Capítulo treinta

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❝Destinados a ascender❞

Han pasado casi tres meses desde aquel evento

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Han pasado casi tres meses desde aquel evento. Desde que Aether ganó el juicio, durmió al menos dos semanas y luego, la mayoría tuvo que adaptarse a lidiar con el miedo profundo que el rubio sentía por las cosas nuevas.


El papeleo ya se estaba acabando y la extensión de las vacaciones de los caballeros de Favonius estaban llegando a su fin. Al marqués ya no le quedaban muchas cosas que hacer en Fontaine de forma política para poder quedarse más tiempo tampoco y Kokomi tenía que volver en algún momento a Watatsumi. 

Pues aunque se habían estado enviando cartas con su general Gorou, temía que ya fuera demasiado para sus militares y de todos modos, alguien tendrá que hacerse cargo de la purificación constante del lugar, al ser un lugar conectado con Enkanomiya puede verse corrupto constantemente.

La Corte aún así, le estaba costando aceptar que el Príncipe ya no era su Príncipe y desde meses que la marca que los unía a él ya era completamente inexistente, que los títulos que sus nombres profesaban ya no existían y que aquel lugar que conocieron no volvería a ser observado por sus ojos.

Habían días, dónde el cansancio era tan grande, que lo único que querían era llegar a sus habitaciones en el Castillo del purgatorio, abrir las puertas y que todo lo que querían estuviera detrás, poder dormir tres días seguidos de forma tranquila, sabiendo que cuando volvieran a Tevyat, solo habrían pasado unas poquitas horas.

Habían días dónde el Príncipe caminaba por la casona nervioso, girando por todos lados y en silencio. Sin siquiera querer expresar en qué pensaba, pero lo hacía. Todos los días moviéndose de un lado a otro mientras parecía estar pensando en algo y está rutina tan extraña se había hecho demasiada costumbre.

Aether siempre había tenido esa mala costumbre (o en realidad, la desarrolló por los bucles) Cada vez que necesitaba pensar, caminaba por todo su castillo, es por eso que en los dos castillos habilitados del Abismo, podías caminar de manera infinita. Si el Príncipe no hubiera tenido este gusto, ningún castillo habría de ser así. 

Era la primera vez que lo veían. Al otro día de que La Corte se enterara de su relación con Xiao, habían salido a comprar bastantes cosas para cocinar el fin de semana, el único que quedó en la casa fue el Marqués, quién se despertó por las silenciosas pisadas que rodeaban toda la casa. 

Al levantarse, el Príncipe daba vueltas. Salió de su habitación y se sentó en la sala, el rubio pasó constantes veces en frente de él, pero estaba tan inmerso en sus pensamientos que no se dio cuenta de que el marqués le miraba, hasta que en medio de sus vueltas lo detuvo y le preguntó porque llevaba dando vueltas como por dos horas. 

Devorador De Dioses | AexiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora