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Introducción a la paranoia

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Introducción a la paranoia

「Cassie」

Si hace como un año me hubieran dicho dónde iba a terminar, por qué y con quién, hubiera llamado a la policía.

Todo esto comenzó cuando mi madre murió cuando yo tenía 7 años de un ataque al corazón. Mis abuelos ya no estaban, y mi tío Paul no podía hacerse cargo de mí. Servicios sociales me destinó al Orfanato de St. Agnes. Aunque pisé alguna que otra casa de acogida, siempre volvía allí, lo cual era rentable en realidad, porque estaba más cerca del tío Paul y de Erick.

Mi vida era normal. Todo lo normal que podía ser para una huérfana. Bueno, para una huérfana que vivía en un orfanato maldito. Porque sí, St. Agnes estaba maldito.

Erick dice que tengo esquizofrenia severa, pero yo le he jurado por mi madre que esos fantasmas fueron personas de verdad. Tardé tres años en convencerlo. Fue por el caso de Molly, una niña que murió en el orfanato de gripe hace como 60 años. Erick y yo nos colamos en los archivos y vimos que era completamente cierto. Desde ese día, hacemos sesiones espiritistas todos los jueves.

Así que sí, mi vida es una puta paranoia. Pero tranquilos, amigos míos. Esto es solo la introducción a la paranoia.

「•••」

—Joder, es que no me lo creo —Erick me miró—. Es tu última noche aquí. Mañana estaré solo.

—Nunca vas a estar solo —le dije—. Te escribiré. Y vas a cumplir los 18 en cuatro meses, así que saldrás y convenceré al tío Paul de que te quedes con nosotros.

—Me pondré a trabajar. En algo, no lo sé.

—Pensé que querías ser policía.

—Sí, cuando tenía 5 años —rio.

Ambos nos encontrábamos en el tejado. Desde allí se podían ver todas las estrellas, ya que St. Agnes estaba donde Cristo perdió la chancla. Nadie conocía aquel lugar. Venían parejas con intención de adoptar cada 2 meses, y niños nuevos cada 4 horas.

St. Agnes era un calvario, pero me había hecho fuerte. Me había enseñado a defenderme y a no dejarme pisotear, a sobrevivir sola en un mundo que me odiaba. También me había dado a Erick, mi única familia (además de Paul, claro), cosa de la que siempre estaré agradecida.

Mi amigo tenía una mirada triste en sus ojos castaños. Erick y yo no éramos de mostrar nuestros sentimientos, pero sabía que se sentía más abandonado que un perro callejero.

—Ey —le llamé—. ¿Recuerdas cuando nos escapamos para ir a la feria del pueblo?

—Le robamos la cartera a aquel matón —sonrió—. Y te conseguí tu estúpido panda de peluche.

The Death Angel ||Nico di Angelo||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora