19.

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Michael no había salido de aquella tienda de discos en lo que pudo ser una hora, en la cual escuchó a su amigo introducirse a sí mismo y sus gustos. En cambio él no hablaba, Calum parecía de verdad saber lo que era la suyo, su canción y color favorito, todo; él no tenía mucho para hablar, no escuchaba bandas tan geniales como las que su acompañante (o alguna en general), le gustaban todos los colores y nunca sabía cual era el suyo, sólo sabía que amaba a los gatos, sin duda alguna lo hacía.

Calum era muchísimo más interesante de lo que él creía llegar a ser alguna vez en su vida.

— Te daré el número de mi madre por si algún día quieres salir. —le dijo Calum sonriendo, jalando la mano de su progenitora para que le diera el número a la rubia.

— Aquí está. —murmuró la señora amablemente, extendiendo un papel con el número escrito.— Quizás más tarde puedan salir, Calum no hace nada en todo el día.

— Michael tampoco. —acordó Jessica.— Sin duda podrían ser amigos.

Ambos niños bufaron mientras sus madres repetían una y otra vez que ninguno tenía amigos o hacía algo productivo durante las tardes, así que arreglaron algo como una cita de juegos mientras comenzaban a caminar por el centro comercial, con ambos niños arrastrando los pies.

— Cuentame de ti, Michael. —pidió Calum mirando al rededor de la tienda de zapatos; pareció que sus madres se habían hecho amigas.

— No hay mucho que contar: tengo 7 años, 8 en 36 días, no hago nada nunca, me gusta la pizza, me gustan mucho los colores fuertes, creo que el rojo es mi favorito por el momento y espero cumplir 16 pronto para que mi madre me deje teñirme.

— ¿No tendrás 16 dentro de... No sé, ocho años?

— Siete años en 36 días. —corrigió sentándose en el suelo, le indicó a su nuevo amigo que se sentara.

— ¿Y no tienes amigos? —preguntó curioso. — Pareces alguien, uh, cool.

Mis compañeros de aula, también una niña que hace poco me odiaba y mi mejor amigo Luke.

— Me gusta su nombre.

— A mi me gusta él. —susurró y Calum preguntó qué había dicho. — Nada. Que a mi también me gusta su nombre, sí.

— ¿Crees que podría conocerlo? ¡Podríamos ser mejores amigos los tres!

— Sí, lo pensaré.

Michael definitivamente no quería que Luke tuviera otro mejor amigo.

Se tuvieron que separar cuando sus madres regresaron, tomando a cada niño de la mano y despidiéndose camino al estacionamiento; Calum y su familia se acababan de mudar y necesitaba asistir a la escuela, Jessica sugirió el colegio al cual asistía Michael y Joy prometió pensarlo, quería que Calum empezara bien en su nueva ciudad, y si ya había hecho un amigo en su primer día y podían asistir al mismo colegio ¿cuál era el problema?

El rubio se despidió de Calum, esperando verlo el lunes en su colegio y partió a casa con su madre. No vivían lejos de ese lugar, por lo que habían llegado caminando y se regresarían de la misma forma. Michael iba saltando por la acerca cantando lo poco que recordaba de la canción de Good Charlotte, paró en una esquina a tres casas de distancia de su casa, esperaba a que su madre lo alcanzara. Cuando Jessica lo alcanzó caminaron juntos, la mayor se extrañó de ver una camioneta estacionada frente a su casa, pero lo entendió cuando Michael gritó emocionado y corrió a la puerta de su casa, encontrándose con Luke y un hombre rubio con intenciones de a penas tocar la puerta.

Saltó sobre Luke, asustándolo y haciéndolo reír cuando entendió que era Michael. Lo abrazó con mucha fuerza y las mejillas de ambos estaban pegadas, el mayor  sonreía y tenía sus ojos cerrados mientras Luke intentaba sonreír pero no podía por como Michael lo estaba apretujando, igual devolvió el abrazo casi con tanta fuerza.

En todo lo que Michael y Luke caminaban abrazados por el porche de la casa, Robert se presentaba con la mujer rubia.

— Robert Hemmings, padre de Luke.

— Jessica; un gusto conocer por fin a otro Hemmings.

— ¿Nunca ha conocido a mi esposa?

— A su esposa si... No apropiadamente, no me conoce como la madre de Michael y, bueno, eso.

— ¿Disculpe?

— Larga historia, supongo y Luke le ha contado parte de ella. Pero si se queda unos momentos podemos hablar, porque de verdad pienso que usted hará comprender un poco a su esposa la amistad tan especial de Luke y Michael.

— Sí fuera así de fácil.  —murmuró siguiendo a Jessica hasta la puerta.

Cuando escucharon un golpe seco y a ambos niños quejándose se giraron y se encontraron con sus hijos en el césped, quejándose.

Al parecer caminaron abrazados por mucho tiempo y no notaron los cinco escalones en la entrada y habían rodado por ellos.

M + LDonde viven las historias. Descúbrelo ahora