Capitulo 2

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Conduje hasta ese rancho sabiendo que sería un viaje largo, pero necesitaba distraerme. Me sentía destrozada, con la rabia invadiendo cada parte de mí. No quería volver a pasar por lo mismo y estaba decidida a cambiar para proteger mi corazón.

Las lágrimas corrían por mis mejillas, las limpiaba para seguir conduciendo, pero era inevitable, tenía que desahogarme, liberar todo el dolor para poder empezar de nuevo, aunque sabía que no sería fácil. Seguí manejando hasta que vi a lo lejos la entrada con el nombre "El Arda". Finalmente, había llegado al lugar correcto.

Entré despacio, observando que no había nadie cerca. Nadie sabía que vendría, me acerqué hasta la enorme casa al otro lado de la finca, mi nueva casa. Al estacionarme, un hombre se acercó.

—Buenas —me saludó.

—Hola —respondí, cerrando la puerta del coche.

—¿La puedo ayudar en algo?

—Soy Katrina, la nueva dueña.

El hombre se sorprendió.

—¿La nueva dueña? —se rascó la cabeza— Pensábamos que era un hombre.

—No, soy yo —le dije, con una pequeña sonrisa.

—¿Le ayudo a bajar sus cosas?

Asentí, abriendo la cajuela. Saqué varias maletas mientras él me guiaba al segundo piso de la casa, dejándome en lo que parecía ser la habitación principal.

—Este es el cuarto principal.

—Gracias. ¿Puedes avisarles a todos que llegué?

—Por supuesto, señorita.

Asentí, y cuando cerró la puerta, solté un suspiro, dejando mis cosas en la cama. Me acerqué al ventanal, lo abrí y caminé hacia el balcón. Desde allí, la vista era impresionante: un paisaje verde y sereno, con el lago visible a lo lejos. Era simplemente hermoso.

Sin embargo, el dolor seguía presente. Me apoyé en el balcón, recordando que debía mantenerme fuerte. No podía seguir siendo débil por un hombre que nunca me amó, l que creí que era amor solo fue una distracción para él. No volvería a cometer el mismo error, no volvería a enamorarme. Me haría más fuerte, más decidida, y nada volvería a derrumbarme por ningún hombre.

Sabía que me esperaba un largo camino para acostumbrarme a este nuevo lugar y ponerme al día con su manejo. La granja tenía éxito con sus productos lácteos y la parte ganadera. Me arrepentía tanto de haber dejado a medias mi carrera de veterinaria por seguir los consejos de Matt y estudiar diseño de interiores, como su madre quería. Qué tonta fui.

Suspiré y me cambié a ropa más cómoda para combatir el calor que comenzaba a sentirse. Bajé las escaleras, maravillada con lo hermosa y ostentosa que era la casa, y llegué a la cocina. Allí, una mujer rellenita con el cabello recogido picaba verduras sobre una tabla de madera.

—Hola —saludé.

—Buenos días, señorita —me sonrió—. ¿La nueva dueña?

Asentí.

Había estado aquí solo una vez, hacía cuatro años, y no recordaba a mucha gente. Dudaba que ellos me recordaran a mí.

—¿Quiere algo de comer? —me ofreció.

—Solo algo de beber.

Me sirvió un vaso de jugo fresco.

—Gracias. ¿Cómo te llamas? —pregunté.

—Soy Sarah, la cocinera de aquí —me sonrió—. Espere grandes platillos de mi parte.

—Eso me encanta —respondí con una sonrisa.

Entre dos amoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora