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Paso un día con papá

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Paso un día con papá

「Cassie」

Había mucha claridad natural, pero no había sol y el cielo era blanco.

Desperté en una cama con dosel blanco roto, en una habitación salida de un cuento. Era un estilo victoriano elegante y sofisticado; yo adoraba ese estilo. La habitación era femenina, estaba muy arreglada y cubierta con todas las necesidades del mundo: ropa, un baño con cosas de aseo y un cuenco con fruta junto a un plato de galletas.

Ahora sí, sé que te lo preguntas: ¿dónde carajos estás, Cassie?

Amiga, yo sé lo mismo que tú.

Seguía con el vestido de La Noche Estrellada puesto, pero sin los zapatos. Estos estaban a los pies de la cama. Mi pelo estaba hecho un desastre, así que decidí soltarme el lazo, peinarme y luego ponérmelo otra vez. Volví a ponerme los zapatos al tiempo que alguien llamaba a mi puerta.

Un espíritu abrió. No era como ningún fantasma que yo hubiera visto. Era una chica cuyo rostro y cuerpo fantasmal era de una estela dorada. Mostró una sonrisa cálida e hizo una reverencia.

—Veo que ya estáis lista. El rey os espera en el comedor.

—¿Quién eres tú? —pregunté.

—Me llamó Naya. Soy uno de los espíritus que deciden servir a vuestro padre tras ascender ir a los Campos Asfódelos.

—¿Has dicho... mi padre?

O sea, que estaba allí, en el castillo/mansión de ese hombre al que siempre había querido cantarle las cuarenta. Iba a conocerlo. Y encima era un rey; podía imaginármelo: frío, distante, letal, con ojos oscuros y cara de mafioso.

Naya el espíritu me guio hasta el pasillo. La casa era casi entera de un blanco roto, ligado a tonos beige y crema. Era fantasmagórico, no tétrico. Era como estar en el cielo, pero un poco más... llamémoslo chungo.

Bajamos unas escaleras de mármol y llegamos a unas puertas enormes. Naya las abrió y pasó primero para guiarme hasta la extensa mesa en la que solo había un comensal, en uno de los extremos. Estaba tan lejos que no pude describirlo a primera vista, pero poco a poco podía verlo mejor.

Mi padre era alto y esbelto, y muy hermoso. Su rostro era pálido, pacífico, pero misterioso y mortal a la vez. Su cabello negro le llegaba a los hombros y estaba peinado hacia atrás. Llevaba una camisa gris con una corbata negra, unos pantalones de vestir y zapatos caros. La chaqueta de su traje estaba en la silla de su izquierda. Él me miró con ojos negros, forjados en hierro.

The Death Angel ||Nico di Angelo||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora