en potencia.
Él, sujetando mi muñeca con fuerza, sus nudillos blancos.
Yo, con el ceño fruncido, mis labios apretados en una línea tensa.
Las cámaras, captando cada maldito segundo.
El ambiente cambió en un instante.
Max parpadeó, dándose cuenta de lo que estaba haciendo.
Me soltó de golpe.
Pero ya era tarde.
Yo ya estaba frotándome la muñeca con molestia.
Las cámaras ya tenían su historia.
Los titulares ya estaban escritos.
MAX VERSTAPPEN PIERDE EL CONTROL CONTRA MÍA BLAIR.
Los murmullos comenzaron a crecer a nuestro alrededor.
El escándalo había nacido.
Max me miró fijamente, su pecho subiendo y bajando con fuerza.
—Disfruta tu victoria —murmuró con la mandíbula tensa—.
Mi sonrisa fue afilada como un cuchillo.
—Créeme. Lo haré.
Nos quedamos ahí un segundo más. Dos bombas a punto de explotar.
Pero la guerra no sería aquí.
Max se giró bruscamente y se alejó, empujando a un periodista que se había acercado demasiado.
Me quedé quieta, sintiendo la adrenalina quemándome por dentro.
No era miedo.
Era la certeza de que esto acababa de volverse personal.












miarubyb

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