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El pequeño rubio recorrió aquél pequeño patio de su nueva escuela con atención; sus nuevos compañeros corrían de un lado a otro tras la pelota de soccer mientras las niñas saltaban la cuerda. Se sentó con cuidado cerca de una profesora en un banco que estaba a su lado y suspiró.

Recordó como un niño le negó incluirse al equipo de soccer en el recreo, se había armado de valor para hablarle al chico pelirrojo e intentar incluirse en lo que parecía y era un grupo.

- Eres tan pequeño que ni siquiera pareces de segundo grado, en guardería te aceptan. -le había dicho mientras tomaba la pelota y se giraba a sus amigos.

Luke posó su cabeza sobre las palmas de sus pequeñas manos, sus codos estaban contra sus rodillas y sus piernas se balanceaban ligeramente de un lado a otro, observaba con atención a los niños jugando frente a él; quería jugar soccer aunque no supiera si quiera en qué consistía el juego, sólo quería estar acompañado de alguien en su primer día. Se sentía un poco intimidado porque, para tener 7 años de edad, era muy pequeño a comparación de otros.

Una vez que sonó la campana para indicar el fin del receso, movió con un poco de dificultad la corbata azul marina que lo sofocaba desde la hora de entrada y dio un salto para bajarse de la banca, siguiendo a los chicos que identificó como sus compañeros para formar una fila al lado de la puerta del aula.

- Niños, por estaturas, por favor. -pidió la profesora juntando sus manos. Su mirada cayó sobre el pequeño niño rubio escondido detrás de sus compañeros.- Pequeño, tú vas adelante.

Su labio interior tembló y miró a la profesora a manera de suplica, pero ella solo le dijo que tomara su lugar al frente mientras intentaba separar a dos niños que peleaban por una tontería. Caminó a paso lento y arrastró los pies, se colocó sobre la línea para comenzar la fila y cerró los ojos.

- Michael, vas detrás de Luke.

- Pero...

- Que vayas. -decretó la maestra.

Luke ni siquiera se molestó en abrir los ojos hasta que no sintiera la presencia de su maestra frente a él. Tenía un poco más de confianza en la agradable mujer de cabello corto y rizado.

- Ahora, todos entrarán y compartirán su banco con quien tienen a lado.

Luke abrió finalmente los ojos y vio a la pequeña niña de piel blanca; cabello corto, lacio y color negro; ojos algo rasgados y una sonrisa en su rostro. Ella caminó a su lado para guiarlo al primer banco al fondo del salón, justo al lado de la maestra y se sentó a esperar que él hiciera lo mismo. Mientras todos se acomodaban, la niña comenzó una plática con el rubio.

- Soy Kazumi. -dijo ella simplemente. - Eres nuevo ¿verdad? El año pasado no te vi aquí.

- Soy Luke. -correspondió jugando con sus dedos.

- ¡Soy Michael! -dijo alguien detrás de ellos. Kazumi se giró rodando los ojos hacia el asiento detrás de ellos.

- No le importa.

- Sí le importa, callate.

- Es de mala educación irrumpir en las conversaciones ajenas. -murmuró Luke sin levantar la mirada.

- ¿Lo ves? -objetó Kazumi sonriendo.

- Es de mala educación no mirar a las personas mientras hablas.

- Guarda silencio. -dijo Luke acomodándose correctamente mientras la profesora tomaba su posición frente a ellos.

- ¿Quieres ser mi amigo? Parece que quieres ser mi amigo, vamos, seamos amigos. -habló Michael pero Luke le ignoró. -Tomaré tu silencio como un "sí, Michael, moriré por ser tu amigo"

Luke se giró hacia él.

- No moriría por eso, quiero decir, uh, yo, ah... No, olvídalo. Gracias.

- Eres tonto y formal a la vez, eso me gusta. -susurró Michael.

Luke sintió sus mejillas tomar color y se giró en su asiento mientras se encogía ahí mismo.

Claro que no fue la primera vez que Michael lo dejó sin palabras.

M + LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora