El Velo Del Dolor

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𝐇𝐎𝐒𝐏𝐈𝐓𝐀𝐋 𝐋𝐀 𝐒𝐀𝐍𝐓𝐀 𝐆𝐋𝐎𝐑𝐈𝐀

El olor a desinfectante y la frialdad de las paredes blancas mareaban a Sarah, que yacía en una cama de hospital, débil, pero consciente. Su cuerpo estaba atrapado en esa habitación estéril, y su mente en un ciclo interminable de recuerdos dolorosos. Las palabras de Luther aún resonaban en su cabeza.

El zumbido del monitor cardíaco era un recordatorio constante de su situación. Estaba allí por más que su cuerpo debilitado; estaba ahí porque su mente y corazón estaban rotos. La traición de aquellos a quienes había llamado amigos aún la mantenía prisionera.

Los chicos... Martin, Michael, Luther... todos habían fallado de una u otra manera. Aunque Michael y Luther intentaban reparar el daño, Sarah no podía evitar sentir ese profundo resentimiento. Habían estado allí cuando todo ocurrió, y aunque no fueran directamente responsables, el peso de la traición la aplastaba.

Le dolía, pero más aún, le dolía sentir que aún tenía sentimientos por ellos. El dolor de la traición se mezclaba con la nostalgia por momentos que ya no existían. Era como si una parte de ella quisiera odiarlos por completo, pero otra parte se aferrara a los buenos recuerdos, a los lazos que una vez compartieron.

Pensó todo eso mientras miraba la llamada en su celular.
Sarah lo miró un instante antes de contestar, sintiendo entre alivio y apresión. Sabía que él no la dejaría sola en este momento, pero también sabía que hablar con él significaba enfrentarse a todo lo que estaba evitando.

-Hola -su voz sonó más frágil de lo que esperaba.

-Sarah... -la voz de Luther era suave, como si midiera cada palabra-. Solo quería saber cómo estás.

Ella cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de la conversación.

-Estoy... aquí. -No tenía muchas más palabras. Estaba físicamente en el hospital, pero emocionalmente, no sabía dónde estaba.

-¿Te sientes mejor?

-Gracias por acordarme bloquear sus números, di lo que tengas que decir.

-¡Joder! Por favor, te lo suplico, dejame hablar.

-Ajá.

-Michael y yo hemos estado hablando de ti -dijo Luther con cautela-. Queremos que estés bien, que sepas que estamos aquí para lo que necesites.

Sarah dejó escapar una risa amarga. ¿"Para lo que necesites"? Esa frase le sonaba vacía. ¿Dónde habían estado cuando todo se desmoronaba? Aunque sabía que Luther y Michael intentaban hacer lo correcto ahora, no podía evitar sentir esa punzada de resentimiento.

-¿De verdad? -preguntó, su tono más duro de lo que pretendía-. Porque, honestamente, me siento muy sola aquí.

Hubo una pausa en la línea, y Sarah casi pudo imaginar a Luther intentando encontrar las palabras correctas.

-Lo sé -dijo finalmente-. Siento que no hicimos suficiente antes... pero estamos aquí ahora. Quiero que salgas de esto, Sarah. Todos queremos verte bien.

Las lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos de Sarah. Quería creerle, pero el dolor y la traición estaban demasiado frescos. Aún recordaba la fiesta, lo que Martin había hecho, y cómo el silencio de los demás la había dejado completamente expuesta.

-No sé si estoy lista para eso -dijo, su voz temblorosa-. No sé si puedo perdonar todo lo que pasó.

-No tienes que perdonar ahora -respondió Luther rápidamente-. Solo quiero que sepas que no estás sola en esto. Que estamos aquí para ti, sin importar lo que decidas.

Sarah tragó saliva, luchando por mantener la compostura. Quería gritar, quería soltar toda la rabia que sentía, pero en el fondo también quería volver a sentir esa cercanía que había tenido con ellos antes de que todo se arruinara.

-A veces siento que ya nada tiene sentido -confesó en voz baja-. Estoy atrapada, Luther. Atrapada en este hospital, atrapada en mis pensamientos... y no sé cómo salir de aquí.

-No tienes que hacerlo sola, Sarah -dijo Luther, su tono más firme-. Estoy aquí, Michael también. Sé que cometimos errores, pero eso no significa que no podamos intentar arreglarlo.

Sarah guardó silencio, sin saber qué decir. Parte de ella quería colgar el teléfono, cortar todo lazo con quienes la habían lastimado. Pero otra parte... la parte más vulnerable y rota... necesitaba aferrarse a algo, a alguien.

-Jodete, Artwright.

-¡Oye! No lo sabes pero.. También fue duro para mi esa noche, mis pies se congelaron, sabía que algo iba a pasar pero no hice nada.

-Eso lo sé, no hiciste una mierd-

-Pero, te logré salvar la vida, te llevé al hospital, tuve que aguantar insultos de toda tu familia aunque mi cordura estaba por lo suelos, he preguntado cómo te sientes tú pero.. ¿Alguien ha preguntado cómo se siente Luther? ¿Ah? Nadie, cierto. ¡NADIE!

-Luther, la que está en el hospital soy yo.

-Y EL QUE ESTÁ SUFRIENDO Y PAGANDO LOS PLATOS ROTOS SOY YO, MIENTRAS EL OTRO MALDITO ESTÁ EN SU CASA TRANQUILO.

-¿¡ES MI CULPA, ACASO!?

-SI, SI LO ES, ¿¡PORQUE COJONES NO LO HAZ DENUNCIADO!?

-¡NO ME HA DADO TIEMPO!

-¿Pero para joderme la vida si les ha dado tiempo, eh?

-Luther, yo simplemente estaba confundida, lo estoy aún, madura.
Me disculpo por mi familia pero es natural, ellos no confiaban en t-

-Si, nadie confía en mi, creo que ni tú ahora mismo lo haces.

-Estoy dolida, los odio un poco pero.. Confío un poco en ti.

-Mientes, tú y tu familia miente, me tratan de la mierda y no puedes venir a limpiarte las manos de la semana de poronga que me hicieron pasar.

-Luther, basta.

-No, debía decir las cosas desde al principio pero vaya, como yo aún te amo me dejó cegar por eso.

-¿Q-Que? -La voz de Sarah se tambaleo un poco al escuchar las palabras de Luther, ella sabía que él tenía una conexión especial pero ¿Amor?.. -
¿Luther-? ¿Tu estabas..?

-Suficiente para mí. Solo llámame cuando sea una emergencia.

Sarah asintió lentamente, aunque Luther no podía verla. Había mucho por sanar, pero quizás esta era la primera grieta en la pared que la mantenía prisionera.
Justo iba a decir algo cuando fue interrumpida, Luther le había colgado dejándola hablando sola.

-Tanto daño nos hemos hecho y él.. ¿Me ama?

ೄྀ¡ƳO ᎯᏬ𐒐 ᎿᏋ Ꭿ𐒄𐒀!ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora