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Debería casarme con Cassie

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Debería casarme con Cassie

「Nico」

No podía dejar de pensar en que todo habría sido más fácil si Cassie hubiera podido echar a Luke por sí misma. Por mucho que la llamasen Princesa de la Muerte, Cassie no tenía un verdadero título más allá de la hija de Tánatos. Yo, por otro lado, era el Rey de los Fantasmas, y eso no era justo.

Cass debería ser la reina, era su legado y su herencia. Tenía que conseguirle eso, tenía que devolverle a ella su título y su honor. Estaba convencido a hacer lo que fuera necesario para poder nombrarla a ella Reina de los Fantasmas, aunque eso significase que yo perdiera tal título.

Así que allí estaba, en el pasillo del castillo de Hades, esperando que me diera paso. Dos guerreros esqueletos custodiaban las puertas de la sala del trono. Me estaba desesperando allí afuera, pero por fin me dejaron pasar.

Mi padre me esperaba en su trono, luciendo su traje negro, su corona forjada en hierro y hueso y su semblante serio que ya no me causaba ningún miedo.

—Has tardado mucho en volver a visitarme —habló mi padre—. ¿Sabes? Estuve almorzando con Tánatos el otro día. Hablamos de ti y de su hija Cori.

—Cassie —corregí—. Necesito que me ayudes con algo.

—Claro que sí —Hades rodó los ojos—. Pide por esa boquita.

—Cassie es la hija de Tánatos, creo que ella merece el título de Reina de los Fantasmas —inicié—. Ha tenido varios encontronazos. A ella le es más fácil interactuar con los muertos, pero no tiene ningún poder sobre ellos, como yo. Quiero que ella porte el título.

—Pero ese título es tuyo. Tú te lo ganaste.

—No me importa. Quiero que ella tenga mi título, aunque eso signifique que yo lo pierda. No me importa eso, yo tengo más que suficiente.

La tengo a ella.

Hades se pasó una mano por la mandíbula y me miró con ojos fijos, como si me estuviera psicoanalizando lenta y cuidadosamente. Sentía sus ojos negros taladrándome el cerebro. Y podía imaginarme lo que me diría.

—Tú eres mi contacto con muchos fantasmas y héroes muertos —explicó—. El hecho de abdicar tu título me haría perder a mí. Y no me gusta perder.

—Pero yo...

—No.

—¡Padre! ¡No seas injusto! Cassie se merece ese título. No la has visto, no la conoces; ella...

—Yo no he dicho que Cori no tenga su título, Nico —me interrumpió—. Solo he dicho que no te voy a permitir abdicar.

—¿Entonces? ¿Podemos tener los dos el título?

—Claro.

—Genial.

—Cásate con ella.

—¿¡Cómo!?

—Que te cases con ella —repitió, encogiéndose de hombros con una pequeña y endiablada sonrisita en su cara—. Reyes de los Fantasmas, hijos de la Muerte. No me digas que no suena bien.

—¡Pero yo no...!

Ni siquiera podía terminar las frases en mi mente. Me estaba imaginando el casarme con Cassie, el ser coronados juntos. A todo el campamento mirándonos, a los fantasmas y monstruos, súbditos de nuestros padres, arrodillarse frente a nosotros.

Yo no podía casarme con Cassie. Era una niña. Ella se merecía si título y punto, nada más. ¿Cómo podría casarme con ella? Me parecía tan impensable, tan... tan forzado. No podía obligar a Cassie a amarme.

Por mucho que yo la amase a ella.

「•••」

Cassie aprendía deprisa, aunque le costaba bastante. Pero se esforzaban y trabajaba muy duro.

El sol empezaba a esconderse y pude encontrarla entrenando con Frank en el ruedo. El hijo de Marte le estaba dando consejos e instrucciones y ella las ejecutaba. Dio un mandoble al frente con un giro habilidoso para esquivar el contraataque de Frank. Él la felicitó y le dijo que podían descansar, así que se dirigieron a las gradas de piedra para beber un poco de agua.

Me acerqué nervioso, tenso y avergonzado. Cassie sabía adónde y por qué había ido, y no quería decepcionarla. Pero Cassie me miró de reojo y me saludó sonriente. Frank la imitó mientras recogía las cosas en su bolsa de deporte.

—Hola, Nico —sonrió el chico—. Me voy a la ducha, nos vemos en la cena. Cassie, bien hecho, sigue así. Adiós, chicos.

—¡Adiós, Frank! —se despidió la pelinegra mientras me sentaba a su lado—. ¿Qué tal ha ido todo?

—Yo... Lo siento muchísimo, Cass, pero no he podido hacer nada. Mi padre no me consiente abdicar ninguno de mis títulos.

—Oye, no pasa nada —me miró con aquellos ojos tan espectaculares mientras sus dedos acariciaban mi pelo cuidadosamente—. Lo has intentado. Estabas dispuesto a perder tu título por mí. Eso significa mucho, de verdad.

La otra mano de Cassie estaba en su rodilla. Tuve la valentía de tomarla entre las mías y esperar un par de segundos antes de alzarla y besarla.

Y volví a imaginar aquella escena en la que ella estaba vestida con un traje de novia negro y nuestros padres eran quienes la coronaban. Y, conociendo a mi padre, me daba tanto miedo que convirtiera a Cassie en su marioneta, que ni siquiera se me pasó por la mente proponerle unir nuestros títulos mediante el matrimonio.

Cassie vio el cansancio reflejado en mis ojos y dejó mi cabeza en su hombro. Siguió acariciando mi mano y mi pelo. Cerré los ojos respirando profundamente, tratando de convencerme de que la cabaña 22 estaba completamente libre de cualquier ser que pudiera hacerle daño a Cassie.

—Te quiero, Cass —murmuré sin pensar, en mitad de mi agotado delirio.

Sentí que ella sonreía y dejaba un suave beso en mi frente, justo donde empezaba el pelo.

—No voy a dejar que vuelvas al Inframundo solo nunca más —bromeó—. Te hace mucho daño.

Ella se enderezó sin mirarme a los ojos, y eso no me gustó. Había dicho aquello como si de verdad lo creyera, como si creyera que yo no podía quererla o como si creyera que nadie nunca podría llegar a amarla.

Pero yo amaba a Cass. La amaba a ella, sus ojos, sus dibujos, su estilo, sus bromas, sus grandes gustos literarios. Me gustaba cuando veíamos películas de Crepúsculo y comentábamos lo estúpidos que eran ciertos personajes o las preciosas citas de Las Ventajas de ser un Marginado.

Y por tanto que la amaba, no podía hacerle tanto daño.

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Chicas, Nico es el estándar, no os conforméis con menos.

The Death Angel ||Nico di Angelo||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora